ENTREGA ESPECIAL
«Había gritos y lamentos», relata testigo de microbús quemando Mejicanos

«Los gritos y lamentos de terror no paraban y se mezclaban con un montón de disparos de armas de fuego. Yo estaba dentro de la casa atendiendo a mi hijo enfermo y en un instante, me fijo que la calle comenzó a iluminarse y fue cuando el microbús agarró fuego», eso es lo que Lidia Martínez (nombre ficticio) recuerda de la noche del fatídico 20 de junio de 2010 cuando un grupo de terroristas de la pandilla 18 acabó con la vida de 17 personas que viajaban en un microbús de la Ruta 47, otras 15 víctimas resultaron con lesiones.
El atentado, en el que los delincuentes rociaron gasolina al transporte de pasajeros y dispararon a las víctimas que pretendían huir del ataque, ocurrió a las 7:30 de la noche en la entrada de la colonia Jardín, en Mejicanos. El terrorista Carlos Oswaldo Alvarado, fue uno de los que incendió el microbús para vengar el asesinato de uno de sus hermanos conocido como «Crayola». En 2016 lo condenaron a 410 años de prisión. Otro de los implicados fue Gustavo Ernesto López Huezo, alias «Tavo», quien en 2013 lo condenaron a 66 años de cárcel.
Una de las víctimas mortales fue Hazel Melany Gómez, de 18 meses, y su padre Elías Antonio Gómez. El asesinato de la menor de edad conmocionó a los salvadoreños.

A 13 años de la tragedia que provocó la indignación nacional, Lidia aún recuerda como niños y mujeres gritaban que las sacaran del transporte en llamas. El recordar el hecho le genera mucha tristeza hasta las lágrimas al imaginar la saña, odio y maldad con la que los mareros le arrebataron la vida las personas que su «único pecado fue viajar en un microbús».
La señora vive a escasos metros de donde ocurrió la masacre. Relata que por muchos años los recuerdos de aquella trágica noche le afectaban conciliar el sueño. «No sé cómo estoy aquí y logré llegar a mis 81 años si creo que la impresión de la situación de ese domingo me hubiera matado. Yo tengo bien presente todo eso porque tenía mal de salud a mi hijo y yo lo estaba atendiendo cuando todo eso pasó, bien triste, bien lamentable todo eso», cuenta la octogenaria.
La familia de Guadalupe García tiene un puesto de comida a la par de donde ocurrió la masacre. Guadalupe rememora ese evento como algo trágico y bien difícil por todo lo que los vecinos le contaron que los pasajeros solo gritaban y lloraban en su intento por salvarse, «recordamos que eso fue bien difícil porque cuentan los vecinos de ver la gente que gritaba, que estaba quemada y después le disparaban, bien doloroso todo eso…».
Marcela es hermana de Guadalupe y lamenta la muerte de las 17 personas y las lesiones en otras 15 víctimas. La señora cuenta que la masacre hizo que la colonia quedara sola y el comercio bajó a más de la mitad. «Demasiado triste por todo lo sufrido por las personas que iban en el microbús, pobrecitos unos cuerpos quedaron carbonizados. Solo de imaginarlo se me eriza la piel, no quiero ni pensar todo lo que vivieron esa pobre gente», manifiesta la vendedora.
Marcela comenta que el negocio estuvo cerrado por dos días debido a que la zona estaba acordonada por la Policía mientras continuaban con las investigaciones.
En la actualidad, las hermanas García, otras comerciantes y habitantes de la zona cercana donde ocurrió el atentado en junio de 2010 aseguran que viven tiempos de tranquilidad debido a las mejoras en seguridad implementadas por el gobierno del presidente Nayib Bukele, desde junio de 2019 con su Plan Control Territorial y reforzadas a finales de marzo de 2022 cuando el gobierno comenzó a encarcelar a miles de mareros.
«Ha cambiado mucho, antes decíamos que por los muchachos (mareros) era peligroso, pero como la mayoría se los llevaron cuando el gobierno puso el régimen y la zona ha cambiado mucho. Nosotros hemos visto los cambios en la seguridad, uno anda más tranquilo, nuestros clientes y nosotros ya no estamos con ese temor», opina Guadalupe. Su hermana Marcela indica que gracias a los altos niveles de seguridad los clientes se han incrementado porque ya no están bajo el acoso de los pandilleros.
Paz Cartagena tiene aproximadamente seis años de vender jugos naturales y frutas el lugar, manifiesta que con el trabajo en seguridad se han visto las mejorías y ahora vende más. «Hoy es diferente. Darle gracias a Dios, el señor presidente porque ha hecho cambiar las cosas, le hacemos el llamado que siempre vean la seguridad y que no vayan a cambiar todo lo bueno que se ha logrado hasta ahora», dice.
ENTREGA ESPECIAL
Primer proyecto de la Franja y la Ruta en el Caribe atrae a empresas extranjeras

La Iniciativa de la Franja y la Ruta implementada por el gobierno de China, esta generándo desarrollo en el Caribe debido a la inversión en diferentes sectores comerciales y de educación.
Muestra de ello es moderno polígono industrial Phoenix Park, que es el primer proyecto que constituye hoy en día un punto de atracción de empresas extranjeras hacia Trinidad y Tobago.
Diseñado y construido por la empresa china Beijing Construction Engineering Group (BCEG), el parque cuenta con un área de alrededor de 580.000 metros cuadrados y desde hace unas semanas es administrado por la empresa estatal Evolving TecKnologies and Enterprise Development Company Limited (e Teck), perteneciente Ministerio de Comercio e Industria de Trinidad y Tobago.
La instalación es también el primer parque inteligente del Caribe, al contar con inteligencia artificial y tecnología móvil de quinta generación (5G), grandes datos e internet de las cosas.
El uso de estas tecnologías busca garantizar de manera inteligente la seguridad integral, el acceso conveniente, la gestión de instalaciones, la eficiencia energética y la protección ambiental.

En su primera fase de construcción, el parque tiene ya cinco edificios de fábrica estándar, cada uno con 5.000 metros cuadrados, que brindan espacio de producción y operación a las primeras empresas instaladas en el área cercana al puerto de Point Lisas, en la parte centro occidental del país caribeño.
Cuenta, además, con servicio completo de agua, electricidad, gas, comunicaciones, tratamiento de aguas residuales y cinturones verdes.
«Nuestra empresa espera establecer un nuevo modelo de negocio que integra diseño, construcción y promoción de inversiones, con la implementación exitosa del proyecto de Phoenix Park y replicar este modelo en los países vecinos», dijo a Xinhua el gerente general adjunto de BCEG en Trinidad y Tobago, Wang Tao.
El directivo explicó que BCEG ha logrado introducir cuatro empresas chinas y que varias más han expresado interés en instalarse.
Wang, quien además es el gerente de Proyecto de Phoenix Park, agregó que de esa forma buscan ampliar el territorio de inversión para las empresas chinas, así como promover la transformacion y mejora de BCEG para un desempeño de alta calidad en los negocios internacionales.
Por su parte, Sekou Alleyne, presidente de InvesTT, la agencia nacional de promoción de inversiones alineada con el Ministerio de Comercio e Industria, comentó que hay más de 10 empresas locales y extranjeras interesadas en invertir en la nueva instalación.
«Lo que más interesa a los inversores es la proximidad al puerto y la infraestructura del parque», dijo Alleyne, quien ha visitado China cuatro veces en los últimos años.
En tanto, el vicepresidente de e Teck, Daniel Duncan, expuso la importancia para Trinidad y Tobago de ampliar las posibilidades de inversión más allá del sector energético y del gas.
«Como el país se esfuerza por diversificarse y no depender únicamente del petróleo y del gas, esta modalidad de desarrollo es muy importante, de ahí la razón de ser del polígono industrial Phoenix Park, donde se privilegia a la industria ligera de alto valor agregado», apuntó.
La primera empresa establecida en Phoenix Park ha sido SUMMIT, una compañía creada en 1994 en la provincia meridional china de Guangdong y especializada en la producción de maletas.

«Vinimos por su ubicación estratégica, ya que nuestros principales clientes están en Estados Unidos y el transporte es conveniente, además en términos de políticas, se trata de una zona libre de impuestos, lo cual nos resulta muy atractivo», explicó la responsable de la empresa en el país caribeño, Huang Qiujiu.
SUMMIT planea también instalar dos líneas de producción, aunque por ahora sólo ha empezado una, donde laboran 23 empleados del país, una cifra que debe incrementarse hasta al menos unos 50 trabajadores.
Las autoridades trinitarias esperan que una vez que el parque industrial esté a plena capacidad de operación se crearán 4.500 nuevos puestos de trabajo.
El polígono industrial Phoenix Park es un proyecto emblemático de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en la región caribeña, además de constituir un beneficio económico para Trinidad y Tobago.
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114 fallecidos y perdidas millonarias en Hawái por voraces incendios

El gobernador de Hawaii, Josh Green, anunció que la reconstrucción de la devastada zona en la isla de Maui, afectada por los incendios, será definida por la comunidad. Green afirmó que Lahaina, la localidad costera más afectada, será restaurada como un tributo a los fallecidos y con un enfoque en preservar la cultura nativa hawaiana.

“Lahaina se levantará de nuevo […] La localidad costera se reconstruirá como un monumento viviente a los muertos, que el viernes ascendieron a 114, al tiempo que se preservará y protegerá y la cultura nativa hawaiana”, añadió.

La declaración se hizo durante un discurso en vivo desde Honolulu, donde el gobernador se dirigió a los habitantes de Lahaina y a las familias afectadas. No obstante, algunos habitantes expresaron preocupación por la velocidad de la respuesta gubernamental, sosteniendo que es necesario permitir que la comunidad procese su dolor antes de tomar decisiones.

El gobernador Green trató de disipar esas preocupaciones, asegurando que la reconstrucción será un proceso que tomará años y requerirá miles de millones de dólares. Afirmó que Lahaina pertenece a su gente y que están comprometidos a restaurarla de la forma en que la comunidad desee.

La reconstrucción se realiza en un contexto de críticas y desconfianza hacia la respuesta gubernamental. Además de los problemas de comunicación, la ausencia de sirenas de emergencia y la mala gestión de recursos naturales se han señalado como factores que agravaron la situación.

El gobernador Green también anunció que una organización externa llevará a cabo una evaluación “imparcial e independiente” de la respuesta gubernamental al desastre. A medida que avanza la búsqueda y el análisis, se espera que el número de fallecidos aumente.

ENTREGA ESPECIAL
Relato de un niño de 9 años que cruzó 4 países para reunirse con sus padres en EE.UU.

El protagonista de «Solito», el libro de memorias del escritor y poeta Javier Zamora, es un niño de 9 años que realiza un viaje imposible, terrible, un viaje que nadie debería tener que hacer.
A esa edad, Zamora dejó su pueblo natal en El Salvador con el objetivo de llegar a Estados Unidos para a reunirse con sus padres, que habían partido antes que él: el papá huyendo de la guerra civil, la mamá unos años después para reencontrarse con su esposo y buscar nuevas oportunidades.
Su abuelo lo acompañó hasta Guatemala, pero luego Javier, alias «Chepito», tuvo que seguir solo y atravesar México y el desierto de Sonora, junto a otros migrantes que seguían su misma ruta. Muchos se quedaron en el camino. Fueron detenidos, murieron o simplemente desaparecieron.
La travesía debía durar dos semanas, pero por una traición duró nueve. «Solito» habla de lo que ocurrió en esos 49 días y de las relaciones que nacieron en ese trayecto.
Es un texto donde detalles devastadores se entrelazan con pasajes de una belleza estremecedora. Un libro que los críticos han descrito como importante, necesario, inolvidable.
«Por primera vez me sentí alone, lonely, solo, solito, solito de verdad»… Empecemos por esta frase que le da título al libro y que refleja una soledad muy desoladora. ¿Qué sentiste al escribirla por ese niño que fuiste?
Recuerdo que cuando escribí esa oración, me salió así a la primera, no le hice cambios. Creo que marcó un momento y de alguna manera encapsula lo que he sentido al trabajar en el libro, que es como un reconocimiento de lo que me ocurrió, de lo que sufrí, que es algo que me ha costado mucho tiempo aceptar.
Yo llegué a Estados Unidos a los 9 años y no comencé a escribir estas memorias hasta los 29. Tuvieron que pasar 20 años para que me atreviera a recordar y a dejar atrás ese escudo masculino, de hombre latino, tan machista, que cree que si uno no piensa en algo simplemente desaparece.
Pero sucedió. Y escribirlo me liberó, me ayudó a sanar.
Claro que el título no lo elegí yo, y cuando mi agente me lo propuso a mí no me gustaba nada.
¿Por qué?
Quizás porque estaba en medio de una terapia y aún no estaba preparado para enfrentarme a esa desolación. Que es muy grande.
En realidad, si pienso en el título, yo creo que no tuve una sino tres soledades.
La primera es haber crecido sin mis padres, sin mi papá que se va primero cuando tengo 1 año y sin mi mamá, que lo sigue cuando voy a cumplir 5.
La segunda ocurre cuando mi abuelo, que me acompañó hasta Guatemala, regresa a El Salvador, y me siento solito de verdad porque es la primera vez en la vida que no tengo a mi alrededor a alguien cercano.
Y la tercera se da cuando luego de sobrevivir junto a todos esos migrantes -sobre todo junto con Chino, Patricia y Carla, que se convirtieron en mi familia- llegamos a Estados Unidos y nos separamos. Se van, me quedo sin ellos.
De hecho, es muy paradójico que el libro termine cuando te encuentras con tus padres, y esa alegría enorme vaya acompañada de una pérdida que te duele tanto.
Sí. Probablemente esa es la soledad que me ha costado más. Es la que me oculté, la que olvidé por 20 años, hasta que comencé a escribir «Solito».
La de haber perdido a quienes literalmente me cargaron cuando ya no podía caminar, a los que me salvaron la vida.
Y al mismo tiempo que existe esa desolación tan profunda, en el libro abunda la ternura. ¿Estabas consciente de eso al escribir?
Sí, fue algo que hice conscientemente.
Me ayudó mucho que en 2017, dos años antes de empezar a escribir «Solito», yo había publicado en Estados Unidos mi primer libro, Unaccompanied (aún no traducido al español), que es un poemario.
Tenía 27 años, y al releerlo en medio de la terapia que estaba haciendo, me di cuenta de lo tristes que eran todos los poemas, que hablaban de mi papá durante la guerra civil de El Salvador, de mi vida en Estados Unidos sin papeles, y de cruzar la frontera, el borde.
Y al reconocer el enojo y el resentimiento que esos versos tenían hacia mí mismo, hacia mis padres, hacia EE.UU., entendí que me estaba engañando, que yo era mucho más que ese trauma.
Así que cuando tomé la decisión de escribir mis memorias en prosa, me propuse ser más tierno conmigo mismo y con los migrantes con los que viajé.
Es, además, mi forma de criticar lo que los periodistas escribían en esa época, cuando se produjo la crisis en la frontera y parecía que por primera vez descubrían que había niños migrantes.
Siendo yo uno de ellos, me dolía lo que leía, esos reportajes que nos reducían a una estadística o al perfil de alguien que sufre, que es un pobrecito al que hay que ayudar.
Yo sabía que eso no era todo, que no nos pasamos las 24 horas sufriendo. También hay momentos tiernos, momentos chistosos, de pura alegría, al comer por ejemplo, al probar tacos, y en tantas otras cosas que espero que hayan quedado capturadas en el libro.
De hecho, uno de los momentos más conmovedores del libro sucede cuando la policía migratoria los detiene y los obliga a tenderse en el suelo con las extremidades extendidas, y tú te imaginas que eres Superman y que estás volando. Es una imagen que rompe el corazón. ¿Es real o una licencia literaria?
Yo estoy convencido de que ocurrió.
Creo que es la técnica que usó mi cerebro para disociar, para no estar ahí tirado en el suelo con soldados apuntándonos. Preferí volar o jugar con la lagartija que apareció en ese momento y a la que llamé Paula.
Haciendo eso, trasciendo la escena, me voy.
Y sé que pasó, que es verdad, porque todavía hoy cuando estoy en una situación en la que no quiero estar, por ejemplo en una conversación que no me gusta con mi esposa, yo digo «oh, mira, mira el pájaro, mira cómo vuela».
Es algo que nunca se va, que aprendí de niño por el trauma, y que aún está conmigo.
Entiendo que la primera escena que escribiste es la del bote que toman desde Guatemala para llegar a México, que aunque contiene la dulzura de cómo te cuidan tus acompañantes, describe una situación brutal con detalles raramente mencionados en la prensa, que solo habla de los naufragios o de los que logran cruzar y quedan detenidos o atrapados…
Yo empecé a escribir el libro como una memoria tradicional, como un hombre de 29 años, poeta, que recuerda las peores nueve semanas de su vida.
Pero incluso yo como escritor me aburría con lo que escribía.
Fue en esos días cuando mi terapeuta me sugirió hacer el ejercicio de pensar qué sucedería si me conectara con ese niño con el que por 20 años no había querido hablar ni ponerme en su piel, en sus zapatos.
Estamos hablando de 2019 y en los periódicos seguía habiendo muy poco entendimiento de lo que es emigrar a Estados Unidos. Solo se hablaba de las caravanas de caminantes o de La Bestia.
Pero esa no era mi historia ni mi ruta. Y nadie escribía de estos botes, que por lo demás todavía se usan.
Era algo que me enojaba. Y cuando me puse a escribir, me salió este episodio, que redacté de forma casi compulsiva, sin frenar.
Fue una experiencia dura, pero escribirlo en presente me ayudó a recordar muchas cosas, como el olor del mar mezclado con el de la gasolina y el del sudor; o el mareo y el vómito de los que iban conmigo y cómo el viento nos devolvía lo que vomitaban y todos nos impregnábamos de ello; o el hombre que gritaba porque le temía al mar y no sabía nadar y que me dio mucho, mucho miedo, porque yo tampoco sabía nadar.
¿Tenías miedo de morirte o te asustaba más no llegar a tu destino, no reencontrarte con tus padres?
No sé si a esa edad yo entendía cognitivamente el concepto de la muerte, aunque como todo ser humano, seguro la intuía.
Pero ver a los adultos tan llenos de miedo, me causó un gran horror, un terror que no se olvida, que te marca.
Uno podría decir que en paralelo a la travesía, el libro es como un viaje inaugural en el que nombras muchas cosas que aprendes o te pasan por primera vez, desde amarrarte los cordones de los zapatos, a conocer países nuevos, comidas que no habías probado, tu atracción hacia Carla…
Sí, hay cosas lindas que me pasaron en ese viaje, pero en perspectiva me he dado cuenta de que yo no tuve niñez, que la perdí en el viaje. Y eso es triste.
Hay una escena particular que marca eso, que es cuando pruebo mi primer cigarrillo y los hombres que me acompañan me mandan a buscar gasolina en polvo. Como broma. Porque yo era ingenuo y no sabía que no existía.
Para ellos, esa fumada es lo que se necesitaba para que este niño de 9 años se sintiera como más machito o más poderoso. Que sí, funciona. Pero también ese momento marca el fin de una etapa del niño que yo era y el que hubiera sido si no hubiese pasado todo lo que ocurrió después.
Es algo muy complejo, porque al mismo tiempo, lo que pasó es lo que me ha formado, lo que me hace la persona que soy.
Quizás por eso, porque siento que no tuve niñez, el mejor elogio que alguien me puede hacer cuando entramos en confianza es decirme que parezco un niño.
Como en toda historia de migración, el coyote es un personaje importante en tu libro, pero cuentas que para la gente de tu pueblo era una figura familiar, como un «coyote bueno», lo que suena bastante contraintuitivo.
Sí, este es un punto que tal vez mucha gente no va a entender, pero en esos tiempos, en los 90, muchas de esas personas a las que llamábamos coyotes pensaban que de verdad estaban ayudando a otras personas, como yo o como otros que estaban huyendo de una guerra o una posguerra, a reunirse con sus familiares en Estados Unidos.
En sus mentes, esos coyotes estaban haciendo algo bueno.
Y, pese a que mucho de lo que a mí me ocurrió fue culpa de un coyote, yo soy del mismo pensamiento de que sí, estaban haciendo algo bueno.
Funciona un poco como en una economía. El mercado estaba ahí y alguien tenía que hacer ese trabajo.
Pero hoy el mercado se ha hecho tan rico, tan bueno, que se ha convertido en un monopolio dominado por los carteles, que han comprado y contratado a los coyotes. No hay coyotes que no pertenezcan a uno.
La infraestructura de la inmigración ha cambiado en forma exponencial hacia lo peor. Por eso es que cada vez mueren más migrantes.
Ni salvadoreño, ni estadounidense, tú prefieres que te describan como migrante, ¿no?
Sí, sí, he usado esa palabra y he pedido que la usen, pero ahora en muchas de mis charlas y entrevistas estoy tratando de usar el término sobreviviente, porque creo que la palabra inmigrante ha sido tan distorsionada que, al menos en Estados Unidos, se convierte en algo muy negativo.
Terminemos hablando del amor. Las relaciones que nacen en tu travesía están colmadas de él. Después de haber escrito tanto sobre el dolor, ¿no te dan ganas de escribir sobre el amor?
Ah, sí, es cierto que quizás mis poemas no tienen tanto amor, pero yo veo mi prosa, este libro como una gran carta de amor para los cuatro. La carta que siempre espero que lean, o escuchen de ella y volvamos a vernos.
Y lo que estoy escribiendo hoy, que es como la segunda parte, mi vida en Estados Unidos, creo que va a ser incluso más dura de leer, pero también es una carta de amor, esta vez para mis padres, que me tuvieron a los 18 años, y también han sufrido mucho.
El padre de Javier inmigró a Estados Unidos huyendo de la guerra civil de El Salvador un poco después de que se tomara esta fotografía.
Para ellos lo que pasó fue muy difícil. Mi papá dice que nunca va a olvidar el olor que yo tenía cuando nos reencontramos. Lloró mucho con eso.
Él leyó el libro, pero mi mamá no ha logrado pasar del primer capítulo.
¿Y sabes qué repercusión ha tenido en otros migrantes?
Mira, curiosamente, en los tres años que estuve de gira con mi libro de poemas, nunca hablé con algún migrante de mi trabajo.
Pero con «Solito» es diferente. Ha sido maravilloso que a las lecturas vayan niños o que se me acerquen adultos y me digan «yo también fue un niño migrante».
Llega a ser escalofriante que muchos me cuenten que cruzaron el mismo mes y año que yo, que estuvimos en el desierto de Sonora en el mismo momento. Por mucho tiempo yo sentí que estaba solito en ese trauma, que había sufrido más que nadie, y eso es muy tóxico, porque te dejan de importar los que están a tu lado.
Pero no es verdad. No estamos solitos. Somos muchos.
Ahorita mismo, mientras hablamos, seguro hay un niño de Venezuela, Cuba, Nicaragua o El Salvador que está cruzando. Ojalá ellos también lleguen a saber que no están solos, que nunca lo han estado.