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Rosario Murillo, primera dama de Nicaragua y su historia de “árbol de la vida”
Después de dos horas turdnándose para serruchar un árbol de hierro de más de 15 metros de altura, se escuchan gritos. Son gritos de júbilo. Ha caído el primero. Decenas de jóvenes, algunos ocultando su rostro, han logrado lo inimaginable: botar un «árbol de la vida», el símbolo de poder de Rosario Murillo, esposa del presidente Daniel Ortega y quien desde 2017 es la vicepresidenta del país.
Los medios de comunicación de Nicaragua han calculado que hay unas 140 estructuras de metal conocidas como «árboles de la vida» instaladas sobre todo en la capital, Managua, por disposición de Murillo, pese a las críticas de la población, que los desprecia por su inutilidad y costo, calculado extraoficialmente en 25.000 dólares cada uno, sin incluir los costos de energía eléctrica al año.
En los últimos 11 días, durante las protestas que han provocado al menos 35 muertos en Nicaragua, los manifestantes han derribado alrededor de cinco «árboles de la vida» de las principales rotondas. Botarlos, a criterio de la exguerrillera Mónica Baltodano, es una especie de reivindicación porque simbolizan el poder de Rosario.
«Simbolizan también la perversidad y la vanidad de su autora. Expresan la subordinación de las instituciones, conducidas a producir las estructuras para satisfacción de los caprichos. Los jóvenes derribaron esas estructuras como símbolo del poder que se quiere derribar. El del Chayo – Orteguismo», dice.
Cuando Baltodano habla de Chayo-Orteguismo se refiere al poder de la pareja presidencial, de Daniel Ortega y de Rosario Murillo, quienes se unieron en la década de los 70, cuando él era un guerrillero exiliado en Costa Rica, y hoy conforman un inusual matrimonio. El único en Latinoamérica que gobierna un país. Al mejor estilo de la famosa serie televisiva «House of Cards«, de Netflix.
La compañera
Murillo se hace llamar «la compañera». En cualquier parte del país, si alguien habla de la compañera está refiriéndose a ella. A él todos le llaman «Comandante», pese a que entre los antiguos Comandantes de la Revolución, que dirigieron la Revolución Sandinista en los años 80, él fue quien tuvo menos trayectoria guerrillera. Es candidato presidencial desde 1984. Dejó el poder en 1990 y regresó en 2006. También es el Secretario General del partido en el gobierno, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Cada mediodía los nicaragüenses escuchan a Murillo en al menos cuatro televisoras y la misma cantidad de radios que son controladas por sus hijos o personas afines a la familia. Da información sobre el clima, sobre lo que están realizando todas las instituciones de Gobierno, detalla si hubo sismos, su magnitud y epicentro, o bien, si el Ministerio de Salud está realizando alguna jornada de vacunación, si se han registrado muertes maternas, si se construirá algún edificio público y cuántos muertos por accidentes de tránsito hay, ¿sobre qué no informa la compañera? Si se requiere una versión oficial sobre algo se debe escuchar cada mediodía su discurso.
Ningún funcionario tiene autoridad para dar declaraciones, solo ella, quien también habla en nombre del Presidente de la República y en ocasiones recuerda qué santo se celebra cada día.
Rosario Murillo entró a la escena política tardíamente. En su juventud fue la secretaria personal del mártir de las libertades públicas y director del diario La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro. Tiene nueve hijos con Ortega y en la década de los 80, mientras él gobernaba, dirigió la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura (ASTC), un organismo paralelo al Ministerio de Cultura, que dirigía el poeta Ernesto Cardenal. Ella también es poeta, habla varios idiomas y fue educada en Inglaterra y Suiza.
Él entró desde muy joven a la lucha contra la dictadura somocista, estuvo encarcelado y fue torturado. Salió libre tras el famoso asalto al Palacio Nacional, en 1978, dirigido por Edén Pastora y Dora María Téllez. Desde entonces se refugió en Costa Rica. Fue uno de los nueve comandantes de la Revolución Sandinista y en 1984 lo eligieron Presidente.
Perdió el poder en las elecciones de 1990, al enfrentarse con Violeta Barrios de Chamorro, viuda del Mártir de las Libertades Públicas, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, asesinado en 1978. Tras la derrota electoral, Ortega se dedicó a «gobernar desde abajo» y a refundar el partido, erigiéndose como su secretario general. Su eterno máximo dirigente.
Entre 1990 y 2006 gobernó desde abajo, ya que tuvo el control de sindicatos, transportistas y movimientos estudiantiles, que con protestas podían paralizar al país. Sus conocidos lo describen como un hábil negociador. Sus críticos aseguran que pasó de ser guerrillero a un corrupto que amasa una fortuna y que ha pactado con antiguos adversarios para permanecer indefinidamente en el poder. Ortega conduce un Mercedes Benz, tiene el control de todos los poderes del Estado y sus hijos están en puestos gubernamentales.
El regreso
Desde que Daniel Ortega regresó al poder en las elecciones generales de 2006 ha estado rodeado por su familia. Entre 2007 y 2016 Rosario Murillo ostentó el cargo de coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, una instancia creada bajo su mandato que funciona en la práctica como una Primer Ministro todopoderosa, que a su vez tiene las funciones de vocera presidencial.
En vísperas de las elecciones presidenciales del año 2011, Ortega, amparándose en el control total del Poder Judicial, logró que ésta le eliminara los candados constitucionales que le impedían reelegirse y permanecer en el poder. Luego el Poder Electoral, también bajo su control férreo, «acató» la sentencia judicial y le permitió competir y triunfar.
Posteriormente, en 2013, los diputados del Frente Sandinista en la Asamblea Nacional –de mayoría aplastante- reformaron la Carta Magna y establecieron la reelección presidencial indefinida.
Rosario Murillo fue desplanzando a la antigua guardia del FSLN y promoviendo una nueva generación de funcionarios que le responden a ella. (Jairo Cajina)
Para los comicios generales siguientes, de 2016, Ortega ya no necesitó conceder el cargo de vicepresidente a ningún aliado político. El 2 de agosto de 2016, ambos se presentaron a las instalaciones del Consejo Supremo Electoral (CSE). Ya se sabía que Ortega sería el candidato presidencial del Frente Sandinista y la gran incógnita era quién sería su compañero de fórmula.
«¿Quién va a asumir la vicepresidencia para continuar el buen gobierno en este país, para continuar trabajando por la paz, por la estabilidad? ¿Quién?», preguntó Ortega en un acto improvisado frente a decenas de jóvenes uniformados con camisetas blancas, que pertenecen a la Juventud Sandinista.
De inmediato respondió: «No podíamos dudar que tenía que ser una mujer, ¡y quién mejor que la compañera que ha realizado ya una labor puesta a prueba, con mucha eficiencia, con mucha efectividad, con mucha disciplina, con mucho sacrificio! ¡sin horario!». Se refería a su esposa, Rosario Murillo.
¿Cómo es que Nicaragua llegó a estar gobernada por un matrimonio? Hugo Torres, general en retiro, y quien fue el guerrillero número 1 que encabezó la acción política y militar que liberó a Ortega de la cárcel, tiene una explicación: «Rosario Murillo siempre tuvo la ambición de ser la Presidenta y ha venido arrancando cuotas de poder, sobre todo desde que defendió a Daniel Ortega de las acusaciones de violación que le hizo su hija Zoilamérica».
Dichas acusaciones fueron realizadas por Zoilamérica Narváez en 1998, ella es hija de Murillo e hijastra de Ortega.
«Ahí él firmó un cheque en blanco, y ella se dio a la tarea primero como primera dama de acumular rápidamente poder. Fue desplazando a la vieja militancia sobre la cual ella no tenía autoridad y lo fue sustituyendo por jóvenes, hijos algunos de esa vieja militancia, y fue estableciendo una relación política cercana, de esa manera se fue creando un ejército de incondicionales», agrega Torres.
Ambos han gobernando descansando en tres soportes: primero, la millonaria ayuda venezolana que desde 2006 hasta 2016 llegó a manos llenas y sin control alguno; segundo, el control férreo de los poderes del Estado junto a la Policía Nacional y el Ejército de Nicaragua y; tercero, un modelo de diálogo y consenso con el gran capital nicaragüense.
«Una especie de compadrazgo», dice Hugo Torres refiriéndose al último. Este modelo ha garantizado que la economía crezca y que haya estabilidad en el país, pero se rompió hace dos semanas debido a las reformas a la seguridad social.
«Estableció una política de consenso que rompe abruptamente con la firma de este decreto que reforma la seguridad social, un atentado contra los trabajadores y la empresa privada, sobre todo los medianos y pequeños empresarios. Ortega actuó con la lógica de: no tengo remedio ni tiempo ni paciencia, lo que no esperaba es que los jubilados salieran a las calles y es así como se comienzan a dar las primeras manifestaciones. Eso enardeció a los estudiantes y se da una represión salvaje que enfureció más a la población. Eso obligó a la cúpula del sector empresarial a endurecer su discurso», analiza Torres.
Hoy Nicaragua cumple 11 días de protestas. Más de 35 personas han fallecido. Los presos ya han sido liberados: fueron dejados en veredas, rapados y descalzos. Los organismos de derechos humanos advierten que aún hay desaparecidos. En las calles los manifestantes, quienes ya no están siendo reprimidos, alternan entre sus consignas una que resuena: «¡Qué se vayan!». Le hablan a Ortega y a Murillo.
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En Carolina del Norte, comienza la reconstrucción tras los daños provocados por Helene
Cuando el huracán Helene azotó las montañas, hace casi una semana, el agua subió «hasta ahí, hasta el buzón», señala Shelby Holzhauser desde la puerta de su casita blanca, situada junto al río que arrasó todo a su paso.
Durante días, esta mujer caminó hasta el otro lado del puente, sorteando escombros y cargando una mochila para ir a buscar agua y comida. «No hay agua ni electricidad», dijo este jueves, con su hijo Carter, de 4 años, aferrado a sus piernas.
Frente a ella, en este puente de la localidad de Swannanoa y en el resto de las montañas de Carolina del Norte (sureste), decenas de trabajadores reparan las carreteras rotas, las tuberías reventadas y las líneas eléctricas arrancadas por el huracán, que ha dejado un rastro de muerte y devastación a su paso.
«Estamos en altura, pensábamos estar a salvo, pero (el agua) se acercó tanto que cogí a mi hijo y salimos de casa. Tenía miedo de que nos quedáramos atrapados», cuenta esta maestra de guardería de 23 años.
Para tirar de la cadena, Shelby tiene que ir a llenar un gran cubo en el río. Mientras habla, su marido enchufa el generador que le ha dejado su jefe, lo que les permite cocinar.
Cerca de ahí, unos hombres atienden un puesto con productos de primera necesidad bajo el techo de una gasolinera averiada.
«Todo el mundo se ayuda», dice con orgullo Shelby, que lleva una camiseta roja y botas de cuero.
De costumbre «trabajar, trabajar, trabajar, eso es todo lo que se puede hacer para sobrevivir, trabajar para ganar dinero y pagar las facturas», dice esta mujer que siempre ha vivido en esta región del sur de los Apalaches. «Pero desde la catástrofe, me he acercado más a mis vecinos. Han venido a vernos, a asegurarse de que tenemos lo que necesitamos».
«Súper» ayuda»
En el aparcamiento de un restaurante de comida rápida cerrado, los veterinarios ofrecen atención de urgencia gratuita a las mascotas. Audrey Pace ha venido de una clínica para echar una mano.
«En estos momentos es muy difícil», dice. En toda esta destrucción, «las mascotas son un apoyo incondicional para las personas», añade, justo antes de dar la bienvenida a un coche que llega con un perro en el asiento del copiloto.
En el campo de al lado, varios helicópteros aterrizan con estruendo.
Un poco más allá, una zona de casas rodantes, típicas de las zonas rurales pobres de Estados Unidos, quedó completamente arrasada, con algunas viviendas desplazadas y sus ventanas destrozadas.
De una de ellas asoman, por un agujero en un tabique, una guirnalda roja de Navidad y una prenda infantil con el logotipo de «Star-Wars».
Más de 200 personas murieron a causa del huracán Helene, desde Florida, en el sur, hasta las montañas de Carolina del Norte, sobre todo en los alrededores de Asheville, la ciudad vecina sobre la que Joe Biden voló el miércoles. En este condado fallecieron 25 personas.
El presidente estadounidense envió un millar de soldados adicionales para ayudar en la reconstrucción, tras las críticas del candidato republicano a la presidencia, Donald Trump, por un supuesto retraso en la ayuda federal.
En Swannanoa, la ayuda «ha sido genial», dice sin dudarlo Shelby Holzhauser. A apenas 20 metros de su casa, se están instalando nuevas tuberías de agua, mientras una retroexcavadora refuerza una carretera rota.
Observando al ejército de técnicos, la maestra no se hace ilusiones sobre el futuro: «Va a pasar un tiempo antes de que volvamos a estar en pie».
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Militares de México disparan contra migrantes al confundirlos con grupos delictivos en Chiapas
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, lamentó el fallecimiento de seis migrantes, entre ellos salvadoreños, luego de que dos militares dispararon contra tres vehículos en los que se trasladaban en Chiapas, al confundirlos con grupos delincuenciales. La mandataria informó que los responsables están siendo investigados por la Fiscalía General de la República (FGR).
«Es un hecho lamentable y tiene que ser investigado y sancionado. Los elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional que dispararon ya están puestos a disposición de la Fiscalía General de la República. Es la fiscalía la que tiene que hacer la investigación de cómo ocurrieron los hechos y las responsabilidades, si hay responsabilidad adicional de mandos o solo de los soldados que dispararon», señaló Sheinbaum este jueves en la conferencia matutina.
«No puede repetirse una situación así, se está tomando las medidas», aseguró.
La mandataria indicó que la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez y el Secretaría de Relaciones Exteriores de México, Juan Ramón de la Fuente, están en contacto con las embajadas de Egipto, El Salvador y Perú, para apoyar a las familias de las víctimas.
El hecho ocurrió el 1º de octubre a eso de las 8:50 de la noche sobre el tramo carretero Villa Comaltitlán-Huixtla, Chiapas.
De acuerdo con la Secretaria de la Defensa Nacional (Sedena), los militares detectaron el tránsito de un pick-up, a toda velocidad que los evadió y como retaguardia dos camionetas de carga, parecidas a las que utilizan los grupos criminales de la zona.
Tras escuchar denotaciones, dos militares abrieron fuego y detuvieron a una de las camionetas. El personal se desplegó e identificó, de manera preliminar, a 33 migrantes de nacionalidad egipcia, nepalí, cubana, hindú, pakistaní y árabe. Cuatro de ellos fallecieron y 12 presentaron heridas.
Dos migrantes más fueron trasladados al Hospital General de Huixtla, pero perdieron la vida.
El Instituto Nacional de Migración (INM) se encargó de otras 17 personas que resultaron ilesas.
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Ecuador declara estado de excepción parcial por violencia narco
Debido a una «grave conmoción interna y conflicto armado interno», la medida regirá por 60 días en las provincias costeras de Guayas, Los Ríos, Manabí, Santa Elena y El Oro y en la amazónica Orellana, además de la capital, Quito, y la localidad minera de Camilo Ponce Enríquez (en Azuay).
El decreto considera que en esas áreas se registra un «incremento de hostilidades, cometimiento de delitos e intensidad de la presencia prolongada de grupos armados organizados».
La resolución incluye el toque de queda por siete horas, a partir de las 22H00 locales (03H00 GMT), en poblaciones de Guayas, Los Ríos y Orellana, además de Ponce Enríquez.
En septiembre concluyó el estado de excepción que estuvo vigente por 90 días en seis provincias.
En su guerra contra el crimen organizado, el presidente Daniel Noboa ha declarado de manera continua esta medida para suspender derechos como la libertad de reunión e inviolabilidad de domicilio.
Ante una violenta arremetida del narco en enero, el mandatario declaró al país en conflicto armado interno, lo que le permite desplegar de forma permanente a los militares en las calles para tratar de neutralizar a una veintena de agrupaciones a las que tildó de terroristas y beligerantes.
En los últimos años, las bandas ecuatorianas, con nexos con la mafia albanesa y carteles de México y Colombia, se disputan a sangre y fuego las rutas y el mercado de la droga. La tasa de homicidios se disparó entre 2018 y 2023 de 6 a 47 asesinatos por cada 100.000 habitantes.
El gobierno estimó el jueves que el accionar de policías y militares ha permitido que los grupos armados «hayan perdido su control territorial en ciertas zonas del país, y debilitado sus estructuras».
«Sin embargo buscan otras formas de transformar su accionar criminal y trasladar a otras zonas su violencia», señaló.
En setiembre se produjeron varias matanzas, una de ellas en la capital ecuatoriana que dejó cinco fallecidos. También se reportaron cuatro ataques armados contra empleados del sistema penitenciario, con saldo de cinco muertos (incluidos los directores de dos cárceles).
Los choques entre narcos se han extendido a las prisiones, con cruentas masacres con más de 460 muertos desde 2021 y que han pasado a figurar entre las peores de Latinoamérica.
Ecuador, ubicado entre Colombia y Perú, los mayores productores mundiales de cocaína, decomisó entre enero y setiembre de 2024 el récord de 307 toneladas de drogas, frente a la anterior marca de 219 toneladas en 2023.
El Ejecutivo sostiene que en la nación, con 17 millones de habitantes, los asesinatos se han reducido, registrándose 4.236 de enero a septiembre de 2024 contra 5.112 del mismo período de 2023.