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ENTREGA ESPECIAL

«El principito»: así se resolvió el misterio del fallecimiento del autor Antoine de Saint-Exupéry

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El autor de "El principito", Antoine de Saint-Exupéry, desapareció en 1944 y por cinco décadas no hubo pistas de él.

En julio de 1944, un avión pilotado por el autor del famoso cuento infantil «El principito» desapareció en el sur de Francia.

Antoine de Saint-Exupéry era un aviador experimentado y estaba en una misión de reconocimiento para la fuerza aérea del Francia Libre, el gobierno en el exilio fundado por Charles de Gaulle en 1940, que luchaba contra la Alemania nazi.

Nadie sabía cómo o dónde había caído su avión.

Pero en 1998, un pescador encontró en aguas al sur de Marsella un brazalete que llevaba el nombre de Antoine de Saint-Exupéry y de su mujer, Consuelo.

Se trataba de un indicio de que el avión del autor de «El principito» podría estar cerca, hundido en el Mediterráneo.

Sin embargo, ni el gobierno francés ni la familia de Saint-Exupéry le creyó en ese entonces. Temían que por el lugar donde se encontró el brazalete, muy lejos de donde se suponía que debía volar, el autor se hubiera suicidado.

Quien sí le creyó al pescador fue Luc Vanrell, un buzo francés quien decidió investigar y finalmente resolvió un misterio, aunque unos cuantos años más tarde.

El refugio de «El principito»

Portada del libro "El principito"
Image caption»El principito» es uno de los libros infantiles más populares.

A un corto viaje en lancha desde la costa de Marsella, en un espacio tranquilo del mar Mediterráneo rodeado de pálidas rocas blancas, yacen en el fondo del agua los restos del avión P-38 Lightning de Antoine de Saint-Exupéry.

«Aquí es, después de tantos años de búsqueda en el Mediterráneo, encontramos los restos del avión de Saint-Exuéery», dijo Vanrell, a en una entrevista con el periodista Mike Lanchin para el programa Witness History de la BBC.

Luc Vanrell
Image captionEl buzo francés Luc Vanrell no paró hasta encontrar el avión de Antoine de Saint-Exupéry. Y lo consiguió.

«Durante las primeras etapas de la investigación, los restos eran solo algo material, pero a medida que aparecía más evidencia, la sensación cambió», añadió. 

«Para mí, este lugar ahora está habitado por ‘El principito’, es su refugio», afirmó Vanrell.

El cuento de Antoine de Saint-Exupéry, «El principito», publicado en 1943, es uno de los libros infantiles más leídos y traducidos de todos los tiempos.

Es una historia simple, llena de simbolismo y emoción, del encuentro entre el narrador, un piloto que se estrella en el desierto del Sahara lejos de la civilización y un niño pequeño, un viajero que cruza las estrellas y los planetas.

El narrador cuenta con una mezcla de tristeza y felicidad cómo el pequeño príncipe describe la vida en su pequeño planeta, el asteroide B 612, y sus aventuras a través de la galaxia. 

Un hombre sostiene una copia de la primera edición de "El principito".
Image captionEn enero de 2019, la librería portuguesa Lello puso en exposición una copia de la primera edición de «El principito» firmada por el mismo Antoine de Saint-Exupéry y valuada en unos US$28.000
Dibujos originales de Antoine de Saint-Exupéry.
Image captionAntoine de Saint-Exupéry no solo escribió «El principito» sino que también hizo las ilustraciones. Esta es una de las originales que fueron exhibidas en Toulouse, Francia, en 2017.

«En Francia solemos decir que debes leer ‘El principito’ en dos momentos diferentes de tu vida. No fue hasta que tuve 40 años que realmente lo entendí con todas sus sutilezas», reflexionó Vanrell.

«Creo que hay muchas verdades en ‘El principito’ que se volvieron universales, como cuando el pequeño zorro le dice al protagonista: ‘Es solo con el corazón que uno puede ver bien, lo que es esencial es invisible para los ojos«. 

¿Quién fue Antoine de Saint-Exupéry?

Antoine de Saint-Exupéry con colegas frente a un avión en 1935.
Image captionAntoine de Saint-Exupéry era considerado un héroe de la aviación.

Antoine de Saint-Exupéry ya era considerado una estrella literaria en ascensocon su primera novela «Vuelo nocturno» publicada en 1931. 

El libro refleja su propia experiencia como un aviador pionero que había ayudado a establecer los primeros servicios de mensajería aérea de América Latina desde Argentina.

Después de la ocupación nazi de Francia, el autor se exilió en Estados Unidos con su esposa salvadoreña, Consuelo, y fue en Nueva York donde escribió «El principito».

Pero en 1943, a los 43 años, regresó a Europa para unirse a otros pilotos franceses libres que luchaban contra los nazis.

Su vuelo final fue el 31 de julio de 1944 cuando despegó de una base en Córcega, una isla del sur de Francia, en un avión de reconocimiento.

Y nunca regresó. 

No se encontraron rastros del avión o de Saint-Exupéry. 

Y durante las siguientes cinco décadas, el destino del creador de «El principito» se convertiría en un misterio para Francia y el mundo literario.

Antoine de Saint-Exupéry pilotea un avión en 1944.
Image captionEl último vuelo de Antoine de Saint-Exupéry fue el 31 de julio de 1944 cuando despegó de una base en Córcega en un avión de reconocimiento.

El hallazgo

Luc Vanrell creció buceando en las aguas que rodean Marsella y, pese a que solía encontrar partes de aviones, siempre pensó que eran de naves alemanas. 

Pero cuando el pescador Jean-Claude Bianco encontró el brazalete con el nombre de Antoine de Saint-Exupéry y su esposa en 1998, las cosas cambiaron para Vanrell. 

«Me sorprendió mucho que pudiera estar en el área de Marsella, ya que todos los historiadores habían dicho que se había perdido a unos 200 km de allí. Pero no era imposible, especialmente en tiempos de guerra», analizó. 

«Lo que me pareció extraño fue que yo conocía los restos del avión donde el pescador había encontrado el brazalete. Fue una gran coincidencia y tuve que investigar«, le dijo a la BBC.

El buzo Luc Vanell con restos del avión deAntoine de Saint-Exupéry en 2003.
Image captionEl buzo Luc Vanell se sumergió varias veces en el mar Mediterráneo hasta encontrar el avión de Antoine de Saint-Exupéry.

En mayo de 2000, Vanrell regresó al lugar donde el pescador había encontrado el brazalete y descendió 60 metros hasta donde sabía que estaban los restos. 

Allí, examinó cuidadosamente las piezas oxidadas del fuselaje, el motor del avión y las partes del tren de aterrizaje, todas de color amarillo rojizo debido a los efectos del agua.

«No encontramos restos humanos, pero mientras estaba en la parte trasera del avión que estaba bastante bien conservada, pude ver una tela blanca. La agarré, y la puse alrededor de mi cuello como una bufanda. La imagen que me vino a la mente fue la del pequeño príncipe en su planeta con su gran bufanda flotando en el viento», describió el buzo haciendo una comparación con la portada de «El principito». 

«Ese día, allí debajo del agua, me convencí que había encontrado el avión correcto», añadió. 

Aunque esa afirmación no tenía ninguna prueba. 

Restos del avión de Antoine de Saint-Exupéry.
Image captionTuvieron que pasar varios años para que el buzo Luc Vanrell pudiera comprobar que ese era el avión de Antoine de Saint-Exupéry.

La pieza clave del rompecabezas

A Luc Vanrell le tomó 19 meses obtener un permiso oficial para continuar examinando los restos, ya que era ilegal alterarlos. 

Solo entonces pudo localizar el número de serie, que coincidía con el del avión perdido.

En julio de 2006, después de tres años de leer mapas, entrevistar a posibles testigos de guerra y examinar el avión perdido, un colega alemán localizó a un anciano expiloto de caza alemán llamado Horst Rippert. 

Él proporcionó la pieza final que faltaba en el rompecabezas.

«Creemos que el avión de Antoine de Saint-Exupéry fue visto por los alemanes y el piloto Horst Rippert despegó para interceptarlo. Al principio no pudo ver el avión de Saint Exupéry, pero más tarde cuando volvía hacia Marsella lo vio debajo de él, disparó a sus alas y lo derribó«, contó Vanrell.

Antoine de Saint-Exupéry
Image captionAntoine de Saint-Exupéry tenía 44 años cuando murió.

Y Rippert lo recordaba muy bien porque era el cumpleaños de su hermano y porque desde ese día siempre trató de demostrar que otro piloto era quien había derribado el avión. 

«Eso fue porque Antoine de Saint-Exupéry era su héroe y durante muchos años lo atormentó la idea de que él era el responsable de su muerte«.

Luc Vanrell todavía dirige una escuela de buceo en Marsella y pasa gran parte de su tiempo en el agua o sumergido. 

Después de tantos años siguiendo el rastro del autor de «El principito», para Vanrell resolver el misterio no fue lo importante

«Como lector de Antoine de Saint-Exupéry siempre pensé que su desaparición era un final apropiado para su vida, al igual que ‘El principito’, que también desaparece». 

«Parecía el final más romántico para la vida de ese hombre legendario», dijo.

NOTA DE BBC NEWS, VEA AQUÍ LA ORIGINAL

ENTREGA ESPECIAL

Ella es Carolina Andrade, joven emprendedora que financió su universidad vendiendo deliciosas tortas en Ahuachapán

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Vitia Coralia Andrade Calderón, de 29 años, ha ganado notoriedad en las redes sociales por su inspiradora historia como emprendedora. Originaria de Ahuachapán, Andrade utilizó su pequeño negocio de venta de tortas para financiar sus estudios universitarios, logrando así culminar su Licenciatura en Ciencias Jurídicas en una universidad privada  de la zona occidental.

La joven comenzó su emprendimiento en 2018, y gracias a su dedicación y esfuerzo, pudo concluir sus estudios en julio del año pasado. En declaraciones a un medio local, Andrade expresó: “Este emprendimiento surgió para subsidiar mis estudios. Mi historia es de una mujer valiente, y estoy orgullosa porque sé que soy alguien que siempre quise ser”.

A pesar de su reciente graduación, Vitia Coralia ha manifestado su deseo de continuar con su formación académica a través de una maestría. Sin embargo, por el momento, su pasión por el emprendimiento la ha llevado a establecer un puesto de venta de tortas en la entrada de la colonia IVU, en Ahuachapán, donde sigue cultivando su espíritu emprendedor.

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Ella era Sandra, maestra asesinada por pandilleros cuando se dirigía a la escuela

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Foto: Cortesía

La maestra Sandra Élida Rivera Ángel fue asesinada el 15 de febrero de 2016 en el municipio de Cojutepeque, departamento de Cuscatlán. Rivera, de 39 años, fue atacada cuando se dirigía a su trabajo en el Centro Escolar Católico San Sebastián, ubicado cerca de su residencia.

Un grupo de pandilleros la detuvo cuando caminaba junto a alumnos y la acribillaron.

Las investigaciones policiales indicaron que Rivera se había convertido en un objetivo de las pandillas debido a su oposición al reclutamiento de jóvenes estudiantes, lo que contribuyó a la deserción escolar y al aumento de los grupos criminales.

Siete años antes de su asesinato, pandilleros de la MS habían asesinado a la hija de Rivera en un ataque a una clínica pediátrica. En septiembre del 2015, la Fiscalía condenó a dos pandilleros a penas de 40 y 60 años de prisión, respectivamente, por el ataque con granada a la clínica, que resultó en la muerte de la hija de la maestra, de nueve años, así como de otro niño de cuatro años y su madre de 42.

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ENTREGA ESPECIAL

FOTOS | 24 años después del terremoto de 2001: estos datos muestran la magnitud de la tragedia

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Eran las 11:33 de una típica mañana en El Salvador, una de esas en las que «Variedades del 6» y Davis Rosales ponían música en los hogares de muchos salvadoreños a través de la televisión, una mañana de ir por las tortillas y preparar la sopa de patas o la de gallina, una mañana de alistar todo para el viaje a la playa o a «puebliar». Pero, también, una mañana demasiado oscura para miles de personas.

Justo a esa hora, un potente sismo de magnitud 7.7 sacudió a El Salvador durante 45 segundos, tiempo suficiente para dejar más de un millón de damnificados, casi mil fallecidos, más de 5,000 lesionados y una destrucción total, representada por el sector de Las Colinas, en Santa Tecla, departamento de La Libertad.

El poder destructivo de la naturaleza

Según el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), el sismo se produjo debido al movimiento entre las placas tectónicas de Cocos y Caribe. Sin embargo, ese detalle técnico no termina por explicar el poder destructivo de un fenómeno que, en menos de un minuto, acabó con la vida de casi mil personas.

La intensidad del sismo causó una destrucción total en muchas zonas de El Salvador, siendo una de ellas en la colonia Las Colinas. Ahí, «José» (seudónimo a petición del sobreviviente) perdió a dos hermanos, una cuñada, tres sobrinos y a sus padres en el derrumbe que se produjo en dicho sector, el cual soterró casi en su totalidad dicha colonia, siendo el punto del país que más fallecidos dejó en esa tragedia.

«Se sentía como si se moviera todo el piso. Yo había salido a comprar las tortillas a dos pasajes de mi casa. El terremoto lo pasé ahí, cuando la señora de la tienda me dijo que ahí me quedara. Pude ver varias casas dañarse. Lo que no me imaginé es que, a los pocos segundos, escuchamos un estruendo que nos asustó a todos. Nos cubrimos porque solo escuchamos como una explosión. Cuando regresé a mi casa fue que me di cuenta lo que había pasado, lo del derrumbe», dijo el sobreviviente.

La familia de José es una de las tantas que suman un total de 944 fallecidos, según los registros de Protección Civil y el informe de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal). El sector del país con más muertes a raíz del terremoto fue La Libertad, donde se sumaron 685, siendo Las Colinas el punto más trágico de la situación.

«Solo estaba a dos pasajes. ¿Se imagina? Escuchamos como que estuviera explotando algo y, al ratito, todo era polvo y tierra. Corrí a mi casa y lo único que encontré fue una montaña de tierra en todo ese pasaje y todos los demás. A mi alrededor veía a otras personas llegando a ver qué pasaba y nadie se lo creía. No solo era el derrumbe, sino también las otras casas, las que más o menos estaban bien, terminaron destruidas, casi cayéndose», recuerda.

La destrucción del terremoto de 2001 no solo quedó en vidas, sino también en un daño estructural casi total en sectores como Santa Tecla, Comasagua, Colón, entre otros. Los informes de Protección Civil y Cepal contabilizan108,261 viviendas destruidas y otras 169,962 dañadas, lo que dejó un total de 1,364,160 damnificados.

La zona con más damnificados fue Usulután, con 356,391 damnificados, mientras que La Libertad sumó 147,708, San Salvador totalizó 107,083; mientras que San Vicente, Santa Ana, y Sonsonate también superaron los 100,000 afectados. En cuanto a lesionados, el terremoto dejó 5.565 en todo el país, además de 193 soterrados.

En cuanto a daños estructurales, el terremoto también dejó un saldo de 688 viviendas soterradas, de las cuales 687 se registraron en La Libertad, principalmente en Las Colinas, Comasagua, Colón y otros sectores, dejando en claro que ese departamento fue el que más resintió el impacto del potente fenómeno telúrico.

Parte de la destrucción la vivió Ricardo Fernández, comerciante de electrodomésticos cuyo negocio se situaba en la 2° Avenida Sur, en Santa Tecla, uno de los sectores económicamente más activos de dicha localidad.

«El terremoto tiró todos los negocios. No quedó nada. Solo pudimos correr a la calle y, desde ahí, ver cómo se caía todo el trabajo de muchos años. Cuando pasó el terremoto solo quedaron los escombros. Esa calle, la 2° Avenida, y todo el centro de Santa Tecla quedó destruido porque eran construcciones de adobe. Parecía película todo eso», señala Fernández.

Para los expertos de Medio Ambiente, el poder y la energía liberada en ese terremoto fue equivalente a la de 360 bombas atómicas como las lanzadas en Hiroshima y Nagazaki, en Japón, en 1945, lo que retrata con mayor fidelidad la capacidad destructiva que la naturaleza liberó ese día en El Salvador.

Una lucha por reconstruir

El negocio de Fernández nunca pudo volver a levantarse. A partir de ese 2001 comenzó a dedicarse a ser comerciante independiente en diversos rubros hasta el día de hoy. «Era complicado resurgir. Pero lo hemos logrado, poco a poco. Ya no pude volver a poner el negocio, pero hemos logrado sobrevivir y volver a salir adelante. Así nos toca a los salvadoreños», asegura.

La 2°Avenida Sur, en la actualidad, ha recuperado su brillo económico y el centro de Santa Tecla sigue siendo una parte activa en las finanzas de dicha localidad. Toda Santa Tecla, ahora que han pasado 24 años, se ha logrado posicionar como uno de los municipios más activos económicamente en el país, dejando en claro que, pese a la destrucción de 2001, El Salvador encontró la forma de volver a resurgir.

«Uno nunca deja de recordar a sus familiares en estas fechas», explica José. «No deja de llorar, no deja de dar tristeza. Pero la vida ha continuado y he conocido a otras personas, sobrevivientes también, que han salido adelante, algunos han podido rehacer sus vidas, otros han sabido vivir con el recuerdo. De mi parte, eso me ha tocado, saber vivir con el recuerdo. Para bien o para mal seguimos vivos y es por algo, por algo Dios así quiso que pasaran las cosas», añade.

En la actualidad, José es uno de los muchos comerciantes que se ubican cada fin de semana en el sector conocido como «Paseo El Carmen», uno de los puntos turísticos más importantes de Santa Tecla. Además, también ha logrado expandir su pequeño comercio de comidas a otras zonas como el Parque El Principito y la zona de El Cafetalón, lugares que, para él, también muestran cómo Santa Tecla ha salido adelante casi un cuarto siglo después del desastre.

«Si usted ve, ahora Santa Tecla se ve bonito, parece otra ciudad. Nadie creería todo lo que pasó en ese año. Por eso le digo que, para bien o para mal, las cosas siempre suceden. A partir de ese terremoto logramos encontrar un camino nuevo y pudimos resurgir. Claro que daría todo por tener a mi familia conmigo, pero la oportunidad de vivir me hace pensar que lo mejor que puedo hacer es recordarlos y seguir luchando», detalla.

Fernández también destaca el cambio de Santa Tecla en los últimos años. «Dicen que así somos los salvadoreños, con la capacidad de salir triunfantes de cualquier situación. Nos ha costado. Pero acá estamos. Ahora vivimos en un mejor El Salvador y eso también incluye todas esas malas experiencias que hemos tenido que superar. Siempre encontramos la forma de salir adelante y Santa Tecla y El Salvador así lo demuestran», confiesa.

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