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Descodificando la Política Parte II: FMLN

Este es el segundo de una serie de artículos basados -desde una perspectiva civil- en los 3 partidos más importantes en la contienda electoral.
El movimiento que alguna vez fue símbolo de “revolución social”, aun cuando cuestionemos algunos o muchos de los ideales que los llevaron a ser parte activa de una cruenta guerra civil, es ahora el partido de gobierno por dos periodos presidenciales que están a punto de terminar. A fuerza de ser sinceros, el FMLN no es ni la sombra del movimiento inquietante de izquierda de los años 80, o quizá (y como una teoría de la que me responsabilizo), es ahora más que nunca, la esencia pura de lo que muchos de sus líderes siempre quisieron ser: una estructura de poder, llena de privilegios exclusivo para una cúpula y seguidores más cercanos, cada vez más alejada del clamor de la población por la que tanto manifestaron luchar. Por esa razón y desde mi perspectiva ciudadana, descifro -de manera cronológica y breve- las razones del ascenso y ocaso de uno de los movimientos de izquierda más emblemático de la historia latinoamericana reciente.
- EL FIN DE LA LUCHA CLANDESTINA. El diálogo, el fin de la guerra civil y la negociación de la paz, significaron el paso del FMLN como movimiento político-militar a la creación del partido político que hoy conocemos. Sus líderes y lideresas (usando su lenguaje), pasaron de la clandestinidad, a la vida pública, y los lujos y comodidades comenzaron a ejercer un “pressing” dialéctico en su perspectiva económica y social. Las primeras elecciones presidenciales en las que participaban, los primeros curules en el parlamento, y el creciente financiamiento del partido rojo, fueron opacando el “sentido popular” de sus dirigentes y desarticulando ideológicamente al FMLN como estructura histórica como tal. Muchos de sus intelectuales emblemáticos se separaron del partido, otros miembros emblemáticos fueros expulsados u olvidados por considerarlos “revisionistas” y el Partido Comunista (junto a las FPL) monopolizaron el poder en el Frente en todos los sentidos.
- LA MUERTE DE SHAFICK Y LA TEORÍA DEL PODER. El hecho histórico que marca el antes y después del Frente como partido revolucionario, es la muerte de su líder histórico Schafik Hándal, ya que ahora más que nunca se entiende el rol que su figura jugaba. Schafik, era el reflejo de la ortodoxia, pero también de la franqueza en la corriente de pensamiento al interior del partido, estuviéramos o no de acuerdo con él, y como lo mencionó alguna vez Alfredo Cristiani: “con Schafik se podía negociar” en el buen sentido de la palabra. De hecho, su candidatura a la presidencia y su ortodoxo mensaje sobre los ideales del Frente al llegar al poder, consolidaron la base de votantes más grande de la historia del partido de izquierda.
Con su muerte, los cabos que amarraban los intereses mezquinos de algunos dirigentes de dicho partido fueron desatados, y el control del poder pasó del interés ideológico, al interés económico, saltando cualquier obstáculo que no se les hubiera sido permitido sin el consentimiento de Schafik. La frase de Schafik: “entre más poder se tiene, más se corrompe la gente”, pareció convertirse en la maldición del propio partido por el cual había sacrificado toda su vida.
- FUNES Y LA ERA DE LA POLARIZACIÓN. La oportunidad del ascenso del Frente al poder Ejecutivo, llegó de la mano del candidato que prometió un “cambio” en la forma de gobernar el país, y se vanaglorió de la promesa de alcanzar una transformación estructural en favor de las grandes mayorías. El experimento del 51% del pueblo votante salió mal y Funes significó literalmente tres cosas para el país: una mayor polarización entre el pensamiento del votante de derecha e izquierda ya que cualquiera que criticara al gobierno de Funes, se adjudicaba el cliché de “arenero de champa”, consecuencia del fomento de esta idea del mismo presidente Funes, más como una justificación de su mal gobierno, culpando durante toda su gestión a los 20 años de gobierno de ARENA. Y después de usar esa técnica perversa, el pueblo aprendió la mala praxis y el sentido crítico desapareció aún más: no existen coincidencias entre izquierdas y derechas en este país, y lo ideológico impera sobre la razón.
Segundo, el fracaso de una gestión pública que debilitó aún más, el sistema económico, social y político del país. El gobierno de Funes careció de fundamentos, de organización, reflejó una desarticulación de la estructura del Gobierno y por más documentos de políticas elaborados, mecanismos institucionales desarrollados y miles de nuevos puestos “burocráticos” creados sin la contraloría social, los resultados han sido claros: la economía se estancó, la violencia y el crimen social no retrocedieron, el poder de las pandillas se incrementó, y el país sigue estancado en las áreas primordiales de su desarrollo. Y tercero: el experimento Funes terminó como sabemos: enriquecimiento desproporcionado del mandatario y su “inner circle”, una estructura del Estado desconfigurada en sus actividades naturales, y la falta de una visión clara de lo que se hizo en esos años para sacar adelante al país.
- SANCHEZ CEREN Y EL FIN DE LOS GOBIERNOS DEL FRENTE. Indiscutiblemente la figura presidencial de este gobierno ha sido carente de liderazgo, carácter y creatividad; y por largos periodos, la ausencia pública de la imagen de Sánchez en el Gobierno ha sido más oportuna que cuestionada. Los constantes cambios en gabinetes claves, así como mantener en su puesto a cuestionadas figuras políticas, son solo una muestra de la “inestabilidad” en la dirección de este gobierno. Sobre el gobierno de Cerén hay poco que decir, todo o casi todo se resume en pocas palabras: desaciertos, carencia técnica, falta de credibilidad y sobre todo, una delgada línea política sobre quién maneja el país: el partido o el presidente.
- CONCLUSIÓN. Las encuestas señalan al partido de izquierda en un lejano tercer lugar y sus mismos dirigentes aseguran que “remontar la ventaja” no será tarea fácil, sobre todo, cuando su candidato Hugo Martínez, ve pocos apoyos al interior de su partido, sumado a decisiones de la cúpula y del Gobierno que afectan su imagen (el apoyo al régimen de Nicaragua por ejemplo), y el creciente transfuguismo de funcionarios de mandos medios hacia el candidato celeste (algo que desde mi punto de vista refleja la mediocridad e interés de dichos funcionarios ansiosos de poder, carentes de principios e ideologías). “Quizá” (y lo subrayo como una hipótesis), Hugo Martínez sea el candidato más sincero en la campaña electoral, pero el lastre de dos gobiernos marcados por falta de capacidad técnica, señalamientos de corrupción, un expresidente prófugo, un presidente actual con bajísimo nivel de popularidad, y el opaco interés de la cúpula del Frente por apostar a una victoria en las elecciones, sean los elementos de la “implosión” al interior de la candidatura presidencial del partido rojo. El frente ha sido castigado por la población, el electorado le ha manifestado el malestar por su gestión, y defender lo que el Frente ha hecho como gobierno, es más una excusa, que una explicación, y aunque desde mi perspectiva electoral “nunca hay que dar al Frente por muerto en las elecciones”, el partido está al borde de su histórica popularidad, vemos pocas ideas de reinvención, continua el liderazgo de sus “ancestros” dirigentes, sin dar oportunidad a corrientes innovadoras de pensamiento, y solo la audacia de su candidato podrán acercarlos a la orilla de la salvación.
Como les dijo alguna vez un funcionario español en mi presencia: dejen de pensar como ONG, son el Gobierno de El Salvador. Quizá eso explique en parte el fracaso en el poder del FMLN, pueda que yo esté equivocado, la verdad absoluta no existe.
El siguiente artículo se refiere al fenómeno Bukele, y como se trata del candidato de las “mayorías”, debo afinar aún más el lápiz, el cerebro, y quizá el corazón.
NOTA DEL AUTOR: El siguiente artículo se refiere al FMLN y por último el fenómeno Bukele, por lo tanto, le pido no me juzgue, no he terminado de hablar. Una cosa si es cierta, este artículo era impensable escribirlo y publicarlo hace 30 años, lo que implica que la democracia sigue avanzando, no seamos tan pesimistas.
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Guillermo Gómez es un Consultor Senior, Economista y Máster en Política Económica Internacional con experiencia en la elaboración de políticas públicas y formulación de proyectos. Posee más de 10 años de experiencia (2005 a la fecha) como Experto en monitoreo y evaluación, planificación estratégica y evaluaciones económicas y sociales, así como diagnósticos y análisis de programas y proyectos.
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Reconstruyendo la figura del padre: entre el desprecio y la reivindicación

Lisandro Prieto Femenía
“Cuando se suprime la autoridad del padre, la vida se convierte en un laberinto sin salida para el hijo”, Erich Fromm, El miedo a la libertad
Bien sabemos que vivimos en un mundo que a menudo parece empeñado en deconstruir cada pilar de su propia estructura, y entre ellos, la figura del padre ha emergido como uno de los blancos más recurrentes en las últimas décadas. A las puertas de la celebración del día del padre en Argentina, este 15 de junio, se impone una profunda reflexión sobre cómo el rol paterno, y por extensión la masculinidad misma, ha sido sistemáticamente bastardeado por ciertas corrientes ideológicas que, bajo el paraguas del progresismo posmo progre, han sembrado la duda y el desprecio sobre lo que alguna vez fue un pilar fundamental de la familia y la sociedad. No se trata aquí de añorar un patriarcado opresor, sino de discernir la diferencia entre la crítica necesaria y la anulación ideológica.
Nuestro nefasto presente, la postmodernidad, con su inherente fragmentación y su cuestionamiento de las grandes narrativas, ha propiciado un terreno fértil para la reevaluación de los roles de género. Sin embargo, lo que comenzó como una legítima crítica a un sistema estructurado de relaciones sociales y sus desequilibrios de poder, derivó en ocasiones hacia una deslegitimación generalizada de la masculinidad misma. La figura del hombre, y con ella la del padre, ha sido etiquetada y demonizada bajo la sombra de una opresión histórica que no existe desde hace, por lo menos, medio siglo.
Al respecto, Jordan B. Peterson, señala que “la patologización del dominio masculino y la equiparación de la jerarquía con la tiranía están destruyendo la confianza de los hombres en su propio potencial constructivo” (Peterson, J. B. 12 reglas para vivir: Un antídoto al caos, 2018, p. 116). De esta forma, se gesta una narrativa donde el hombre, en tanto portador de una masculinidad tradicional, es inherentemente problemático, un agente de desigualdad cuya autoridad debe ser socavada. Esta crítica, en su versión más radical, no busca una masculinidad sana y equitativa, sino que parece apuntar a su erradicación como fuerza natural y cultural significativa.
Este proceso intencional de deconstrucción ha penetrado el imaginario colectivo, permeando las dinámicas familiares y la percepción social del rol paterno. El padre, que otrora representaba la ley, la autoridad y el sostén, ha sido progresivamente desdibujado. En el afán de romper con moldes rígidos, se ha llegado a proponer la prescindibilidad de su figura, o peor aún, a representarla como una amenaza latente. Zygmunt Bauman, al abordar la “modernidad líquida”, describe una fluidez en las relaciones humanas donde los lazos duraderos se desvanecen. Si bien Bauman no se centra exclusivamente en la figura del padre, su análisis de la fragilidad de los vínculos y la precarización de las instituciones tiene bastante relación con la actual disolución del rol paterno. Al expresar que “las instituciones duraderas que solían proporcionar una estructura firme para la vida humana están siendo desmanteladas o se están volviendo cada vez más débiles, efímeras y provisionales” (Bauman, Z. Modernidad líquida, 2000, p. 11) nos presenta un panorama claro en el que el padre, como institución familiar y social, no escapa a esta licuefacción. Su autoridad, antes incuestionable, se ha diluido en un mar de relativismos, a menudo sin ofrecer un sustituto que brinde la misma estabilidad y dirección.
El impacto de esta violencia sistemática no es menor. El rol del padre, entendido clásicamente como el portador de la ley, el que introduce al niño en el orden simbólico y social más allá de la díada materna, ha sido objeto de una permanente relativización intencional. La noción de que la autoridad paterna es intrínsecamente opresiva ha llevado a que muchos hombres duden de su propio papel, e incluso se inhiban de ejercer una paternidad que, si bien debe ser amorosa y empática, también requiere firmeza y establecimiento de límites.
Sobre este último aspecto, Christopher Lasch, en su obra titulada “La cultura del narcisismo”, aunque escrita en otro contexto, anticipa una sociedad donde el individualismo y la atomización familiar erosionan la base de la crianza. La ausencia de figuras paternas fuertes, o la devaluación de su función, contribuye a la proliferación de personalidades más frágiles y menos aptas para afrontar los desafíos del mundo exterior. En pocas palabras, si el padre no representa el vector que conecta al hijo con el mundo externo de las normas y los desafíos, ¿quién lo hará? La ideología posmo-progre, al vaciar de sentido el rol paterno, deja un hueco que no puede ser llenado simplemente con la noción de un progenitor indistinto.
Frente a este panorama triste e injusto, es imperativo trascender el discurso simplificador y reivindicar la irremplazable importancia de la figura paterna. No se trata de realizar un llamado al retorno de modelos obsoletos de autoritarismo, sino de reconocer la singularidad y la complementariedad del rol del padre en el desarrollo integral de los hijos y en la estabilidad misma de la sociedad. El padre, en su mejor expresión, es fuente de seguridad, un modelo de fortaleza y resiliencia, y el portador de una perspectiva diferente que enriquece la dinámica familiar. Sobre este aspecto, Jacques Lacan, la función del padre es la introducir la “ley”, el “Nombre del Padre”, que permite al sujeto salir de la relación especular con la madre e ingresar al orden simbólico del lenguaje y la cultura (Lacan, J. Escritos 1, 1966, p. 280, en referencia a la función simbólica del padre en el Edipo). Pues bien amigos, esta función, lejos de ser opresiva, es estructurante, es decir, es lo que permite al individuo internalizar las normas sociales y diferenciarse, construyendo su propia identidad sin que ninguna moda pasajera la moldee por él.
También, es fundamental destacar que la presencia de un padre comprometido no sólo ofrece una figura de autoridad amorosa, sino que también fomenta la autonomía, la capacidad de asumir riesgos y la templanza en los hijos. La figura paterna, con su alteridad respecto a la madre, ofrece un modelo de relación distinto, vital para la comprensión de las diferencias de género y la construcción misma de la identidad sexual. Un padre presente y activo es crucial para el equilibrio familiar y para la formación de ciudadanos capaces de enfrentar los desafíos de la vida con responsabilidad y entereza. Despreciar o pretender anular esta figura es, en última instancia, un acto de autosabotaje social, una renuncia a una de las fuerzas más potentes y necesarias para la formación de individuos libres y sociedades cohesionadas.
La precitada denigración ideológica sobre la figura del padre no se ha limitado al ámbito discursivo, sino que se ha incrustado violentamente en la realidad social, dejando una estela de daño y dolor palpable y concreto en la vida de muchos hombres y sus hijos. Las consecuencias de esta campaña de desprestigio se manifiestan en escenarios judiciales, en la dinámica familiar y en la percepción pública, generando una profunda distorsión del vínculo paterno-filial.
Uno de los ejemplos más lacerantes de este daño se observa en el distanciamiento y la alienación parental, a menudo facilitados o exacerbados por procesos judiciales. En innumerables ocasiones, tras una separación conflictiva, se instrumentaliza a la justicia para alejar a los hijos del padre. Esto puede manifestarse a través de la obstrucción sistemática del régimen de visitas, la negativa a cumplir con los acuerdos de tenencia o, incluso, la promoción activa de un rechazo irracional hacia el padre por parte de la madre.
Aunque el concepto de alienación parental es debatido en el ámbito psicológico, sus manifestaciones en la práctica son innegables: niños que, sin razón aparente, se niegan a ver a sus padres, repiten acusaciones sin fundamento o expresan un miedo infundado hacia ello, sembrando una brecha emocional que suele ser irreparable. El sistema judicial, totalmente corrompido y degenerado, en su afán de proteger a la “parte más vulnerable”- a menudo interpretada automáticamente como la versión de la madre-, se convierte en cómplice de esta fractura, al no actuar con la contundencia y objetividad necesaria ante la evidencia de manipulación o impedimento de contacto.
Aunado a todo esto, las falsas denuncias emergen como una de las herramientas más perniciosas utilizadas para destruir la reputación y la relación del padre con sus hijos. En un contexto de creciente sensibilización sobre la violencia de género, algunas personas, amparadas en la presunción de veracidad que a menudo acompaña a estas acusaciones, recurren a imputaciones infundadas o falsas de violencia, abuso o incumplimiento, para obtener ventajas en litigios de familia o simplemente para aniquilar la figura paterna en cada caso particular.
Estas denuncias, incluso cuando posteriormente se demuestran falsas, dejan una huella indeleble. El proceso judicial en sí mismo es una condena social que implica el escarnio público, la pérdida del empleo, el estigma social y, lo más doloroso, la suspensión o limitación inmediata del contacto con los hijos. Como bien apuntaba el sociólogo y filósofo Jean Baudrillard en su crítica a la simulación y la hiperrealidad, “la realidad se ha convertido en una imagen, un signo, y no en un referente de algo que se ha producido en el mundo real” (Baudrillard, J. Cultura y Simulacro, 1978, p. 7). Pues bien, en el ámbito de estas acusaciones, la “realidad” construida por la denuncia falsa, la imagen que proyecta, anula la verdad objetiva y condena al individuo en el plano simbólico, independientemente de la absolución legal posterior.
Finalmente, tenemos que mencionar las campañas difamatorias en las redes sociales o en círculos personales, que complementan este asalto sistemático a la figura paterna. Espacios que deberían ser de conexión se convierten en foros de linchamiento, donde la imagen del padre es pulverizada mediante la difusión de rumores, acusaciones no verificadas y juicios sumarios. Estas campañas buscan aislar al padre, minar su autoridad ante sus hijos y ante la comunidad y destruir cualquier posibilidad de una relación sana. La facilidad con la que se viralizan estas narrativas, sin la necesidad de pruebas o del debido proceso, crea un ambiente de “justicia paralela” que es devastador para el padre afectado. Así, amigos míos, la postverdad, concepto tan acuñado en nuestros tiempos, encuentra en estas prácticas un terreno fértil, donde las emociones y las creencias priman sobre los hechos objetivos, y donde la reputación de un padre puede ser demolida sin un juicio justo, simplemente por la fuerza del relato prevalente que la moda progre avala sin miramientos.
En suma, el discurso de deconstrucción del padre no se queda en la teoría. Se materializa en acciones concretas que, al amparo de ciertas lecturas ideológicas y a través de mecanismos legales o sociales pervertidos, despojan al padre de su lugar, de su dignidad y, trágicamente, del irrenunciable derecho a ejercer una paternidad plena y amorosa. Este es el precio de abrazar irracionalmente una ideología que, en su radicalidad, confunde la lucha por la igualdad con la aniquilación de uno de los pilares esenciales de la vida familiar.
Para terminar, queridos lectores, la crítica esbozada a lo largo de este texto no es un lamento nostálgico por un pasado idealizado, ni una negación de los avances en materia de igualdad de género. Es, en cambio, una crítica frontal a una ideología que, en su afán de deconstrucción radical, ha despojado a la figura del padre de su dignidad, de su valor intrínseco y de su innegable función social. El progresismo decadente, en su vertiente más dogmática (es decir, la que más financiamiento ha recibido) ha contribuido a un desprecio sistemático de la familia como institución fundamental y ha marginado el rol del padre, concibiéndolo como una reliquia de un patriarcado opresor ya inexistente, en lugar de reconocer su potencial transformador y fundante.
No es momento de sumarse al coro que busca disolver las identidades y los roles en una indistinción que empobrece. Es el momento de reivindicar al padre, no como un vestigio del pasado, sino como una necesidad imperiosa del presente y del futuro. Es hora de restaurar la confianza en la masculinidad sana, aquella que se construye sobre la responsabilidad, la protección, el ejemplo y el amor incondicional. La familia, en su diversidad de formas, sigue siendo el crisol donde se forjan las futuras generaciones, y en ese crisol, la figura del padre, con su autoridad amorosa y su perspectiva única, es irremplazable. Negar este rol, o reducirlo a la caricatura de un opresor, es debilitar el tejido social y privar a los hijos de una de las brújulas más importantes para navegar la complejidad de la existencia humana. Por ello, reivindico al padre, en su autenticidad y su potencia, como un pilar fundamental para reconstruir un mundo más íntegro y menos líquido.
Lisandro Prieto Femenía
Docente. Escritor. Filósofo
San Juan – Argentina
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Economia
Analista Mauricio Rodríguez destaca la apuesta del Gobierno en economía

La implementación de medidas de alivio económico y la atracción de las inversiones son parte de las apuestas que el Gobierno del presidente Nayib Bukele ha realizado en favor de los salvadoreños y del país en materia financiera, afirmó el sociólogo y analista político Mauricio Rodríguez.
«El presidente creó los agromercados y las centrales de abastos. Estas se llaman medidas de alivio económico, pero también inició la etapa de atracción de inversión, y tenemos la inversión de la empresa turca YILPORT Holding Inc., con $1,615 millones», recordó el sociólogo.
La construcción de los agromercados y centrales de abasto son medidas tomadas como parte de la primera fase (Alimentación) del Plan Económico quinquenal 2024-2029 del presidente Bukele. La inversión de la empresa de capital turco corresponde a la tercera fase (Logística) de dicho plan.
Con dichos recursos inició el año pasado la modernización del puerto de Acajutla, y la reactivación del puerto de La Unión construido y abandonado por los gobiernos areneros. «Todo esto no se hizo en los gobiernos anteriores, porque no tenían la capacidad y no tenían la voluntad política. Cayeron en su zona de confort. ARENA y el FMLN mantuvieron un sistema de alternancia en el poder», señaló el también docente.
El bipartidismo fue derrotado en los comicios de febrero de 2019 por el ahora presidente Nayib Bukele.
Opinión | Mauricio Rodríguez
Sociólogo y analista
Este artículo fue publicado originalmente por Diario El Salvador.
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España se moviliza contra el rearme militar: gran manifestación el 7 de junio

Foto: Cortesía
Por: Jorge Sánchez, periodista especializado en la política internacional y colaborador de la redacción
Miles de personas saldrán a las calles para denunciar la creciente militarización promovida por la Unión Europea y la OTAN, en el marco de una política de escalada bélica que desvía recursos públicos hacia el gasto militar. En España, el gobierno del PSOE y Sumar ha anunciado un aumento repentino de 10.000 millones de euros en defensa, reforzando lo que el teórico Raúl Sánchez Cedillo denomina «régimen de guerra»: una dinámica que se intensificó desde 2022 con la guerra entre Rusia y Ucrania, y que beneficia a la industria armamentística, mientras las élites políticas y económicas mantienen el rumbo.
El discurso del miedo y sus consecuencias
Los líderes de la UE y los gobiernos nacionales han justificado esta deriva belicista mediante campañas mediáticas que promueven la seguridad basada en el miedo. Ejemplos como los videos de Von der Leyen en búnkeres o la promoción de «kits de emergencia» refuerzan una narrativa que normaliza el aumento del gasto militar. Sin embargo, esta estrategia no solo consolida un clima de guerra, sino que también amenaza con recortes en derechos sociales, como reconoció incluso el primer ministro de Finlandia ante Pedro Sánchez.
Mientras buena parte de la sociedad española sufre el aumento de la inflación, la precariedad laboral y la especulación inmobiliaria, el rearme no solo no soluciona estos problemas, sino que los agrava al desviar fondos de áreas esenciales.
La movilización del sábado: «No al rearme, no a la guerra»
La Asamblea de Madrid convoca una manifestación este sábado 7 de junio a las 12:00 en la capital para rechazar:
- El discurso belicista de gobiernos, instituciones y medios que presentan la guerra como solución.
- La propaganda del miedo que intenta legitimar el gasto militar como algo «inevitable».
- La militarización como excusa para recortar sanidad, educación y derechos fundamentales.
- La Ley Mordaza y toda legislación represiva.
Además, se exige la suspensión de relaciones económicas, militares y diplomáticas con Israel y el cese inmediato del genocidio palestino.
Contradicciones en la izquierda gubernamental
Aunque Podemos, Sumar e Izquierda Unida han confirmado su participación en la protesta, su presencia genera críticas, ya que estas formaciones son parte de un gobierno que ha aprobado el aumento del gasto militar. Sectores del movimiento por la paz reclaman coherencia entre el discurso político y las decisiones ejecutivas.
La movilización llega en un contexto clave: en las próximas semanas, la cumbre de la OTAN podría exigir a los países miembros elevar su inversión militar hasta el 5% del PIB, una medida que profundizaría la militarización en Europa.
Por: Jorge Sánchez, periodista especializado en la política internacional y colaborador de la redacción