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“Intenté ser varón, intenté ser mujer, pero no pude: uso barba y soy feliz, uso maquillaje y soy feliz”

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Antes, muchos años antes de ser la persona con barba de días y rubor suave que ahora sonríe del otro lado de la cámara, hubo un niño triste. “Un peque”, aclara Mérida ahora que sabe, pero en aquel entonces todos, en blanco y negro, veían un varón: un niño de pelo rapado -el típico destino para el hijo de un militar- que se paraba en una esquina -solo, en silencio- para ver cómo un grupo de personas sordas que se reunía siempre en la misma plaza se comunicaba con las manos.

El niño que no era niño no tenía esa suerte, digamos: no había nadie, ni en su casa ni en el colegio, que lograra interpretarlo, comunicarse, escuchar lo que pasaba. Lo que sí había en casa -cuenta Mérida- era alguien que le gritaba “puto” y que le hacía saber que eso, lo que fuera, “estaba mal”.

Junto a su abuela, que siempre le dio protecciónJunto a su abuela, que siempre le dio protección

“En esa plaza de Mendoza, a los 12, 13 años, empecé a aprender Lengua de señas. ¿Para qué? No sé. No conocía a ninguna persona sorda”, cuenta  Mérida Masman, que ahora que sabe se define como una persona trans no binaria. Trans, porque su género no coincide con el que se le asignó al nacer, y no binaria porque no es ni varón ni mujer sino “un fluir”.

El “para qué” vino después porque aquello que sucedía en la plaza fue el punto de partida de lo que también es hoy: intérprete de Lengua de Señas, la primera persona con esa identidad de género que trabaja en la Agencia Nacional de Discapacidad.

Una infancia fuera de la norma

“Mi papá es militar, trabaja en la Fuerza Aérea. Yo desde muy peque sentía cosas muy feas por él y no entendía por qué. En la escuela todos decían que querían mucho a sus papás. ¿Yo? Yo le tenía miedo”, arranca Mérida, que ahora tiene 27 años y ya no vive en Mendoza sino en la Ciudad de Buenos Aires, en la casa de una tía que le dio refugio.Durante su infancia, en MendozaDurante su infancia, en Mendoza

“No entendía qué significaba la palabra ‘puto’ pero sabía que era un insulto por cómo se horrorizaba mi mamá. Me pegaba también, ahora de grande vengo a entender que «las palizas eran para corregirme, para hacerme normal, hacerme fuerte, hacerme macho, hacerme varón», enumera, y pone comillas con los dedos sobre cada palabra. También en el colegio los varones aplicaban los métodos correctivos: escupidas, insultos, puto.

Mérida tiene mucho de aquel pasado bloqueado pero uno de los detalles que recuerda es que su mamá era muy coqueta, que en la casa de su abuela había muchos maquillajes “y que lo prohibido era usar esa ropa, los tacos, las pinturas, jugar con cosas de mujeres”, cuenta ahora, que además del rubor rosado que empieza donde termina la barba, usa máscara de pestañas.

Antes de lo de la plaza, antes también de buscar refugio en una religión, “pasamos cosas terribles”, sigue. “Cosas que no tiene que pasar un peque de ocho, nueve, diez años. Privación de la comida, del agua, cosas inhumanas. Todavía no me cabe en la cabeza, con mis hermanos teníamos que robar comida. Me tiembla un poco la voz porque es… era horrendo. Y lo peor es que no nos creían. Ni en la religión, ni los vecinos, ni los familiares, ni la Justicia nos creía”."Es la primera vez en la vida en que soy feliz, me veo futuro", dice«Es la primera vez en la vida en que soy feliz, me veo futuro», dice

Se refiere a los Testigos de Jehová, a donde llegó con 13 años buscando refugio y de donde salió despavorido a los 21, cuando ya estaba por ser pastor. Fue por esa época que empezó a ir a la plaza a observar a esos desconocidos que se formaban en círculos para poder mirarse a las caras y comunicarse con lenguaje de señas. “Me quedaba mirándolos durante horas”. No supo entonces qué le llamaba la atención, lo entendió de grande.

«La lengua de señas es neutra, no tiene género a no ser que se le agregues. Salvo algunas pocas palabras, como mamá y papá, el resto es, por ejemplo, ‘hermane’, sin género. Tenés que agregar la ‘o’ si querés decir hermano y la ‘a’ si querés decir ‘hermana’”. Eso que había aprendido en la plaza lo reforzó en la religión, donde hizo cursos para poder participar en reuniones enteramente en señas.

Hasta que se dio cuenta de que había pasado de una cárcel a otra. “Nunca lo conté pero lo hago ahora porque debe haber personas LGBT que están dentro de la religión y se aguantan un montón de cosas, porque para ser Testigo no podés tener sexo, no se puede ser homosexual y te tenés que casar. A mí, por ejemplo, no me dejaban leer por micrófono porque mi voz es muy femenina”."No sos ni un varón ni una mujer. Podés ser ambas, podés ser ninguna", explica «No sos ni un varón ni una mujer. Podés ser ambas, podés ser ninguna», explica

Lo que siguió a la estampida fue una depresión profunda. “Y cuando logré empezar a salir con varones, descubrí otro mundo. Empecé a conocerme más pero la verdad es que hacía lo que podía. Ser gay era lo que más se parecía a lo que sentía pero me daba cuenta de que no era gay. Y así lo viví por años”.

Hasta que empezó a trabajar en una ONG y a conectar los cables de sus dos mundos: «Si se discrimina a la gente oyente que iba a pedir un texto por VIH, una persona sorda ni siquiera sabía que existían». Fue en ese contexto que conoció a una persona que se presentó como no binaria, una denominación que Mérida nunca antes había escuchado: “Pensé ‘soy yo, no puede ser’”.

Se mudó a Buenos Aires y, en una marcha del Orgullo, miró al resto con barba, gibré y tacos y pensó: “Yo, que hace años estoy diciendo en la ONG que hay que ser libres, no lo soy.  Yo siempre había querido usar barba pero también faldas”. Pero la Ciudad tampoco iba a ser la meca porque cuando salió a la calle con falda volvió aquello, como un déjà vu: insultos desde los autos, varones gritando “puto”, escupidas.Tuvo trabajos pero, por su identidad de género, siempre fueron precarios.Tuvo trabajos pero, por su identidad de género, siempre fueron precarios.

“¿Qué es ser no binarie? No sos ni un varón ni una mujer. Podés ser ambas, podés ser ninguna. Tu género o quién sos puede influir. Podés sentirte un rato, un día, más femenine, otro más masculine, otre neutre”, explica Mérida. “Te piden desde niñe que te expreses y seas de una forma determinada, y la verdad es que cuando vas creciendo te das cuenta de que hay otras formas. Yo intenté ser varón e intenté ser mujer pero no pude: uso barba y soy feliz, uso maquillaje y soy feliz”.

Feliz es una palabra nueva en su vocabulario.

Ser una persona trans no binaria

A lo largo de los años, Mérida trabajó como ayudante de albañil, amasando prepizzas, limpiando casas, atendiendo la caja de un supermercado, la recepción de un hotel, un cine, cuidando ancianos. “Pero siempre me terminaban echando, yo nunca encajaba.  Lloraba mientras atendía y el resto no entendía por qué: era mi nombre anterior”.A la izquierda, durante la presentación de su trabajo en la Agencia Nacional de Discapacidad.A la izquierda, durante la presentación de su trabajo en la Agencia Nacional de Discapacidad.

Se refiere a que tiene la opción de cambiar su DNI sólo si pasa de M (masculino) a F (femenino), precisamente, cuando no se siente ni M ni F. La opción “género no binario” todavía no existe, por eso no lo cambió. “Y ahí quedó el nombre que me pusieron, un nombre que siempre me hizo daño”. A pesar de eso, en el artículo llamado “trato digno” la ley de identidad de género dice que debe respetarse el nombre que la persona elija, más allá de que difiera con el de su DNI.

Siendo Mérida entonces, el mes pasado entró a trabajar en la Agencia Nacional de Discapacidad. «La mayoría de las personas trans trabajan en la prostitución, es el destino que la sociedad les da.  Tengo 27 años y por más que era intérprete, que sabía inglés y francés, éste es mi primer trabajo formal”, cuenta.

Lo consiguió porque en septiembre el gobierno estableció por decreto que un mínimo del 1% de los cargos y contratos en el sector público deben ser para personas travestis, transexuales y transgénero. Ahora falta la ley nacional, que busca que también haya espacios en el sector privado para romper con ese destino del que Mérida habla.

“Entiendo el desconocimiento de las familias que a veces no tienen idea qué hacer. Bueno, quienes lo vivimos en ‘modo hijes’ podemos decirles ‘dénle libertad para que se exprese, el resto se va a ir construyendo’”, cierra Mérida. “Pero el resto también depende de la sociedad. A nadie debería importarle qué es lo que tenemos debajo de la ropa o cómo nos vestimos. Lo importante es quiénes somos, qué es lo que hacemos. A mí me encantaría ver una sociedad que permita fluir en la expresión. Ojalá”.

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FOTOS | 24 años después del terremoto de 2001: estos datos muestran la magnitud de la tragedia

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Eran las 11:33 de una típica mañana en El Salvador, una de esas en las que «Variedades del 6» y Davis Rosales ponían música en los hogares de muchos salvadoreños a través de la televisión, una mañana de ir por las tortillas y preparar la sopa de patas o la de gallina, una mañana de alistar todo para el viaje a la playa o a «puebliar». Pero, también, una mañana demasiado oscura para miles de personas.

Justo a esa hora, un potente sismo de magnitud 7.7 sacudió a El Salvador durante 45 segundos, tiempo suficiente para dejar más de un millón de damnificados, casi mil fallecidos, más de 5,000 lesionados y una destrucción total, representada por el sector de Las Colinas, en Santa Tecla, departamento de La Libertad.

El poder destructivo de la naturaleza

Según el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), el sismo se produjo debido al movimiento entre las placas tectónicas de Cocos y Caribe. Sin embargo, ese detalle técnico no termina por explicar el poder destructivo de un fenómeno que, en menos de un minuto, acabó con la vida de casi mil personas.

La intensidad del sismo causó una destrucción total en muchas zonas de El Salvador, siendo una de ellas en la colonia Las Colinas. Ahí, «José» (seudónimo a petición del sobreviviente) perdió a dos hermanos, una cuñada, tres sobrinos y a sus padres en el derrumbe que se produjo en dicho sector, el cual soterró casi en su totalidad dicha colonia, siendo el punto del país que más fallecidos dejó en esa tragedia.

«Se sentía como si se moviera todo el piso. Yo había salido a comprar las tortillas a dos pasajes de mi casa. El terremoto lo pasé ahí, cuando la señora de la tienda me dijo que ahí me quedara. Pude ver varias casas dañarse. Lo que no me imaginé es que, a los pocos segundos, escuchamos un estruendo que nos asustó a todos. Nos cubrimos porque solo escuchamos como una explosión. Cuando regresé a mi casa fue que me di cuenta lo que había pasado, lo del derrumbe», dijo el sobreviviente.

La familia de José es una de las tantas que suman un total de 944 fallecidos, según los registros de Protección Civil y el informe de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal). El sector del país con más muertes a raíz del terremoto fue La Libertad, donde se sumaron 685, siendo Las Colinas el punto más trágico de la situación.

«Solo estaba a dos pasajes. ¿Se imagina? Escuchamos como que estuviera explotando algo y, al ratito, todo era polvo y tierra. Corrí a mi casa y lo único que encontré fue una montaña de tierra en todo ese pasaje y todos los demás. A mi alrededor veía a otras personas llegando a ver qué pasaba y nadie se lo creía. No solo era el derrumbe, sino también las otras casas, las que más o menos estaban bien, terminaron destruidas, casi cayéndose», recuerda.

La destrucción del terremoto de 2001 no solo quedó en vidas, sino también en un daño estructural casi total en sectores como Santa Tecla, Comasagua, Colón, entre otros. Los informes de Protección Civil y Cepal contabilizan108,261 viviendas destruidas y otras 169,962 dañadas, lo que dejó un total de 1,364,160 damnificados.

La zona con más damnificados fue Usulután, con 356,391 damnificados, mientras que La Libertad sumó 147,708, San Salvador totalizó 107,083; mientras que San Vicente, Santa Ana, y Sonsonate también superaron los 100,000 afectados. En cuanto a lesionados, el terremoto dejó 5.565 en todo el país, además de 193 soterrados.

En cuanto a daños estructurales, el terremoto también dejó un saldo de 688 viviendas soterradas, de las cuales 687 se registraron en La Libertad, principalmente en Las Colinas, Comasagua, Colón y otros sectores, dejando en claro que ese departamento fue el que más resintió el impacto del potente fenómeno telúrico.

Parte de la destrucción la vivió Ricardo Fernández, comerciante de electrodomésticos cuyo negocio se situaba en la 2° Avenida Sur, en Santa Tecla, uno de los sectores económicamente más activos de dicha localidad.

«El terremoto tiró todos los negocios. No quedó nada. Solo pudimos correr a la calle y, desde ahí, ver cómo se caía todo el trabajo de muchos años. Cuando pasó el terremoto solo quedaron los escombros. Esa calle, la 2° Avenida, y todo el centro de Santa Tecla quedó destruido porque eran construcciones de adobe. Parecía película todo eso», señala Fernández.

Para los expertos de Medio Ambiente, el poder y la energía liberada en ese terremoto fue equivalente a la de 360 bombas atómicas como las lanzadas en Hiroshima y Nagazaki, en Japón, en 1945, lo que retrata con mayor fidelidad la capacidad destructiva que la naturaleza liberó ese día en El Salvador.

Una lucha por reconstruir

El negocio de Fernández nunca pudo volver a levantarse. A partir de ese 2001 comenzó a dedicarse a ser comerciante independiente en diversos rubros hasta el día de hoy. «Era complicado resurgir. Pero lo hemos logrado, poco a poco. Ya no pude volver a poner el negocio, pero hemos logrado sobrevivir y volver a salir adelante. Así nos toca a los salvadoreños», asegura.

La 2°Avenida Sur, en la actualidad, ha recuperado su brillo económico y el centro de Santa Tecla sigue siendo una parte activa en las finanzas de dicha localidad. Toda Santa Tecla, ahora que han pasado 24 años, se ha logrado posicionar como uno de los municipios más activos económicamente en el país, dejando en claro que, pese a la destrucción de 2001, El Salvador encontró la forma de volver a resurgir.

«Uno nunca deja de recordar a sus familiares en estas fechas», explica José. «No deja de llorar, no deja de dar tristeza. Pero la vida ha continuado y he conocido a otras personas, sobrevivientes también, que han salido adelante, algunos han podido rehacer sus vidas, otros han sabido vivir con el recuerdo. De mi parte, eso me ha tocado, saber vivir con el recuerdo. Para bien o para mal seguimos vivos y es por algo, por algo Dios así quiso que pasaran las cosas», añade.

En la actualidad, José es uno de los muchos comerciantes que se ubican cada fin de semana en el sector conocido como «Paseo El Carmen», uno de los puntos turísticos más importantes de Santa Tecla. Además, también ha logrado expandir su pequeño comercio de comidas a otras zonas como el Parque El Principito y la zona de El Cafetalón, lugares que, para él, también muestran cómo Santa Tecla ha salido adelante casi un cuarto siglo después del desastre.

«Si usted ve, ahora Santa Tecla se ve bonito, parece otra ciudad. Nadie creería todo lo que pasó en ese año. Por eso le digo que, para bien o para mal, las cosas siempre suceden. A partir de ese terremoto logramos encontrar un camino nuevo y pudimos resurgir. Claro que daría todo por tener a mi familia conmigo, pero la oportunidad de vivir me hace pensar que lo mejor que puedo hacer es recordarlos y seguir luchando», detalla.

Fernández también destaca el cambio de Santa Tecla en los últimos años. «Dicen que así somos los salvadoreños, con la capacidad de salir triunfantes de cualquier situación. Nos ha costado. Pero acá estamos. Ahora vivimos en un mejor El Salvador y eso también incluye todas esas malas experiencias que hemos tenido que superar. Siempre encontramos la forma de salir adelante y Santa Tecla y El Salvador así lo demuestran», confiesa.

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FOTOS – VIDEOS | Fallece Tatiana Guevara, joven salvadoreña conocida como «la chica de la cama 29»

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La joven salvadoreña, quien se convirtió en un símbolo de fortaleza y resiliencia por su lucha contra el cáncer, Tatiana Guevara, falleció ayer (miércoles), de acuerdo con un comunicado publicado por su familia.

Días anteriores, en redes sociales, se solicitó oración para ella, por encontrase en estado delicado, mientras combatía dicha enfermedad.

Por medio de la misma plataforma, el año pasado, la salvadoreña inició una campaña de recaudación de $150,000 para someterse a una cirugía de trasplante de medula ósea.

En un video hecho viral, Guevara solicitó ayuda al presidente Nayib Bukele, quien al enterarse no dudo en brindarle su total apoyo.

«Nosotros cubriremos lo que haga falta, ya no te preocupes por eso. Primero Dios pronto sanarás», le contestó el mandatario salvadoreño, el 24 de septiembre de 2024, desde sus historias de Instagram.

«Hoy, su espíritu descansa en paz, abrazada por el amor de Dios, dejando un legado de sanación, propósito y amor […] Descansa en paz, Tati. Te ganaste el corazón de muchos y serás recordada por siempre», posteó su familia este día.

A Tatiana le habrían detectado la enfermedad en plena juventud, el 8 de mayo de 2024.

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Hermanitos celebraron graduación en una poza de Huizúcar y perdieron la vida trágicamente

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Hace unos días, la comunidad de Huizúcar, La Libertad, se vio sacudida por una trágica noticia. Los hermanos Jonathan Moisés Ortíz Cruz, de 17 años, y José Leonardo Ortíz Cruz, de 15 años, perdieron la vida ahogados en una poza. La fatalidad de este suceso ha dejado un profundo dolor en sus seres queridos y en todos aquellos que los conocieron.

Según reportes preliminares, los jóvenes se sumergieron en el agua para nadar, pero no lograron salir a la superficie. Los familiares indicaron que ambos estudiantes estaban celebrando sus graduaciones, uno de bachillerato y el otro de noveno grado, cuando ocurrió la fatalidad.

El padre de los hermanos compartió que uno de los anhelos de los jóvenes era disfrutar de un chapuzón y luego comer en la orilla del río. Cabe destacar que en la zona se encuentra un rótulo que advierte sobre la profundidad de la poza, que alcanza los 2.5 metros. Las autoridades continúan investigando el incidente.

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