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Declaran alerta naranja en costa y centro del territorio salvadoreño

La Dirección General de Protección Civil emitió este domingo una alerta naranja para la franja costera y el área metropolitana de San Salvador por el desarrollo de la depresión tropical 19-E.
La institución mantiene la alerta amarilla para el resto del territorio, mientras avanza la depresión tropical en el sureste de la costa salvadoreña, la cual generará fuertes vientos y lluvias para las próximas 48 horas.
Protección Civil recomendó al Ministerio de Educación suspender las clases hasta el 1 de noviembre en las instituciones públicas y privadas.
Además, suspendió la pesca artesanal, industrial y deportiva, así como las actividades de recreación en ríos, playas y lagos, que se podrán reactivar a partir del miércoles próximo según evolucione la depresión.
El Centro Nacional de Huracanes de EEUU (NHC) alertó que la fuerza de la depresión se desarrollará entre el lunes y martes, con alta probabilidad de que se convierta en tormenta tropical.
Para este domingo, el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) advirtió sobre el fenómeno de mareas vivas en aguas profundas, con vientos con hasta 40 kilómetros por hora, así como mar picado. La institución prevé que las lluvias tomen fuerza en las cordilleras Apaneca-Ilamatepec y El Bálsamo, en la cercanía del lago de Ilopango y la franja costera marina.
Los departamentos con mayor afectación serán Cabañas, Chalatenango, Santa Ana y Morazán.
Negocios
Asesuisa recibe el reconocimiento como la aseguradora número uno en experiencia del cliente en El Salvador

Asesuisa, compañía referente en la industria aseguradora salvadoreña y miembro del Grupo Ficohsa, ha obtenido el primer lugar en la categoría de Aseguradoras en el estudio Top Customer Experience (TCX), realizado por la firma Marketing Plus. Este prestigioso reconocimiento, es el resultado de 8,000 encuestas a consumidores que evaluaron a marcas de 14 categorías, con base a cuatro pilares fundamentales: Marca, Producto, Interacción y Sentimientos, reconociendo a aquellas que logran generar experiencias excepcionales y vínculos emocionales sólidos con sus clientes.
Este logro refleja la estrategia de Asesuisa, centrada en colocar al cliente en el corazón de todas sus decisiones y acciones. La compañía combina un modelo multicanal, un equipo humano altamente capacitado y un portafolio integral de seguros que cubre daños, vida y fianzas, con el propósito de entregar bienestar a las personas y empresas. Su objetivo es acompañar a cada cliente en las distintas etapas de su vida, facilitando soluciones que no solo protegen, sino que impulsan la confianza y el progreso.
Conocer a fondo las necesidades, expectativas y estilos de vida de los consumidores es parte esencial del modelo de negocios de Asesuisa. Este enfoque le permite diseñar y ofrecer soluciones de seguros personalizadas, adaptadas a cada etapa y realidad de sus clientes, generando experiencias que aportan valor y fortalecen la relación de confianza.
El talento humano es otro pilar clave en la estrategia de la compañía. Asesuisa cuenta con un equipo de colaboradores en constante capacitación, preparados para atender con excelencia, empatía y eficiencia cada interacción con los asegurados. Esta preparación continua asegura que la compañía mantenga altos estándares de servicio y pueda adaptarse a las demandas de un mercado en constante cambio.
“Este reconocimiento nos llena de orgullo y confirma que nuestro enfoque centrado en el cliente es el camino correcto”, afirmó Enzo Bizzarro, presidente ejecutivo de Asesuisa. “Más que una aseguradora, somos un aliado que acompaña a las personas y empresas con innovación, tecnología y un portafolio diseñado para responder a sus necesidades en cada etapa de la vida. Seguiremos invirtiendo en la experiencia del cliente para entregarles soluciones que transformen y protejan lo que más valoran”.
La innovación es uno de los pilares de la compañía, que ha implementado herramientas digitales de última generación, inteligencia artificial y plataformas de autoservicio para facilitar los procesos y mejorar la interacción con los asegurados. Esto, sumado a la cercanía y personalización en el servicio, ha fortalecido su posición como la aseguradora preferida por los salvadoreños.
Con 55 años de trayectoria, Asesuisa se distingue por su solidez financiera, prestigio y capacidad de adaptación, reafirmando su compromiso de ofrecer protección y bienestar a sus clientes, mientras evoluciona para responder a un mercado en constante transformación.
Opinet
¿Ya no hay lugar para la prudencia? Releyendo la “Ética a Nicómaco”

Por: Lisandro Prieto Femenía
“El bien del hombre es una actividad del alma de acuerdo con la virtud”: Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro I, 7.
En el ámbito filosófico es sabido que la ética, como disciplina que se interroga sobre la mejor forma de vivir, ha sido un pilar del pensamiento occidental. Sin embargo, pocos textos han logrado la trascendencia y la influencia de la “Ética a Nicómaco” de Aristóteles. Escrita en el siglo IV a.C., esta obra no sólo constituye la primera formulación sistemática de la ética como ciencia, sino que también establece un marco conceptual que, a pesar del paso de los milenios, sigue resonando con una fuerza inusitada en nuestro presente. A través del análisis que siempre intentamos realizar, exploraremos los puntos cardinales de la obra aristotélica precitada y los pondremos en diálogo tirante con los dilemas de nuestra era posmoderna, caracterizada por la fragmentación de la verdad y la pluralidad de pseudo-valores.
La obra en cuestión, cuyo título hace referencia al hijo de Aristóteles, es considerada un compendio de las lecciones impartidas por el filósofo en su Liceo. Se cree que Nicómaco fue el editor y compilador de estos apuntes, dedicando el trabajo a su padre o siendo una obra póstuma dedicada en su honor, lo que le otorga al texto un carácter de legado familiar y pedagógico que resalta la importancia de la educación en el seno de la familia y de la vida virtuosa.
En primer lugar, tenemos que hablar del “telos” (finalidad) y la búsqueda del bien supremo, puesto que el punto de partida del pensamiento de Aristóteles es la convicción de que toda actividad humana, todo arte, toda investigación y toda elección de la vida, tiene una finalidad. No son fines arbitrarios, sino que se ordenan jerárquicamente, existiendo un fin último que es el Bien Supremo. Este fin supremo, que perseguimos por sí mismo y no como medio para otra cosa, es la “eudaimonía” (felicidad). Aristóteles lo define sin rodeos al declarar que “el bien es aquello a lo que todas las cosas tienden” (Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro I, capítulo 1).
Esta concepción teleológica, donde la moralidad se deriva del propósito inherente de la vida humana, contrasta radicalmente con el clima intelectual posmoderno, en tanto que nuestra patética época pretende, sin éxito, deconstruir la noción de “fin último” universal, dando paso a una multiplicidad de fines subjetivos, caprichosos e individuales. La búsqueda de la verdad ha sido reemplazada por la aceptación de narrativas subjetivas y plurales. En este contexto, la idea de un “Bien” objetivo o hablar de una “vida buena” compartida por todos, parece un anacronismo.
En segundo lugar, es preciso que hablemos de la “eudaimonía” como el florecimiento de la vida. Recordemos que, para Aristóteles, la felicidad no es un estado subjetivo y pasajero, sino un florecimiento de la vida humana, es decir, una realización plena de nuestras capacidades y una actividad del alma conforme a la virtud (“areté”). En otras palabras, la persona virtuosa es aquella que vive bien y actúa bien. La “eudaimonía” se alcanza, según Aristóteles, a través del desarrollo de las virtudes morales y las virtudes intelectuales dado que “la felicidad es una actividad del alma de acuerdo con la virtud perfecta” (Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro I, capítulo 7). Al respecto, los invito a leer un artículo titulado “Currando la felicidad”, en el cual hicimos puntual hincapié en este aspecto: para ser feliz, hay que laburar, y bastante.
Aquí es donde entra en juego la crítica de pensadores contemporáneos, como Fernando Savater, quien en su obra titulada “El valor de elegir” nos recuerda que la ética no es un catálogo de reglas, sino una reflexión sobre la libertad y la responsabilidad. Su enfoque, aunque influenciado por la tradición, subraya la capacidad individual en un mundo que ya no tiene un manual de instrucciones trascendente. Si bien Savater valora la búsqueda de la buena vida, la sitúa en un marco de libre elección personal al sostener que “la ética… no es más que la manera de vivir de un modo más lúcido, más razonable y más libre” (Savater, El valor de elegir, p. 25). Este matiz que la postmodernidad ha llevado a su máxima expresión se traduce en la noción de que cada uno “construye” su propio sentido de la felicidad o del éxito como norma vital, lo que nos lleva a una ética del yo, que es patética y está alejada de la idea de un bien comunitario.
Por su parte, la filósofa Martha Nussbaum, en su trabajo sobre el enfoque de las capacidades, ha reavivado la noción de “eudaimonía” al interpretar la ética aristotélica en términos de potencial humano. Para Nussbaum, una vida verdaderamente floreciente es aquella en la que los individuos tienen la oportunidad de desarrollar sus capacidades esenciales, como la salud, la integridad física y la participación política, un eco moderno de la virtud. Como ella misma sugiere, “el enfoque de las capacidades… nos permite entender la eudaimonía aristotélica no como un estado subjetivo de contento, sino como un funcionamiento humano” (Nussbaum, Las fronteras de la justicia, p. 110).
En tercer lugar, nos encontramos con un asunto fundamental e ineludible en la obra de Aristóteles, a saber, la virtud como justo medio (una brújula en la era de los extremos). La doctrina del justo medio (“phrónesis”; “prudencia”) es, sin duda, una de las aportaciones más famosas y prácticas de nuestro autor, puesto que la virtud es un término medio entre dos vicios, uno por exceso y otro por defecto. El valor, por ejemplo, es el término medio entre la temeridad (exceso) y la cobardía (defecto). Aristóteles lo explica de forma muy pragmática al expresar: “En efecto, el término medio es una cualidad intermedia en relación con nosotros, determinada por la razón y por aquello por lo que el hombre prudente determinaría” (Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro II, capítulo 6).
Este concepto de “justo medio” se revela como un antídoto potente contra los extremos de nuestra época. En un mundo polarizado por las redes sociales y los medios masivos de comunicación, donde el discurso público se mueve entre la indignación histérica y la apatía absoluta, la propuesta de Aristóteles de encontrar un equilibrio prudente adquiere una urgencia particular. Hoy en día, la política, el debate social y la misma identidad personal parecen atrapados en una lógica binaria ridícula del “todo o nada”, lo que hace que la moderación y la templanza aristotélica sean virtudes casi revolucionarias.
Al respecto, el filósofo Alasdair MacIntyre, en su obra “Tras la virtud”, lamentaba la pérdida de este marco ético coherente. Para él, la ética moderna ha fracasado al intentar justificar sus principios sin un fundamento teleológico o comunitario, lo que ha generado una ética “emotivista” donde las decisiones morales son simples expresiones de preferencias personales. En sus palabras, sostuvo que “hemos perdido, de hecho, nuestro lenguaje moral” (MacIntyre, Tras la virtud, p. 23). Evidentemente, la propuesta aristotélica de la virtud no es, para él, un arcaísmo, sino la clave para reconstruir un debate moral significativo en nuestra sociedad fragmentada.
Ahora bien, la prudencia, considerada por Aristóteles la virtud intelectual más elevada, no es un talento innato, sino una capacidad que se moldea con la experiencia, la reflexión y, fundamentalmente, la educación. A diferencia de las virtudes morales que se adquieren a través del hábito, la prudencia requiere de un proceso deliberativo, un desarrollo del “ojo del alma” para discernir lo que es bueno para cada circunstancia particular. Como bien señala el mismísimo Aristóteles, “adquirimos las virtudes, al igual que las artes, practicándolas; por ejemplo, nos hacemos justos practicando la justicia, valientes practicando actos de valentía, y moderados practicando actos de moderación” (Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro II, capítulo 1), indicando con claridad que este aprendizaje ético, que comienza siempre en el hogar y se consolida en la polis (la ciudad-Estado), no es un proceso automático.
Por esta razón, la ética aristotélica resalta el papel crucial del pedagogo y del legislador, quienes, al igual que un buen artesano, deben guiar la formación del carácter. La prudencia, en este sentido, no puede florecer en el vacío, sino que requiere de un entorno que fomente la reflexión, el debate inteligente y la emulación de modelos virtuosos. Una sociedad, por tanto, no es prudente por decreto, sino que se construye sobre la base de ciudadanos que han sido educados para deliberar sobre el bien común.
En este último punto, Martha Nussbaum ofrece una perspectiva aguda, argumentando que una educación liberal es esencial para el florecimiento humano y cívico. Como ella sostiene en “Sin fines de lucro”, “la democracia necesita ciudadanos que sepan deliberar, que puedan pensar críticamente acerca de la evidencia histórica y que sean capaces de razonar…desde la perspectiva de otra persona” (Nussbaum, Sin fines de lucro, p. 30). Si bien se trata de un enfoque contemporáneo, podemos apreciar el eco de la visión aristotélica, al poner el acento en que la prudencia individual es la piedra angular de una sociedad justa y deliberativa.
En conclusión, queridos lectores, consideramos fundamental confrontar la pervivencia de estos conceptos en nuestro tiempo. Bien sabemos que estamos viviendo en un mundo donde la identidad se construye a través de una infinidad de narrativas fragmentadas intencionalmente por las agendas de turno, y justamente por ello nos preguntamos si la búsqueda de una eudaimonía es un anacronismo o, por el contrario, una necesidad desesperada para encontrarle sentido a nuestra existencia. Si la virtud reside en el justo medio, ¿cómo podemos hallar este equilibrio en una sociedad que premia los extremos, el éxito vacío y desmesurado y la indignación constante? Ciertamente, es posible ser virtuoso en un entorno que desestabiliza permanentemente la mesura, pero la pregunta sigue vigente. Frente al relativismo posmoderno que niega la existencia de un bien común, quizá la ética aristotélica no deba ser vista como un manual de vida, sino como un ejercicio de autoconocimiento y autocrítica permanente para orientar nuestra libertad. Es por eso que, tras dos milenios, sigue valiendo la pena leer a Aristóteles, pues su obra nos ofrece un espejo en el que podemos ver reflejados nuestros propios excesos y carencias, siempre y cuando nos apetezca pensar.
Lisandro Prieto Femenía
Docente. Escritor. Filósofo
San Juan – Argentina
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Judicial
Exfiscal Luis Martínez condenado a 10 años de prisión

El Tribunal Tercero de Sentencia de San Salvador condenó al exfiscal general de la República, Luis Martínez, a 10 años de cárcel por los delitos de fraude procesal y omisión de la investigación, según informó la Fiscalía General de la República (FGR).
De acuerdo con la acusación, Martínez y otros implicados fabricaron procesos judiciales falsos en 2016 en contra de una víctima. Tras varias semanas de juicio, el tribunal resolvió imponer la condena con base en las pruebas presentadas por la FGR.
Además de Martínez, también fueron sentenciados Julio Adalberto Arriaza González, a cinco años de prisión por fraude procesal, y Héctor Francisco Grimaldi Membreño, a seis años por dos casos del mismo delito.