Principal
Casi muere tras recibir la ira de un bolo al que no le quisieron vender más guaro

El Juzgado Quinto de Instrucción de San Salvador resolvió apertura a juicio en contra de Emmanuel Ricardo M. H., acusado de intentar quitarle la vida a una persona el 29 de noviembre de 2022, en un bar ubicado cerca del parque Centenario, de San Salvador.
Según la acusación fiscal, M. H. llegó al bar en estado de embriaguez y pidió cervezas. Los encargados del lugar se negaron a venderle, por lo que el imputado se retiró del lugar.
Al salir del bar, M. H. se encontró con un hombre que iba pasando por el lugar. El imputado comenzó a golpear al hombre en el rostro y cuerpo, hasta dejarlo sin reaccionar tirado en el suelo.
La víctima fue trasladada en ambulancia al hospital, donde fue atendida por los médicos. Según las declaraciones de testigos, la víctima presentaba múltiples golpes en el rostro y el cuerpo.
Empresarial
PBS El Salvador lanza la tercera edición del programa de mentorías junto a la Fundación Gloria de Kriete

44 colaboradores voluntarios de PBS acompañarán a jóvenes universitarios del Programa Oportunidades en un nuevo ciclo de desarrollo profesional y humano.
Con el compromiso de seguir impulsando oportunidades reales para la juventud salvadoreña, PBS El Salvador, en alianza con la Fundación Gloria de Kriete, dio inicio a la tercera edición del programa PBS Mentoring, una iniciativa que conecta a colaboradores voluntarios de la empresa con estudiantes universitarios del Programa Oportunidades, para brindarles orientación profesional, acompañamiento
humano y redes de contacto en el mundo laboral.
En un evento cargado de entusiasmo, propósito y emoción, se presentó oficialmente a los 44 mentores y 44 mentees que participarán en este nuevo ciclo. Con cada nueva edición, el programa no solo amplía su alcance, sino que reafirma su impacto. A la fecha, 34 jóvenes que participaron en ediciones anteriores ya están trabajando: 21 en plazas fijas y 13 en pasantías remuneradas, en sectores como tecnología, industria plástica, retail,
medios de comunicación, servicios financieros, universidades y organizaciones sociales, incluyendo también plazas dentro del propio equipo de PBS.
“La mentoría es un acto de generosidad profesional, pero también de profundo compromiso social. Nos sentimos orgullosos de ver cómo este programa transforma vidas, no solo de los mentees, sino también de nuestros colaboradores, que encuentran en estas experiencias un sentido renovado de propósito”, afirmó Mirian Alas, Gerente General de PBS El Salvador.
Durante la jornada de lanzamiento, los participantes compartieron sus primeras conversaciones en un espacio de networking diseñado para construir lazos de confianza, establecer objetivos y comenzar una relación marcada por el respeto, la escucha y la colaboración.
Cuando se proviene de contextos en los que las oportunidades parecen limitadas, contar con alguien que cree en ti, que escucha, guía y reta con empatía, puede marcar una diferencia profunda. La mentoría permite descubrir talentos que muchas veces ni siquiera uno mismo reconoce, abrir puertas laborales concretas como una pasantía, y, sobre todo, construir la confianza necesaria para visualizar un futuro profesional posible y alcanzable.
La iniciativa se desarrolla en el marco del compromiso de PBS con la sostenibilidad y la educación como motor de desarrollo. A través de este programa, los jóvenes reciben mentoría en áreas como tecnología, ingeniería, contabilidad, ventas, marketing y liderazgo, potenciando sus capacidades y ampliando sus horizontes. Además, como parte del acompañamiento integral que ofrece el Programa Oportunidades de la Fundación Gloria de Kriete, los participantes también acceden a formación en empleabilidad, acompañamiento emocional y exploración vocacional. PBS contribuye a esta alianza a través de la mentoría directa, brindada por colaboradores voluntarios comprometidos con el desarrollo profesional y humano de cada joven.
PBS reafirma su propósito de generar valor más allá del negocio, acompañando activamente a quienes serán los protagonistas del futuro de El Salvador. Esta tercera edición del programa de mentorías es una muestra más de que, cuando el sector empresarial se involucra de forma consciente y activa, se abren caminos reales hacia el crecimiento, la dignidad y la esperanza.
Internacionales
Infidelidad expuesta por la ‘Kiss Cam’ durante concierto de Coldplay involucra a CEO y directora de RR. HH. de una multinacional

Una escena insólita ha desatado polémica tras el más reciente concierto de Coldplay en el Gillette Stadium, en Boston. Durante el espectáculo, la famosa ‘Kiss Cam’ enfocó a una pareja que, lejos de mostrarse efusiva, reaccionó con incomodidad evidente: él bajó la cabeza y ella se cubrió el rostro con las manos.
Lo que parecía un momento curioso se volvió viral en redes sociales al revelarse la identidad de los protagonistas: se trata de Andy Byron, director ejecutivo de la empresa de tecnología Astronomer, y Kristin Cabot, directora de recursos humanos de la misma compañía. Ambos están casados, pero no entre sí.
La escena generó aún más revuelo cuando el vocalista de Coldplay, Chris Martin, comentó inicialmente “qué lindos”, pero luego, al notar la reacción de la pareja, bromeó diciendo que estaban “teniendo una aventura”.
#Espectáculos | En pleno concierto de @coldplay en el Gillette Stadium, la kiss cam captó al CEO de #Astronomer, Andy Byron, en una escena íntima con una colega (Ambos están casados). La aparente infidelidad se volvió viral y causó revuelo entre los asistentes. pic.twitter.com/3gQbTkfOdz
— Aquí Está Noticias (@AquiEstaSV) July 17, 2025
En cuestión de horas, los perfiles de Byron y Cabot fueron difundidos ampliamente. Aunque ninguno ha dado declaraciones públicas, en redes sociales abundan las preguntas sobre cómo esta situación afectará no solo sus vidas personales, sino también el ambiente laboral en Astronomer, una firma especializada en orquestación y observabilidad de datos con sede en Nueva York.
La empresa, conocida por su plataforma Astro, destaca por acelerar el desarrollo de productos de datos confiables, potenciando soluciones basadas en inteligencia artificial. El historial profesional de Byron incluye cargos directivos en compañías como Lacework, Cybereason, Fuze y BMC Software.
Hasta el momento, la compañía no ha emitido ningún comunicado oficial sobre el incidente.
Opinet
Irán e Israel: ¿hay lugar para el perdón?

Por: Lisandro Prieto Femenía
«El único camino para escapar de esta irrevocabilidad de la acción y la irreversibilidad de todo lo que sucede es la facultad de perdonar” Hannah Arendt, La condición humana, 2005, p 287.
Es sabido que la capacidad de perdonar, y de ser perdonado, se ha erigido a lo largo de la historia como una de las virtudes humanas más complejas y, a menudo, más esquivas. Antes de que la filosofía moderna se adentrara en sus profundidades, las tradiciones religiosas ya habían establecido el perdón como un pilar fundamental de la ética y la coexistencia. En la concepción judeocristiana, el perdón no es meramente una opción, sino un imperativo que conecta lo divino con lo humano de manera inexorable, nos guste o no.
Puntualmente, en el judaísmo, la teshuvá (el arrepentimiento y el retorno) es un proceso activo que culmina en la búsqueda del perdón, tanto de Dios como de la persona agraviada. El Yom Kipur (“Día de la Expiación”), es la expresión cúlmine de esta búsqueda personal y colectiva de reconciliación. Por su parte, el cristianismo eleva el perdón a la piedra angular de su mensaje: la figura de Jesús de Nazaret enfatiza no sólo la gracia divina del perdón, sino también el mandato ineludible de perdonar al prójimo, incluso a quienes nos han infligido un daño profundo. La oración del Padre Nuestro, en su súplica “perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, encapsula esta interdependencia existencial. Pues bien, en estas tradiciones el perdón es visto como un acto de liberación del rencor y una vía para la restauración de la comunidad y del individuo con lo trascendente.
Ahora bien, más allá del precitado significado teológico, el perdón posee una densidad filosófica que Hannah Arendt explora con particular agudeza, muy pertinente para nuestro contexto actual en el cual el perdón ya no es solamente una cuestión moral o religiosa, sino una facultad para la supervivencia de la acción humana y la posibilidad de un futuro. Recordemos que en su obra seminal titulada “La condición humana” (1958), analiza la condición humana a través de las categorías de labor, trabajo y acción.
Es en el ámbito de la acción donde el perdón adquiere su relevancia más critica, en tanto que es, para Arendt, la facultad específicamente humana de iniciar algo nuevo, de irrumpir en el mundo con lo inesperado. Sin embargo, esta misma cualidad de la acción- su imprevisibilidad y su irreversibilidad- la convierte en algo inherentemente peligroso. Una vez que actuamos, no podemos “deshacer” lo hecho, y las consecuencias de nuestras acciones se propagan de manera incontrolable, creando una red de relaciones y obligaciones que pueden atraparnos.
En sus palabras, Arendt afirma con contundencia que “la incapacidad para perdonar es en realidad la incapacidad para deshacer lo que ha sido hecho, y de este modo, sin importar lo que el resultado pueda ser, la incapacidad para liberarse de sus consecuencias” (La condición humana, 2005, p. 287). Aquí radica la importancia cardinal del perdón: es la única “llave” capaz de desbloquear las consecuencias ineludibles de la acción. Si no hubiera perdón, la acción humana estaría condenada a una especie de fatalismo, donde cada acto, por más pequeño que fuera, generaría una cadena interminable de retribuciones y resentimiento, impidiendo cualquier nuevo comienzo.
La venganza, consecuentemente, nos mantiene atados al pasado, perpetuando así el ciclo de la ofensa y la represalia. Como señala Arendt, “el único camino para escapar de esta irrevocabilidad de la acción y la irreversibilidad de todo lo que sucede es la facultad de perdonar” (La condición humana, 2005, p. 287). Desde esta perspectiva, entonces, el perdón no borra el evento, pero sí libera al actor y al ofendido de las consecuencias punitivas e interminables que dicho evento podría generar.
Junto con la facultad de perdonar, nuestra autora introduce la de “prometer” como los dos grandes “liberadores” que hacen posible la vida humana en común. Mientras el perdón lidia con el pasado irreversible, la promesa se ocupa del futuro impredecible. Ambos son esenciales para mantener la “red de las relaciones humanas” y permitir que la acción política y social continúe. Conforme a su propuesta interpretativa, Arendt indica que “el perdón sirve para deshacer lo hecho, y la promesa sirve para atar al actor en la imprevisibilidad del futuro” (La condición humana, 2005, p. 289). Ambos mecanismos permiten a los seres humanos ejercer su libertad y su capacidad de iniciar, sin ser aplastados por la carga del pasado o la incertidumbre del futuro. El perdón es, en este sentido, un acto de libertad recíproca: libera al que perdona del resentimiento y al perdonado de la culpa y de las consecuencias vengativas.
Aunque Arendt primariamente sitúa el perdón en la esfera de las relaciones interpersonales, su relevancia se extiende a la esfera política, especialmente tras los horrores del totalitarismo. En su obra “Eichmann en Jerusalén” (1963), reflexiona sobre la naturaleza de la culpa y la responsabilidad en crímenes masivos de lesa humanidad y, si bien el libro no se centra en una teoría del perdón, sí plantea indirectamente sus límites y posibilidades. La “banalidad del mal” de Eichmann no exige la necesidad de juicio y justicia, pero sí plantea interrogantes sobre la naturaleza del arrepentimiento y la capacidad de perdón ante faltas de tal magnitud.
En definitiva, para nuestra autora el perdón siempre es un acto personal, dirigido a una persona específica por una ofensa concreta. Esto genera una tensión cuando se trata de crímenes masivos o sistemas de opresión, abriendo la puerta a la pregunta: ¿Puede una sociedad “perdonar” crímenes que afectan a la humanidad en su conjunto? Arendt parece sugerir que el perdón político, en el sentido de una amnistía que borra la memoria y la justicia, es peligroso. La justicia debe administrarse para restaurar el orden legal y moral, pero la posibilidad de la reconciliación y de la reanudación de la vida política entre los afectados, una vez que la justicia ha sido servida, sí demanda una forma de liberación del ciclo de la venganza.
No es casual que justamente hoy traigamos este asunto a la discusión, porque las reflexiones de Arendt sobre la irreversibilidad de la acción y la necesidad del perdón y la promesa para la continuidad de la vida humana adquieren un sentido particular en escenarios de conflicto prolongado, donde el peso del pasado parece dictar las reglas al futuro. La compleja y volátil relación entre Israel e Irán, con sus raíces históricas, ideológicas y geopolíticas, ofrece un campo de estudio paradigmático para examinar la ausencia de estas facultades arendtianas y sus devastadoras consecuencias.
En este conflicto, la memoria de ofensas pasadas y la percepción de amenazas existenciales mutuas parecen imposibilitar el acto de “deshacer lo hecho” a través del perdón. Desde la perspectiva iraní, se percibe una injerencia histórica y una amenaza constante a su soberanía y seguridad, a menudo anclada en eventos que datan de décadas, incluso siglos (y de ayer a la noche también). Desde la perspectiva israelí, la retórica agresiva de Irán, su programa nuclear y el apoyo a grupos militantes en la región son vistos como amenazas existenciales directas, ecos de persecuciones históricas y la necesidad de autodefensa.
Arendt nos recordaría que la venganza, en lugar de liberar, nos encadena, porque “la venganza, que es la reacción más natural, sólo sirve para atar al ofensor a la ofensa, y al ofendido a la venganza misma” (La condición humana, 2005, p. 288). En el caso de Israel e Irán, se observa con claridad una escalada de acciones y reacciones que, lejos de resolver el conflicto, lo perpetúan y profundizan. Cada ataque, cada sanción, cada declaración beligerante, se convierte en un nuevo eslabón en una cadena de eventos irreversibles que consolidan el resentimiento y la desconfianza mutua.
La “promesa”, como facultad de iniciar algo nuevo y de forjar un futuro compartido, se ve igualmente anulada. La incapacidad de ambas partes para proyectar un futuro que no sea una simple continuación o escalada de sus antagonismos presentes, demuestra la parálisis que la ausencia de perdón genera. No hay espacio para la creación de “islas de predictibilidad” a través de acuerdos o lazos de confianza, pues el peso de las acciones pasadas y presentes y la anticipación del daño futuro impiden la articulación de cualquier esbozo de promesa genuina de coexistencia: a la luz de los acontecimientos, ambos están decididos a borrar del mapa al otro.
La dificultad se agrava porque, como Arendt observó en “Eichmann en Jerusalén”, el perdón en el ámbito político colectivo es intrínsecamente problemático. No se trata sólo de la ofensa de un individuo a otro, sino de percepciones de daño existencial entre entidades políticas y culturales, o sea, naciones completas. ¿Quién perdona y quién es perdonado en un conflicto donde la narrativa histórica y la identidad nacional están profundamente entrelazadas con el agravio? La justicia, que Arendt defendía como necesaria antes de cualquier reconciliación, a menudo es interpretada de forma radicalmente opuesta por cada bando, impidiendo cualquier terreno común para encarar el proceso de “deshacer lo hecho”.
Así, la reflexión nos invita a ver el conflicto entre Israel e irán no sólo como un choque de intereses geopolíticos, sino como un trágico ejemplo de cómo la negación o la imposibilidad de aplicar las facultades humanas del perdón y la promesa, conducen a una espiral de irreversibilidad que amenaza con devorar cualquier posibilidad de un nuevo comienzo y de una acción verdaderamente liberadora.
Si bien Arendt enfatizó sobre la funcionalidad del perdón para la acción y la liberación, otros pensadores han explorado su naturaleza paradójica. Jacques Derrida, por ejemplo, en obras como “Del perdón” (2000), lleva el análisis a una aporía fundamental, en tanto que para él el perdón “puro” o “incondicional” es el perdón de lo imperdonable, de aquello que por su magnitud o su naturaleza parece exceder cualquier posibilidad de expiación o reparación: «El perdón, si lo hay, debe perdonar lo imperdonable.» (Derrida, J. Sobre el Cosmopolitismo y el Perdón, 2005, p. 57).
Esta noción derridiana del perdón como un acto que trasciende la razón instrumental y el cálculo de la culpa, se complementa con la visión arendtiana. Mientras que ella se enfoca en cómo el perdón permite la continuidad de la acción y la vida pública, Derrida se adentra en la ética radical del perdón que desafía los límites de lo concebible. Juntos, nos obligan a considerar que la importancia del perdón no solo reside en su utilidad para la vida práctica, sino también en su capacidad de trascender el mero cálculo de la justicia y la retribución, abriendo la puerta a lo verdaderamente nuevo y liberador.
Tras haber explorado el perdón desde sus raíces teológicas hasta algunas elaboraciones filosóficas, destacando el papel de facultad liberadora de la irreversibilidad de la acción, hemos visto cómo, junto con la promesa, también es la herramienta que permite a la humanidad iniciar nuevos comienzos y construir un futuro no predeterminado por el peso de lo ya acontecido. La ausencia de estas facultades, como ejemplifica la persistente tensión entre Israel e Irán, condena a las sociedades a una espiral de resentimiento y reactividad, donde el pasado se niega a ceder su tiranía sobre el presente y el futuro.
Pero la reflexión no termina aquí. ¿Es el perdón siempre posible, o incluso deseable? ¿Existen actos tan atroces que desafíen cualquier noción de misericordia, no solo desde la perspectiva de la víctima, sino desde la de la propia humanidad? Si el perdón, como sostiene Derrida, debe perdonar lo imperdonable para ser “puro”, ¿significa esto que en la esfera de lo político y lo colectivo, donde las heridas son profundas y a menudo generacionales, el perdón es una aspiración utópica o una peligrosa amnistía que disuelve la memoria y la justicia?
La verdadera importancia del perdón, quizá, no reside en su simple aplicación, sino en el incesante desafío filosófico que nos plantea. Nos obliga a confrontar los límites de nuestra capacidad para trascender el daño, la venganza y el miedo. Nos fuerza a preguntarnos si la renuncia al resentimiento es un acto de debilidad o, por el contrario, la manifestación más radical de la libertad humana y política. En un mundo donde la irreversibilidad de la acción se siente cada vez más abrumadora, la cuestión del perdón nos empuja a considerar si, a pesar de todo, aún podemos imaginar y construir un futuro donde la capacidad de empezar de nuevo, de perdonar y prometer, prevalezca sobre el peso implacable de lo que ha sido. Cierro: ¿estamos, como especie, a la altura de este desafío?.
Lisandro Prieto Femenía
Docente. Escritor. Filósofo
San Juan – Argentina
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