Judicial
“Pensamos que el asesinato fue porque el esposo de mi hija vivía en una zona contraria”

Todo ocurrió la noche del 28 de octubre de 2017 en la residencia de María, a las 7:30 de la noche, mientras Agustín y Violeta descansaban dentro de la casa, él miraba la televisión y ella se relajaba sobre su cama.
Todo parecía normal hasta que Jonathan tocó la puerta y desde adentro Agustín abrió sin imaginar lo que estaba a punto de suceder. Jonathan levantó su brazo sin mediar palabras le disparó e inmediatamente cayó al piso. El sujeto se introdujo en la vivienda hasta entrar al cuarto de ella, quien al verlo intentó esconderse debajo de una mesa que estaba cerca de su cama, pero fue en vano.
Uno de los testigos del caso señaló a las autoridades que Jonathan entró con un arma de fuego a la casa, se escucharon una serie de detonaciones. A los pocos minutos lo observó salir del lugar para darse a la fuga hacia un estacionamiento, ubicado al costado de la colonia.
Pasaron varios minutos para que María y su hijo llegaran y descubrieran la escena.
El caso llegó al tribunal Primero de Sentencia de San Salvador, el cual deberá decretar, una resolución en el juicio en contra de Jonathan C., quien es acusado de homicidio agravado.
La vida de María (nombre modificado por seguridad) cambió el mismo día en que su hija y su esposo fueron asesinados.
“Yo andaba con hijo comprando una cosas y cuando regresamos encontramos la puerta abierta y vimos los dos cuerpos tirados en el piso”, relató María luego de duros meses después de la fatídica noche.
“Nosotros no teníamos problemas con nadie pero pensamos que (el asesinato) fue porque el esposo de mi hija vivía en una zona contraria”, sospechó la mujer.
Los días posteriores al asesinato se convirtieron en su mayor pesadilla, ya que cada vez que regresaba de sus diligencias diarias la escena chocante regresaba a su cabeza una y otra vez. “Cuando abría la puerta miraba las imágenes de los dos cuerpos tirados en el piso, me sentía devastada. Pasaba con miedo porque pensaba que regresarían a matarme”, señaló.
El dolor de la pérdida de sus parientes la llevó a tomar terapias psicológicas en una clínica de Soyapango.
María tuvo que huir de su casa junto con su hijo a un lugar más seguro, donde cuida el hijo que Violeta dejó mientras que el viudo decidió escapar del país por miedo a represarías. “Yo me siento muy mal, ya nada es igual para mí”, concluyó con enojo.