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Año nuevo, vida nueva: Otra razón para dejar el tabaco

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Finaliza un año, y ésta es una época de planes y resoluciones para el siguiente, y quizá aun más. En columnas anteriores me referí a los males que causa el tabaco en sus diversas formas. Dejar de consumir esos productos es una manera excelente de comenzar el 2022.

“Cuando alguien deja de fumar”, explica Ándria Reyes, Educadora de Salud del Centro Médico de la Universidad de Columbia, “su vida mejora y aumenta su esperanza de vida. También disminuye el riesgo de desarrollar más de 16 tipos de cáncer, además de enfermedades del corazón y de los pulmones y de tener un accidente cerebrovascular o ACV, conocido en inglés como stroke”.

Quienes ya dejaron de fumar saben que, además de reducir los riesgos de problemas médicos graves, los efectos benéficos se sienten en la vida diaria. Se respira mejor y más profundamente, se recupera o mejora el olfato y las comidas tienen más sabor, se eliminan los olores desagradables en las viviendas, en las ropas, en los automóviles. Pero para eso hay que dejar de fumar, que es lo más difícil.

“Un método de gran eficacia consiste en participar en algún programa especializado, de los cuales hay una variedad”, señala Reyes, “Las y los consejeros ayudan a elegir el mejor sistema. Por ejemplo, el método de reemplazo de la nicotina, que ayuda muchísimo porque la persona puede reducir gradualmente el consumo”.

Otra ayuda importante que suelen prestar esos programas es que posibilitan que las personas que sienten angustia porque tienen muchas ganas de fumar llamen a líneas de apoyo.

Mucha gente, sin embargo, trata de abandonar el tabaco sin ayuda de terceros.

“Hay muchos métodos para dejar de fumar por cuenta propia”, apunta Reyes. “Se puede fumar menos cigarrillos cada día, o fumar menos de cada cigarrillo. O se pueden usar chicles de nicotina, o parches. Esos métodos le dan a la persona un poco de nicotina, cada vez menos, para que pueda aguantar cada vez más tiempo consumiendo cada vez menos nicotina”.

Y finalmente, hay quienes dejan de fumar completamente y sin ninguna ayuda, lo que en inglés tiene el curioso nombre de cold turkey.

Debo advertirles que la tasa de éxito de ese método es muy baja. Según estudios recientes, de cada 100 personas que cesan de fumar de esa manera, unas 95 vuelven a hacerlo antes de seis meses.

Ándria Reyes forma parte de un programa de cesación del consumo del tabaco del Centro Médico de la Universidad de Columbia. El programa es bilingüe y gratuito, y las sesiones no son presenciales. Las personas interesadas pueden llamar al  (917) 652-6759. También pueden conseguir muchos recursos útiles en el sitio Web www.smokefree.gov.

Elijan el método que quieran, pero espero que el 2022 les encuentre libres del tabaco, y que sea para siempre.

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El Cambio Cultural en El Salvador

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Oscar Martínez Peñate

El cambio cultural en El Salvador inició en el año 2019 con el ascenso al poder político de Nayib Bukele, en donde la corrupción dejó de ser política de Estado y eje transversal de la institucionalidad estatal, fue a partir de ese momento, que la pirámide de poder se colocó de abajo hacia arriba, es decir, los poderes fácticos nacionales y extranjeros eran los que realmente estaban situados en la cúpula y “gobernaban” el país, fueron inmediatamente colocados en la parte inferior, y los de abajo fueron colocados arriba que es la inmensa mayoría de la ciudadanía.

La antigua cúpula de poder que prevaleció en los gobiernos de ARENA y el FMLN se les terminó la impunidad y privilegios, de tal manera, que ahora unos están prófugos de la justicia salvadoreña, otros están encarcelados y algunos se les sigue proceso judicial y su brazo armado constituido por las maras o pandillas el 95 por ciento está en prisión en el Centro de Confinamiento del Terrorismo -CECOT-.

Algunos de los elementos del cambio cultural son, por ejemplo, el que viola la ley no importa su extracción social, ingreso económico, militancia política o nacionalidad no tiene impunidad; todas las instituciones del Estado están en función del ciudadano sin ningún tipo de distinción o discriminación; tolerancia vial; pacificación de la sociedad; certeza y seguridad jurídica; seguridad ciudadana.

Estos indicadores, entre otros, han contribuido a crear un ambiente de resucitación de la vida social; la recomposición del tejido social; la normalización de las relaciones interpersonales con los vecinos, familiares y amigos; conocer y reconocer su propio vecindario, comunidad y población de la misma área geográfica; recuperar la libertad de circulación, expresión y derecho a la vida; disfrutar de los servicios básicos de salud, agua, educación, alumbrado vial.

El Salvador parecía el país fantasma antes del 2019, a las 9:00 de la noche, los ciudadanos se encontraban guarecidos en sus casas y aún ahí tenían miedo de ser víctimas de la situación prevaleciente de terror, incluso, durante el día a la población le daba miedo caminar hacia la parada de buses, ir a la tienda, al trabajo, a estudiar, a la iglesia o a la capilla. El ciudadano salvadoreño estuvo de rehén por los 12 años que duró el conflicto armado y los 30 años del accionar de las maras o pandillas.

El ciudadano salvadoreño ahora camina y pasea con la mayor tranquilidad de hemisferio occidental, hoy sí El Salvador tiene actividad normal, actualmente el país por fin tiene vida nocturna, aunque parezca increíble es tan intensa como la diurna, los restaurantes y discotecas desbordan, los parques colmados de personas que disfrutan la nocturnidad en un ambiente familiar de paz y seguridad, ya no digamos el centro histórico de la capital y de las principales cabeceras departamentales.

El Salvador ha resurgido de los escombros convertidos en cenizas más vigoroso, energético y con mayor fuerza para erigirse como un paradigma.

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Debemos Superar la Cultura del Más Vivo

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Tipología del más vivo

  • Es una persona temerosa que no hace algo por ayudar a alguien que está en peligro, mejor sale huyendo.
  • Es vengativo, envidioso y tratará de hacer daño a toda aquella persona honesta, decente y trabajadora.
  • Es mediocre, pero aparenta tener excelencia, mediante argucias y falacias; se cree “San Bergón” o “Mrs. Cachimbón”, lo que significa que piensa saber y poder hacerlo todo.
  • En el trabajo o en el estudio es perezoso y sus tareas las cumple a medias el último día del plazo, y las realiza nada más para salir del compromiso, sin hacer un mínimo esfuerzo, para lo cual recurre a la piratería o al plagio, al presentar el trabajo de otra persona como suyo.
  • Practica el raterismo en los lugares donde trabaja al robar las grapas, cintas adhesivas, bolígrafos, papel, borradores, reglas, etc.
  • Está pendiente de hacer la “movida”, es decir, de efectuar corrupción en su lugar de trabajo, a escondidas de sus jefes y compañeros de labores; trata de estar bien “conectado” con personas influyentes para tener “cuello” (léase privilegios).
  • Fuera del trabajo está pendiente de adquirir las “cachadas”, objetos robados o de dudosa procedencia.
  • A la entrada del trabajo siempre llega después de la hora estipulada; sin embargo, a la hora de salir es puntual, es el primero en buscar la puerta de salida.
  • La impuntualidad es reconocida internacionalmente como la “hora salvadoreña”.
  • Como estudiante no le interesa aprender sino pasar el grado o el ciclo y obtener el certificado o título; sabe que el trabajo no lo conseguirá por sus capacidades intelectuales o académicas sino por el tráfico de influencias.
  • La peor ofensa que se le puede decir a un estudiante es que lea un libro, y su deporte favorito es copiar en los exámenes.
  • Busca las universidades más bajeras, porque sabe que ciclo pagado es ciclo aprobado; por tal razón, esas universidades “son un éxito” y se han hecho grandes instituciones y siguen en crecimiento.
  • Cuando por fin tienen el título, cambian de nombre para pasar a llamarse Licenciado o Doctor, y se enojan cuando no los llaman por el título comprado.
  • Es consumista compulsivo, no le importa no comer ni curarse de alguna enfermedad, por el afán de impresionar a sus familiares, amigos y vecinos.
  • Por lo general “no piensa”, sino que se deja llevar por la publicidad, propaganda y el marketing.
  • Tiene hijos a temprana edad, no importa si los pueden mantener o tener asegurado su futuro; algunas de estas uniones informales familiares terminan en fracaso; y continúan la procreación de hijos con otras mujeres que al final dejarán también abandonados; y en el caso de las mujeres y que quedan como madres solteras estas tendrán hijos de otros hombres totalmente irresponsables. que no se harán cargo de ellos ni de ellas.
  • A los hijos los “educan” a golpes y a gritos.
  • Los hijos son haraganes, malcriados y desobedientes con sus padres; pero hacen creer ante los demás que son exactamente lo contrario.
  • Como esposo no muestra cariño ni es caballeroso con su esposa porque esa conducta va en contra de su machismo; cree que las caricias y lo romántico son nada más para la etapa del noviazgo; es egocentrista, pues cree que él es el más importante de la familia, amén de ser mandón y controlador. No obstante, con los amigos es cariñoso, amable y servicial, y cuando está ebrio los abraza y hasta los besa.
  • En la casa no colabora con los trabajos domésticos, porque si lo hace se puede convertir en maricón.
  • Es tan macho que le da golpes o maltrata sicológicamente a la esposa.
  • Lo más importante es el fútbol de España, aunque no conozca este país europeo y ni siquiera sabe ubicarlo geográficamente; se convierte en gran crítico futbolístico; mientras el fútbol nacional da lástima y pena.
  • Es malhablado, no puede articular una oración sin mencionar palabras soeces y expresiones vulgares, en la conversación grita y gesticula con la cara y las manos.
  • Cuando va a una cafetería o restaurante no se lava las manos para comer, no usa el cuchillo y en su lugar ocupa la tortilla, pan o la mano; de igual forma, cuando va al baño a hacer sus necesidades fisiológicas no se lava las manos.
  • Escupe, orina y defeca en cualquier lugar.
  • Es curioso por naturaleza, está donde no lo llaman y se encuentra pendiente de lo que no le importa.

La conducta del más vivo se rige por antivalores, antipatriotismo y antinacionalismo; son los individuos producto del histórico y estructural bajísimo nivel académico del sistema educativo nacional, empeorado por el neoliberalismo y la globalización instaurado por el partido ARENA y administrado por el FMLN; pero fundamentalmente por el sistema político corrupto de ambos partidos políticos tradicionales que transitaron de la dictadura al autoritarismo y por el modelo económico injusto que prevaleció.

Ver Cultura del Guanaco o Posmodernismo

Óscar Martínez Peñate – Politólogo y escritor

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El valor de ser uno mismo

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Imagen de referencia

Por: Lisandro Prieto Femenía
Docente. Escritor. Filósofo
San Juan – Argentina

«Es muy aventurado ser uno mismo. Es más fácil y seguro ser como los otros, convertirse en una imitación, en un número en una cifra de la multitud» : Søren Kierkegaard

Hoy quisiéramos invitarlos a reflexionar sobre un asunto que siempre es actual, no importa la época en la que estemos parados, a saber, la búsqueda de la autenticidad que se enfrenta crudamente con la tendencia constante de masificarse en una sociedad enferma, sólo para encajar. En otras palabras, amigos míos, hoy trataremos de pensar si realmente vale la pena ser uno mismo cuando nadie quiere conocerse a sí mismo.

Las palabras de Kierkegaard citadas precedentemente señalan la esencia de una lucha existencial que enfrenta el individuo (que decide pensar) en su búsqueda de la autenticidad. El filósofo danés, considerado como uno de los padres del existencialismo, nos desafía a confrontar la difícil (pero hermosa y digna) tarea de descubrir y vivir conforme a nuestra verdadera esencia, una labor que, según él, implica un riesgo considerable. Pero, ¿por qué es peligroso conocerse a uno mismo, querido Søren? Pues bien, el mundo fue siempre un lugar donde la presión social y las expectativas externas son excesivamente abrumadoras y, en medio de esa tormenta, optar por ser uno mismo, es un acto de valentía que pocos se atreven a realizar.

Evidentemente, esta reflexión se centra en la autenticidad como concepto estrictamente existencialista, motivo por el cual vamos a recurrir, en primer lugar, a Jean-Paul Sartre, otro destacado pensador de esta corriente que reflexiona sobre la importancia de no ser un zoquete servil a la masa atontada. En su célebre obra denominada “El ser y la nada”, Sartre sostuvo que muchas personas prefieren vivir según los roles sociales predeterminados en lugar de asumir la responsabilidad de crear su propio sentido de ser. Visto así el asunto, la libertad de ser uno mismo está indisolublemente ligada a la acción consciente y responsable, lo que implicaría un rechazo activo de la conformidad pasiva que nos quieren vender permanentemente como ideal de pertenencia.

«No existe más realidad que en la acción» (Sartre, 1943, p. 88).

En pocas palabras, según Sartre, uno es libre cuando se atreve a actuar conforme a su reconocimiento. En este sentido, es preciso recordar que en el prólogo de “Los condenados de la tierra”, de Frantz Fanon, Jean Paul escribe: “Soy lo que hago, con lo que hicieron de mí”, frase que encapsula la idea de que, aunque las circunstancias nos moldean, no estamos completamente determinados por ellas, puesto que la autenticidad reside en reconocer nuestra situación real no idealizada, nuestras limitaciones concretas y, aún así, elegir cómo responder a la vida con ellas a cuestas. No somos mero producto de nuestra infancia, familia, tradición, historia o de las expectativas sociales y culturales, puesto que tenemos una capacidad (siempre limitada adrede) de transformar nuestra existencia a través de nuestras decisiones libres. Así, ser uno mismo, en el pensamiento del francés que mientras lee, repasa, es un acto de creación continua puesto que asumimos la responsabilidad de nuestras elecciones y, por ende, de nuestro ser.

Sobre el enunciado “soy lo que hago, con lo que hicieron de mí”, aparte, podemos desglosar dos cuestiones más. La primera, muy común lamentablemente, es la tendencia despreciable que tienen tantas personas emocionalmente mezquinas que en lugar de hacerse responsables de su formas patéticas de actuar, pensar y hablar, siempre se justifican diciendo una de las frases más violentas que puedan llegar a existir: “yo soy así, al que le guste bien y al que no, también”. Pues no, ser un cretino no es “ser uno mismo” justamente porque en este caso particular se está utilizando el argumento se un ser pre-moldeado que es incapaz de actuar interpretando el medio que lo rodea. Absolutamente nadie tiene derecho de culpar a otros por lo que uno es: sí, nuestra crianza nos marca, nos delinea, pero es sólo la base desde la cual nos empezamos a elevar cuando tenemos mayoría de edad mental. Así que ya saben, amados lectores, cuando alguien les conteste así, ya tienen en el bolsillo una respuesta demoledora de patanes negadores de sus decisiones.

El segundo aspecto que vale la pena analizar del “soy lo hago con lo que hicieron de mí” es algo que, en lo particular, me parte al medio siempre, sobre todo cuando escucho a un niño decirse a sí mismo “es que soy tonto”, “es que soy torpe”, “es que soy un inútil”. Es fatal justamente porque el infante, en su precoz proceso de autorreflexión existencia, considera que aquello que le dicen los padres, los abuelos, los tíos o cualquier referente familiar o de autoridad, es un reflejo de la realidad, cuando en el fondo, no es otra cosa que un maltrato innecesario ejecutado por personas despreciables que necesitan menospreciar la autoestima de un niño como metodología de crianza mezquina. Ante estas situaciones, los seres humanos normales, deberían interrumpir ese acto de auto-desprecio que realiza el niño y recordarle que absolutamente todo lo que le han dicho de sí mismo son patrañas, que quienes se lo han inculcado son imbéciles y que él, con sus defectos y virtudes, es un ser maravilloso plagado de infinitas posibilidades de cara a una vida feliz.

Continuando con el análisis de “ser uno mismo”, es momento de preguntarnos, entonces, ¿qué papel juega la presión y la conformidad de la sociedad? En este sentido, nos viene genial recurrir a Nietzsche, un crítico feroz de la moralidad tradicional y de la cultura occidental judeo-cristiana ante la cual, por motivos personales, estaba completamente resentido. En su obra “Así habló Zaratustra” criticó a aquellos que siguen ciegamente las normas sociales y se “conforman” con las expectativas de los demás, catalogando esa clase de personas como “el último hombre”, “el más despreciable, el que ni siquiera se desprecia a sí mismo” (Nietzsche, 1883, p.10). Como contraparte, nuestro filósofo bigotón y enojón aboga por el desarrollo del «Übermensch» (superhombre), que vendría a ser un individuo que trasciende la moral convencional para crear sus propios valores y vivir según ellos: este súper-hombre no se conforma con ser parte de la masa, sino que busca continuamente su propia transformación y superación.

Paralelamente, introduce la idea del “eterno retorno”, una concepción filosófica que desafía al individuo a imaginar que cada momento de su vida debe ser vivido una y otra vez, eternamente. Según Nietzsche, esta idea es la prueba suprema de la autenticidad: ser uno mismo implica aceptar la vida tal como es, con todas sus alegrías y sufrimientos, y desear vivirla de nuevo sin arrepentirse de nada. Justamente por eso es importante que no temamos ser auténticos: la aceptación del eterno retorno de lo mismo no es sólo un acto de coraje, sino de total afirmación de la vida ya que se es uno mismo cuando asumimos nuestro destino con tal intensidad que estaríamos dispuestos a repetir nuestra vida eternamente. Esto lo podemos apreciar, en todo su esplendor y belleza, cuando nos encontramos con ancianos y les preguntamos “¿de qué te arrepientes, abuelo?” y te contestan “de absolutamente nada”. Qué fantástica y hermosa forma de haber vivido, ¿verdad?

«¿Cómo te sentirías si un día o una noche un demonio se colara furtivamente en tu más solitaria soledad y te dijera: ‘Esta vida, tal como la vives ahora y tal como la has vivido, tendrás que vivirla una vez más y una infinidad de veces más’?» (La gaya ciencia, 1882, §341).

Por último, y no por ello menos importante, no podemos dejar de lado a Martin Heidegger, quien influenciado por Kierkegaard, también exploró el concepto de autenticidad en su célebre obra “Ser y tiempo”. Recordemos que Heidegger utiliza el término “inautenticidad” para referirse a la existencia de aquellos que viven según las expectativas de la “gente” (das Man), o como siempre enunciamos, en el mundo del “se dice”, perdiendo así la singularidad y la libertad.

«La inautenticidad es la caída en el mundo y el olvido del ser» (Heidegger, 1927, p. 220).

Todos somos conscientes de lo marcada que está la vida cotidiana por aquello que Heidegger denominaba “ser-en-el-mundo”, donde el individuo se encuentra inmerso en las actividades y preocupaciones diarias, a menudo bajo la influencia del consumo desproporcionado de noticias intrascendentes o de modas y estilos de vida banales y vacíos que le dan importancia a cosas que, en el fondo, no la tienen. Esta es la condición de inautenticidad, en la que el Dasein (el “ser-ahí”, o sea, nosotros) se pierde en el mundo de las expectativas sociales, viviendo de manera hueca, impersonal y conformista.

Pero, seguramente usted se estará preguntando ¿pero qué es ser auténtico? Pues bien, según Heidegger la autenticidad surge cuando nos enfrentamos a la pregunta fundamental por nuestro propio ser. Esto ocurre principalmente a través de la confrontación con la muerte, que Heidegger llama “ser-para-la-muerte”: la muerte es el horizonte final que da sentido a nuestra existencia, y es sólo en la comprensión de nuestra finitud que podemos alcanzar una vida auténtica. Así, pues, la autenticidad radica en el reconocimiento de nuestra extremadamente limitada temporalidad y en la decisión de vivir de acuerdo con nuestra posibilidad de ser, en lugar de dejarnos guiar por las payasadas propias del mundo del “se dice” o por los valores preestablecidos por la moda circunstancial de la época en la que nos tocó vivir.

El Dasein, el ser-ahí, o sea, el único ser que se pregunta por su ser, se abre a la posibilidad de una existencia auténtica cuando “ha comprendido su propia existencia en su posibilidad más extrema, es decir, en su ser-para-la-muerte» (Ser y tiempo, 1927, p. 299). Cuidado amigos, esta comprensión no es un simple conocimiento intelectual, sino una experiencia vivida que transforma la manera en que nos relacionamos con nuestro propio ser y con el mundo: hagan la prueba ustedes mismos, noten cuál es la actitud ante la vida de alguien que niega la posibilidad de su muerte y contrasten con aquellos que abrazan abiertamente la idea de la finitud.

Lamento recordarles nuevamente que esto es filosofía, acá se mastica mucho el problema y no se regalan, al estilo de autoayuda exprés, ninguna solución simplona. La autenticidad, por lo tanto, no es un estado permanente, como tampoco lo es la felicidad, sino que se trata de una tarea constante, una manera de vivir que implica estar siempre consciente de nuestra propia finitud y de las posibilidades que tenemos de ser. En esta perspectiva, “ser uno mismo” es la capacidad de “estar resuelto”, según Heidegger, que no es otra cosa que vivir de acuerdo con nuestra propia comprensión del ser, a pesar de las inevitables distracciones y tentaciones de la estúpida y sensual inautenticidad.

En fin, amigos míos, propender a “ser uno mismo” es un desafío constante y una lucha contra la tendencia a la unificación, a la masa y a la conformidad vacía. Vivir de manera auténtica no es hacerse el rock-star o el rebelde sin causa, para nada, sino que requiere de un compromiso con la libertad y la responsabilidad personal, lo cual es un acto radical en un mundo que a menudo valora que seamos todos iguales e individualmente no seamos nada. En este fango en el que vivimos, entonces, la autenticidad no es una cuestión de descubrir quiénes somos, sino de atrevernos a serlo, a pesar de los riesgos y las incertidumbres que esto conlleva. Pero, ¡carajo que vale la pena intentarlo!

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