Internacionales
“Morir es un alivio”: 33 exnarcos explican por qué fracasa la guerra contra la droga en México
Soy del norte de México, una de las regiones más afectadas por la violencia del narcotráfico durante la guerra contra el narcotráfico.
Entre 2008 y 2012, mi ciudad vivió una de las épocas más inciertas y violentas en su historia. Las balaceras, enfrentamientos entre cárteles y militares que empezaron como acontecimientos esporádicos terminaron siendo eventos frecuentes. Sucedían a plena luz del día y en cualquier lugar de la ciudad. A mí me tocó presenciar una balacera justo a un costado de la universidad donde daba clases.
Tuvimos que cerrar las puertas y aplicar el protocolo de seguridad diseñado para enfrentar estos eventos. Mis amigos y familiares vivieron experiencias similares. Algunos fueron testigos de las balaceras desde sus automóviles y otros desde sus casas.
Junto con la creciente violencia, el cártel de los Zetas empezó a sobornar a los negocios locales. O pagaban su “derecho de piso” o les balaceaban su negocio o les secuestraban a algún familiar.
Poco a poco los negocios fueron cerrando y la paranoia aumentó debido a los mensajes que los narcos mandaban por redes sociales: “Esta noche no salgan porque va haber balazos”. Algunas veces estas amenazas resultaban ciertas.
En este contexto decidí estudiar un postgrado en el extranjero. No quería continuar mis estudios en medio de tanta inseguridad, por lo que viajé a Inglaterra. Es aquí donde surge mi interés académico por la violencia del narcotráfico. Gracias al consejo de una de mis profesoras, canalicé mi frustración en contra de las políticas de seguridad del expresidente Felipe Calderón (2006-2012) a través de mi tesis de máster. Llevo siete años estudiando el tema.
33 historias de vida de narcotraficantes
Mi tesis doctoral se enfoca en estudiar la violencia del narcotráfico a través del análisis de historias de vida.
Entre octubre de 2014 y enero de 2015, entrevisté a 33 hombres que trabajaron en el narco. Abordamos temas como su niñez y adolescencia, alcoholismo, drogas, vandalismo, su incursión y rol en el narco con el fin de entender el impacto de estas experiencias personales en la incursión de los participantes en el narcotráfico, estudié sus narrativas desde un punto de vista discursivo.
Por las características de mi estudio, su contribución es de dos tipos. Primero, metodológicamente, entrevistar a narcos de primera fuente es algo inédito en el mundo académico. Hasta la fecha, no hay otro estudio que haya recopilado más de treinta entrevistas a exmiembros del narco.
En términos académicos, el estudio pone sobre la mesa una perspectiva que ha sido ignorada por investigadores, funcionarios públicos y políticos: la de los perpetradores. En este sentido, el análisis de sus narrativas de vida arroja luz sobre las posibles causas de su incursión en el narco y explica la lógica con la que entienden el mundo. Comprender ello es clave no sólo para abordar un fenómeno complejo sino para diseñar políticas públicas y de seguridad. Hasta ahora, dichas políticas se diseñan bajo la lógica de los hacedores de política. No sorprende, entonces, su gran fracaso.
Narcos: ni monstruos ni víctimas
Para empezar, hay que reconocer que los narcos son parte de nuestra sociedad. Están expuestos a los mismos discursos, valores y tradiciones que todos nosotros. Uno de los principales problemas en México es que el gobierno sistemáticamente los discrimina al reproducir el discurso binario estadounidense “ellos” y “nosotros”, “buenos” y “malos”. Este discurso, además de ser absurdo en su extrema simplicidad, opaca los múltiples matices que revelan las causas de esta violencia.
El análisis de las historias de vida de exnarcos arroja luz sobre dichos matices. Los participantes no se ven ni como víctimas ni como monstruos. Ellos no justifican su incursión en el narco como su “única opción” para sobrevivir, como muchos estudios académicos aseguran. Reconocen que entraron al narco porque, aun cuando la economía informal les permitía sobrevivir bien y mantener a sus familias, ellos querían “más”.
Los entrevistados tampoco se ven como criminales sanguinarios, como se les representa en las películas. Los participantes se autodefinen como agentes libres que decidieron trabajar en una industria ilegal, pero también se definen como personas “desechables”.
Este sentimiento de marginación, sumado a su problema de adicción a las drogas y la falta de un propósito general de vida hace que valoren poco sus vidas y que la muerte, en cambio, sea vista como un alivio.
Este es un tema clave a considerar en el diseño de políticas públicas. Una tarea central es evitar que más niños y jóvenes se sientan desechables.
Mi investigación revela cómo los participantes reproducen el discurso binario del gobierno. Se autodefinen como “ellos”, los marginados de la sociedad. No se consideran “nosotros”, parte de la sociedad civil. También reproducen la ética individualista que permea México desde la entrada del neoliberalismo a fines de los 80. Esta ética es un arma de doble filo: no culpan al Estado o a la sociedad por su condición de pobreza, pero tampoco sienten remordimiento por sus crímenes. Consideran que ellos tuvieron “la mala suerte” de nacer pobres y marginados y sus víctimas tuvieron “la mala suerte” de caer en sus manos. Su lógica es simple: “Cada quien que se rasque con sus propias uñas”.
La pobreza, condición fija e inevitable
Al analizar las entrevistas de mis participantes, identifiqué un conjunto de regularidades e ideas asumidas como verdades, a las cuales denomino discurso del narco.
El discurso del narco produce un significado de la pobreza tajante. Se asume que la gente pobre no tiene futuro y por lo tanto no tiene nada que perder. Como lo aseguró uno de mis entrevistados (Wilson): “Yo sabía que iba a crecer y morir en la pobreza, y solo le preguntaba a Dios: ¿Por qué yo?”. La pobreza se naturaliza, se entiende como una condición inevitable sin señalar responsables. Se da por sentado que “alguien tiene que ser pobre” (Lamberto) y que “no puedes hacer nada para evitarlo” (Tabo).
Esta visión de pobreza implica una visión individualista del mundo: los sujetos son responsables por su desarrollo económico y social. “Yo sabía que estaba solo, si quería algo lo tenía que obtener por mí mismo” (Rigoleto).
La lógica del discurso del narco en términos de pobreza es que los individuos están solos y por lo tanto impera “la ley del más fuerte” (Yuca). Así también lo explica Cristian: “En mi barrio todos sabíamos las reglas: el que se duerme pierde. Esa era la ley. Tienes que ser rudo, violento, uno se tiene que cuidar porque nadie lo va a hacer por ti”.
El discurso del narco asume que los niños y jóvenes inevitablemente serán drogadictos y pandilleros: “Cuando creces en un barrio pobre ya sabes que en algún punto te convertirás en drogadicto” (Palomo). Igualmente, las pandillas, que implican vandalismo y violencia diaria, son construidas como “la única manera de sobrevivir a la violencia en las calles” (Piochas). Por lo tanto, se da por sentado que estos jóvenes no tienen futuro y por eso son desechables: “Cuando eres drogadicto te ves a ti mismo como nada, peor que basura… ¿a quién le va a importar la vida de un pobre drogadicto?” (Palomo).
La muerte temprana de estos jóvenes también se construye como inevitable: “Cuando ves a tantos de tus compañeros morir en peleas, de sobredosis, balaceados por la policía, tú piensas que ese también es tu futuro” (Tigre). De esta manera, se asume que el destino de los jóvenes pobres es fatal: “Siempre pensé que mi destino era morir, ya sea de una sobredosis o por una bala” (Pancho).
Bajo esta lógica, una de las pocas maneras de disfrutar la vida es a través del consumo de productos de lujo y la única manera de acceder a ellos es a través del “dinero fácil” que les proporciona “la vida fácil”. La vida fácil es el trabajo en el narcotráfico. La felicidad dada por el dinero fácil se entiende como efímera pero que merece la pena, porque se asume que “en este mundo, sin dinero no eres nadie” (Canastas). Se reconocen los peligros: “Un día puedes estar en un restaurante lujoso rodeado de mujeres hermosas, pero al día siguiente puedes despertar en un calabozo” (Ponciano). Así pues, la vida fácil se tiene que vivir rápido y al máximo: “Mi meta era disfrutar cada día como si fuera el último. No escatimaba en nada. Me compraba las mejores trocas (camionetas), los mejores vinos y tenía a las mejores mujeres” (Jaime).
Violencia, machismo y la fantasía del parricidio
El discurso del narco también produce la idea de que “un hombre de verdad” tiene que ser agresivo, violento y mujeriego.
Los participantes se referían a los barrios pobres como “la jungla” haciendo alusión a la ley del más fuerte. La violencia física es esencial para sobrevivir, literalmente.
El discurso del narco resalta un aspecto clave de la violencia: es aprendida. Los hombres no nacen violentos, se hacen. Como lo explica Jorge: “Cuando era niño, los niños más grandes me pegaban, se aprovechaban de mí porque estaba solo. Yo no era violento… pero tuve que volverme violento, más violento que ellos. Lo tienes que hacer si quieres sobrevivir en las calles”.
En “la jungla” los hombres también sobreviven por tener una cierta reputación. Se asume que el “hombre de verdad” es heterosexual, mujeriego, “bueno para la parranda, las drogas y el alcohol” (Dávila).
En este discurso también se reconoce que, a diferencia de las mujeres, el hombre de verdad no puede mostrar sus miedos, sus emociones y debilidades, y la mejor manera de hacerlo es demostrar fuerza y dominio en todos los territorios: en la pandilla, en las peleas con pandillas rivales y en sus casas, con sus familias.
En las entrevistas un tema recurrente fue el rencor que los participantes sentían en contra de sus padres. De hecho, 28 de los 33 entrevistados admitieron que en algún punto de sus vidas su mayor ilusión era matar a sus padres. La violencia doméstica y de género son las primeras experiencias de vida de estos participantes. Todos coinciden en que su mayor frustración era ver cómo sus padres golpeaban y abusaban de sus madres constantemente. Este tema es una constante en las narrativas, no solo cuando se abordó su niñez sino también cuando se tocaron temas de drogadicción, violencia y su incursión en el crimen.
Para algunos participantes, la fantasía de matar y hacer sufrir a sus padres era su mayor motivación para trabajar en el narco. Por ejemplo, Rorro explicó: “Cuando era niño no tenía ilusiones, o planes para el futuro, mi único pensamiento era matar a mi padre cuando fuera grande… lo quería cortar en pedacitos”. Y ser parte del narco le otorgaba esta oportunidad. Ponciano también señala que cuando le tocaba torturar a personas se imaginaba que la persona era su padre. “Y los hacía sufrir con más ganas, como él nos hizo sufrir a nosotros”.
Las fantasías de los participantes sobre matar a sus padres son similares, todos coinciden en que los querían hacer sufrir, querían cobrar venganza no por su sufrimiento, sino por el de sus madres. Notablemente, todos también coinciden en que llegada la oportunidad no pudieron cumplir su fantasía. Facundo lo explica así: “Si hubiera querido, lo hubiera matado. Tenía docenas de sicarios trabajando para mí. Si hubiera querido… lo hubiera podido ver sufrir bajo tortura. Pero no pude… así que le dije: ‘Vete lejos de aquí, que no te vea, si te vuelvo a ver te mato’”.
¿Qué podemos aprender en América Latina?
Las causas del crimen y violencia en América Latina son similares. Independientemente del tipo de violencia, de narcotráfico, militar, de guerrillas o de maras, a mi parecer hay dos ejes transversales: la pobreza y las masculinidades tóxicas (el machismo). Las experiencias de vida diaria de aquellos que viven en pobreza son el caldo de cultivo para todo tipo de violencia (doméstica, de género, de pandillas). Todo esto enmarcado por un tipo de violencia invisible y pocas veces reconocida, la violencia estructural del Estado.
Académicos, políticos y sociedad civil tenemos que entender y aprender de estas experiencias. A pesar de que se reconoce a la pobreza como madre de todos los males, nosotros no sabemos lo que significa vivir en pobreza. El problema de la violencia únicamente se puede minimizar y evitar si se entiende y ataca localmente. Cada región, cada barrio, tiene problemas y necesidades específicas. Las políticas públicas diseñadas en masa no funcionarán. Y tal vez este es el gran problema, la solución de raíz al problema de la violencia no ofrece grandes recompensas a los políticos.
Igualmente, las masculinidades dominantes en nuestros países no solo justifican sino que incentivan la violencia. La solución a los problemas en la región invariablemente es la agresión y políticas de seguridad militarizadas. Políticas no violentas no son una opción hasta ahora en nuestros países porque el machismo y la violencia están institucionalizados.
La clave para atacar la violencia es entenderla: ¿de dónde viene?, ¿quién y cómo se justifica?, ¿cómo se reproduce?, ¿cómo se ha lidiado con ella? Para responder necesitamos un enfoque interdisciplinario y la disposición de nuestros gobiernos a escuchar.
Lo que más urge es un cambio de paradigma: que los militares regresen a los cuarteles, que los problemas complejos se empiecen a resolver localmente (aunque eso no les otorgue medallitas a los políticos), y dejar a un lado el discurso binario que justifica la muerte de “ellos”, el cual solo alimenta su indiferencia hacia “nosotros”.
*Karina García Reyes es profesora de la Escuela de Sociología, Política y Relaciones Internacionales y del departamento de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Bristol. La versión original de este artículo fue publicada por el Centro de Investigación Periodística (CIPER) de Chile. The Conversationla republicó y ahora se vuelve a difundir aquí bajo una licencia de Creative Commons.
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Esto es lo que se sabe sobre el estado de salud de Mauricio Funes
De acuerdo con el un comunicado emitido por el gobierno nicaragüense, el expresidente salvadoreño, Mauricio Funes, de 65 años, se encuentra en una «delicada» situación de salud en Nicaragua, adonde huyó en 2016 tras ser acusado en su país de delitos de corrupción.
«Está padeciendo en estos momentos una delicada situación de salud» que «desafortunadamente es de extrema gravedad», señaló en un comunicado publicado este martes, por el Ministerio de Salud de Nicaragua.
Las autoridades nicaragüenses no precisaron qué mal de salud aqueja a Funes, primer presidente de izquierda que gobernó El Salvador entre 2009 y 2014.
La condición del exmandatario se ha visto «agravada por dolencias crónicas que le han aquejado y que hemos también atendido», agregó el ministerio nicaragüense, que dijo estar «en comunicación con sus familiares».
«Hemos decidido publicar estar información, esperando que pueda» el expresidente «superar esta situación», agregó, sin entrar en detalles.
Luego de ser acusado de malversar 351 millones de dólares, entre otros cargos de corrupción durante su gobierno, el expresidente huyó a mediados de 2016 a Nicaragua, donde recibió asilo. Tres años después, el gobierno de Daniel Ortega le concedió la nacionalidad nicaragüense.
Funes tiene cinco procesos penales pendientes ante la justicia salvadoreña, entre ellos el de la acusación de malversación de dinero.
En mayo de 2023, fue condenado en ausencia a 14 años de prisión acusado de ser parte de agrupaciones ilícitas e incumplimiento de deberes, debido a su papel en una tregua con las pandillas, destinada a reducir los homicidios en el país.
Posteriormente, en junio de 2024, fue condenado también en ausencia a ocho años de prisión por el delito de casos de lavado de dinero y activos, tras ser encontrado culpable de favorecer a una empresa guatemalteca para que le fuera adjudicada la construcción de un puente.
A cambio de favorecer esa adjudicación, el expresidente «recibió una avioneta como dádiva», señaló en su momento la Fiscalía General de la República (FGR).
En El Salvador se permite desde septiembre de 2022 juicios con imputados ausentes.
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El papa Francisco disuelve congregación religiosa peruana tras décadas de abusos a menores
El papa Francisco disolvió el Sodalicio de Vida Cristiana (SCV), una congregación ultraconservadora de laicos y sacerdotes de origen peruano implicada en agresiones sexuales a menores, informó este lunes la organización apostólica.
En un comunicado, el grupo religioso, que se extendió a países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia o Estados Unidos, aludió a la noticia sobre su disolución publicada el 18 de enero por el portal informativo infovaticana.
El SCV señaló que «la información central sobre el hecho era cierta» y reiteró su confianza y voto de obediencia a Francisco.
Fundada en Perú en 1971, la congregación fue reconocida por el papa Juan Pablo II en 1997.
Sus miembros viven en comunidad y principalmente se dedican a evangelizar a jóvenes y pobres bajo «los compromisos de obediencia y de celibato apostólico», según se lee en su página web.
En 2018, Francisco ordenó intervenir el SCV, tras una serie denuncias sobre abusos sexuales cometidos por cuatro líderes de la organización durante casi tres décadas.
El escándalo salió a la luz gracias a la publicación del libro «Mitad monjes, mitad soldados», que reúne los testimonios de varias de las víctimas.
El texto fue escrito por los periodistas peruanos Pedro Salinas y Paola Ugaz, quienes se entrevistaron con Francisco el 9 de diciembre.
El SCV llevó a cabo una investigación interna que concluyó que entre los agresores estaba su fundador, el laico peruano Luis Fernando Figari.
Según reconoció públicamente la organización, él y demás miembros de la cúpula «abusaron sexualmente de 19 menores y 10 mayores» entre 1975 y 2002.
En agosto último la Santa Sede expulsó a Figari de la organización.
A sus 77 años, el fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, quien siempre negó los señalamientos, vive en Roma y tiene prohibido regresar a su país, según una resolución del Vaticano.
Este lunes la agrupación religiosa también anunció, en el mismo comunicado, que expulsó a dos de sus miembros de una asamblea que lleva a cabo en la ciudad brasileña de Aparecida.
Según el SCV, «los sodálites» filtraron la noticia sobre la decisión del papa que era «absolutamente de carácter reservado».
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66 muertos y más de 50 heridos tras incendiarse un hotel en una estación de esquí en Turquía
66 personas murieron y más de 50 resultaron heridas el martes al incendiarse un hotel en una estación de esquí en Turquía, indicaron las autoridades.
«El número de fallecidos en el incendio del hotel aumentó a sesenta y seis», informó el ministro del Interior, Ali Yerlikaya.
«Cincuenta y una personas resultaron heridas, de las cuales una se encuentra en estado grave», puntualizó el ministro, que se desplazó al lugar de los hechos, en el centro del país, y confirmó que el incendio «fue apagado».
La cadena privada NTV informó que entre los fallecidos se encuentran tres personas que saltaron desde las ventanas.
Las autoridades turcas detuvieron a cuatro sospechosos, incluido el propietario del hotel de la estación, informó en la plataforma X el ministro de Justicia, Yilmaz Tunç.
También anunció que se asignaron seis fiscales para investigar el hecho.
Se cree que el incendio se originó en el restaurante y se propagó rápidamente, aunque aún no se determinó la causa con claridad.
Parte del edificio se encuentra contra un acantilado, lo que dificultó el trabajo de los bomberos durante varias horas.
Testigos afirmaron que los huéspedes, desesperados, intentaron escapar utilizando sogas. Imágenes mostraban sábanas colgando de las ventanas y, según informes de los medios, algunos murieron al saltar para ponerse a salvo.
Varios ministros se desplazaron a la estación de esquí de Kartalkaia, ubicada a unos 170 kilómetros al noroeste de la capital, Ankara.
El incendio comenzó a las 03:27 (hora local) en el hotel Grand Kartal, un edificio de 12 pisos con revestimientos de madera, explicó Yerlikaya.
El hotel alojaba a unos 238 huéspedes, un momento de máxima ocupación debido a las vacaciones escolares, agregó.
Ausencia de medidas de seguridad
«Nuestro dolor es grande y nuestra angustia inmensa», declaró el presidente Recep Tayyip Erdogan interrumpiendo un discurso en el congreso de su partido gobernante, el AKP, en Ankara.
Informó que se iniciaron investigaciones administrativas y judiciales para determinar la causa del drama. «Se tomarán las medidas necesarias para esclarecer todos los aspectos del incidente y responsabilizar a los culpables», prometió.
Las imágenes de televisión mostraban enormes columnas de humo elevándose hacia el cielo, con una montaña nevada como telón de fondo detrás del hotel.
«Escuché gritos alrededor de la medianoche, los residentes (del hotel) pedían ayuda», relató Baris Salgur, que trabaja en un hotel cercano, a la cadena NTV.
Sube a 98 el balance de muertos por explosión de camión cisterna en Nigeria – Diario El Salvador
«Pedían mantas, diciendo que saltarían. Hicimos lo que pudimos. Trajimos cuerdas, almohadas y un sofá. Algunas personas se lanzaron cuando las llamas se les acercaron», detalló.
Las imágenes mostraban el vestíbulo del hotel destruido, con cristales rotos en el suelo, el mostrador de recepción y los muebles de madera carbonizados.
Las autoridades advirtieron que el edificio podría colapsar.
Un sobreviviente que logró escapar de las llamas declaró a medios locales que no sonaron alarmas al inicio del incendio, y se quejó de la ausencia de medidas de seguridad, como escaleras de emergencia o detectores de humo.
El ministro de Turismo, Nuri Ersoy, afirmó que el hotel contaba con dos salidas de emergencia.
«El hotel tiene un certificado de seguridad contra incendios emitido por el departamento de bomberos. Las inspecciones regulares deben ser realizadas por los bomberos», aseguró.
Los evacuados fueron alojados en hoteles cercanos.