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La impactante historia del “enfermero viajero” que vio morir a 3.000 pacientes de COVID-19

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“Lo que he visto a lo largo del año… preferiría morir, morir de cualquier otra forma, que morir con coronavirus. Es un camino triste”. La dura confesión corresponde a un hombre de durante un año entero visitó decenas de unidades de cuidados intensivos y vio morir a alrededor de 3.000 norteamericanos víctimas de COVID-19, la pandemia que impactó en los Estados Unidos como en ningún otro país.

Grover Nicodemus Street es uno de los tantos enfermeros viajeros que combatieron en la primera trinchera de la lucha contra el coronavirus. Hace 20 años que es enfermero. Antes, también arriesgó su vida: es veterano de las guerras de Irak y Afganistán. Pero según dijo: “Tu familia no está allí para darte la mano. Y la última persona que un paciente ve antes de morir es mi feo hocico. La guerra no se compara con esto”, contó resignado en una entrevista dada a NPR.

Viajó desde Nueva Jersey hacia Nueva York, y de Florida a California. Su carrera contra el reloj, los últimos 12 meses, fue incesante. No descansó un sólo día para intentar salvar a compatriotas cuyas vidas veía desvanecerse minuto a minuto. Ironías del destino, el dedicado hombre tenía pensado retirarse de la actividad el año pasado. Sin embargo, el deber tocó a su puerta y no dudó en continuar con esa vocación de asistir vidas en peligro.

En diálogo con el programa All Things Considered, Street contó que una de las historias que más recuerda es la de una mujer de alrededor de 30 años cuya hermana gemela lo llamaba todos los días para saber cómo evolucionaba. O si apenas lo hacía. Recordó que mientras estaba en la unidad de cuidados intensivos, le cantaba “sus himnos de la iglesia”. “Su hermana dijo que le encantaría que orara con ella, y yo haría eso solo por la hermana y por la paciente”, remarcó.

Fue la primera de una larga serie de pacientes que murieron en sus manos durante este tiempo. Lo marcaría para siempre. “Ella fue la primera paciente que tuve en más de 20 años de ser enfermero que murió en mí”, dice. Fue esa joven mujer la que inauguró la serie de 3.000 pacientes que perdieron la vida frente a él.

Su experiencia en esas salas con personas conectadas a máquinas frías es de un riesgo permanente: “Es como jugar a la ruleta rusa, estás arriesgando tu vida para ir a la habitación de un paciente”, dice Street.

Finalmente, una de esas balas de ese juego ruso lo rozó. Contrajo coronavirus en una de sus tantas visitas a sus pacientes. Se contagió pese a tener todas las protecciones. Incluso las famosas mascarillas N95, los guantes descartables, los mamelucos y el cubre rostro de acrílico. Tenía todo, sin embargo el coronavirus pudo filtrarse de algún modo que aún no entiende. “La razón por la que se llama N95 es porque tiene una efectividad del 95%. ¿ Y ese 5% de posibilidades de pescarlo? Lo pesqué”. Sólo tuvo pocos síntomas: falta de olfato y gusto.

Al regresar al frente de batalla volvió a enfundarse en esos trajes para protegerse aún más del virus. Su principal temor radicaba en volver a contagiarse pero que esta vez el COVID-19 fuera más severo con su cuerpo. Convivió con ese temor hasta que finalmente pudo ser vacunado: “Ser vacunado me ha hecho sentir más cómodo al ir a la habitación de los pacientes. Me siento muy bien. Me siento mucho más seguro. Mi entorno de trabajo es mucho más cómodo”.

“He visto a muchas enfermeras y trabajadores de la salud renunciar porque no pueden manejarlo. Si la gente renuncia, ¿quién se hará cargo de todos los enfermos que ingresan al hospital?”, dice Street al explicar por qué continúa trabajando pese a ya estar en edad de dejar la profesión. Vocación en estado puro. “Esta batalla aún no ha terminado. No puedes dejar de pelear”, concluyó el enfermero.

Falta de enfermeros

De acuerdo a la Asociación Americana de Escuelas de Enfermería de los Estados Unidos (AACN, por sus siglas en inglés), el país atraviesa una severa escasez de esta especialidad del sector médico. Según datos de ese organismo se proyecta una falta de “enfermeras registradas que se espera que se intensifique a medida que los Baby Boomers envejezcan y aumente la necesidad de atención médica. Para agravar el problema está el hecho de que las escuelas de enfermería de todo el país están luchando por ampliar la capacidad para satisfacer la creciente demanda de atención, dado el movimiento nacional hacia la reforma de la salud”.

“La AACN está trabajando con escuelas, legisladores, organizaciones de enfermería y los medios de comunicación para llamar la atención sobre este problema de salud. AACN está aprovechando sus recursos para dar forma a la legislación, identificar estrategias y formar colaboraciones para abordar la escasez”, dice la entidad. Este es otro de los motivos por los cuales Street no piensa dejar de trabajar: ya sea en la más tropical Florida o en la fría Nueva York. El virus no lo detuvo, mucho menos el clima.

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«Por favor, ayúdeme»: La dolorosa grabación de una mujer que habló al 911 antes de morir con su hija en el desierto de EE.UU.

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Una mujer colombiana y su hija fallecieron cuando intentaban cruzar por el desierto del estado de Arizona (al sur de EE.UU.) para reencontrarse con el padre de familia. El hijo menor que las acompañaba fue testigo del fallecimiento de su madre y su hermana. 

Los servicios de emergencia recibieron la llamada de auxilio de Claudia Marcela Pineda, quien se encontraba con su hija, de once años, y su hijo, de dos, en medio de las condiciones extremas del desierto de Arizona, en el sur del EE.UU., muy cerca de la frontera con México. 

«Por favor, ayúdeme», se escucha decir a Pineda en la llamada telefónica que fue difundida por Telemundo. El operador del servicio de emergencias le pregunta a la mujer si está con más personas, a lo que ella responde que con «dos niños».

En seguida, Pineda comenta desesperada: «Por favor, ayúdeme, me voy a desmayar». El audio se ve interrumpido por la voz de la niña, quien al borde del llanto, dice: «Mami, tengo hambre».

El operador del 911 le pregunta a la mujer colombiana si tiene WhatsApp, y cuando ella le responde de manera afirmativa, el hombre le pide que comparta sus coordenadas geográficas vía mensaje de texto.

Fallecimientos

Eso fue lo último que se supo de la familia Pineda, hasta que oficiales de la Patrulla Fronteriza del condado de Yuma encontraron los cuerpos de la mujer y su hija, mientras que rescataron con vida a un niño que sufría de agotamiento por el calor. 

Los hechos habrían ocurrido el pasado jueves 26 de agosto, cuando las autoridades estadounidenses notificaron al Consulado colombiano de Los Ángeles (California) sobre el hallazgo de dos cuerpos sin vida en el área desértica de Levee Road y County. 

El viernes 27, la Cancillería colombiana notificó sobre el hecho, detallando que el niño fue rescatado con vida y había sido puesto en custodia en un centro de menores hasta que se definiese su situación legal. 

Solo su hijo «se salvó»

El padre de familia Hugo Pinzón lamentó entre lágrimas que su mujer «venía buscando un mejor futuro para sus hijos y no lo logró».

En entrevista con el citado medio, Pinzón afirmó que hará lo posible para que le entreguen a su hijo Christian David, el único de su familia «que se salvó» de morir. El padre hizo un llamado a la Cancillería colombiana para que le ayuden a repatriar los cuerpos de su esposa y su hija. 

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“Fue horrible”: sufre convulsiones porque le pusieron droga en su bebida

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Essex, Inglaterra: Una mamá compartió un impactante video en el que su hija de 18 años, convulsiona como si estuviera poseída.

Según se dijo, después de beberse un trago que le ofreció un desconocido en una discoteca de Southend; la joven Millie “N”, quien ya se encuentra recuperada del terrible episodio, contó que se fue de fiesta con sus amigos.

Pero en el transcurso de la noche, un hombre de 20 años se le acercó y entablaron conversación; luego de varias horas, el sujeto le ofreció una bebida que supuestamente era vodka con limonada, se la tomó y su pesadilla comenzó.

“Había un tipo con un grupo de personas que conocía; no puedo estar segura de que fuera él, pero la bebida que me dio fue la única que tomé”, aseguró la joven.

“Todos nos llevábamos bastante bien, tomé un par de sorbos de la bebida y fui al área de fumadores; regresé, sentí que había tomado demasiado y luego salí a la calle para vomitar”, agregó.

La chica sintió que perdió rápidamente la capacidad para hablar o caminar, pero afortunadamente logró pedir ayuda a sus amigos; ellos se comunicaron con su hermana mayor, Sadie “N” de 28 años, quien fue a buscarla y la llevó de urgencia al hospital.

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Obligan a un hombre de 81 años a dejar la cabaña en la que vive desde hace casi 30 años en un remoto bosque de EE.UU.

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David Lidstone, de 81 años, permanece arrestado desde el pasado 15 de julio, acusado de ocupar ilegalmente una cabaña durante 27 años en un bosque de Canterbury, en New Hampshire (EE.UU.), informa AP.

‘River Dave’, como lo conocen los navegantes y kayakistas del río Merrimack, vivía completamente solo en una cabaña cubierta con paneles solares y rodeada por un bosque. «Él es un hombre verdaderamente solidario y solo escogió vivir fuera del sistema», afirmó Jodie Gedeon, una kayakista amiga de Lidstone.

Los amigos y conocidos del anciano quieren que Lidstone se quede con la cabaña, por lo que han recogido firmas y han organizado una colecta para pagar los impuestos de la propiedad. «Se trata realmente de humanidad, se trata realmente de compasión, empatía… él no está lastimando a nadie», agrega Gedeon.

El juez de la Corte Superior del Condado de Merrimack, Andrew Schulman, admite que Lidstone no ha hecho daño a nadie, pero sostiene que la ley está de parte del propietario de la tierra. Además, el problema va más allá de permitir o no que Lidstone se quede con la cabaña, ya que la precaria edificación viola todas las regulaciones urbanísticas y ambientales locales y estatales.

Lidstone sostiene que hace unos años el dueño de la propiedad —en posesión de una sola familia desde 1963— le dio permiso para vivir en ella. Sin embargo, Leonard Giles, el actual propietario, inició un proceso legal en el 2016 para desalojarlo. Curiosamente, Lidstone dice que a Giles lo obligan a realizar todo este proceso y esgrime que su cabaña no es ninguna casa, sino un campamento de cacería.  

Lidstone lleva casi un mes entre rejas, pero puede recuperar su libertad si acepta irse de la cabaña, si la cabaña es demolida por Giles o si pasa más de 30 días en la cárcel. Él asegura que prefiere pudrirse en la cárcel antes que abandonar su cabaña.

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