ENTREGA ESPECIAL
Relato de un niño de 9 años que cruzó 4 países para reunirse con sus padres en EE.UU.
El protagonista de «Solito», el libro de memorias del escritor y poeta Javier Zamora, es un niño de 9 años que realiza un viaje imposible, terrible, un viaje que nadie debería tener que hacer.
A esa edad, Zamora dejó su pueblo natal en El Salvador con el objetivo de llegar a Estados Unidos para a reunirse con sus padres, que habían partido antes que él: el papá huyendo de la guerra civil, la mamá unos años después para reencontrarse con su esposo y buscar nuevas oportunidades.
Su abuelo lo acompañó hasta Guatemala, pero luego Javier, alias «Chepito», tuvo que seguir solo y atravesar México y el desierto de Sonora, junto a otros migrantes que seguían su misma ruta. Muchos se quedaron en el camino. Fueron detenidos, murieron o simplemente desaparecieron.
La travesía debía durar dos semanas, pero por una traición duró nueve. «Solito» habla de lo que ocurrió en esos 49 días y de las relaciones que nacieron en ese trayecto.
Es un texto donde detalles devastadores se entrelazan con pasajes de una belleza estremecedora. Un libro que los críticos han descrito como importante, necesario, inolvidable.
«Por primera vez me sentí alone, lonely, solo, solito, solito de verdad»… Empecemos por esta frase que le da título al libro y que refleja una soledad muy desoladora. ¿Qué sentiste al escribirla por ese niño que fuiste?
Recuerdo que cuando escribí esa oración, me salió así a la primera, no le hice cambios. Creo que marcó un momento y de alguna manera encapsula lo que he sentido al trabajar en el libro, que es como un reconocimiento de lo que me ocurrió, de lo que sufrí, que es algo que me ha costado mucho tiempo aceptar.
Yo llegué a Estados Unidos a los 9 años y no comencé a escribir estas memorias hasta los 29. Tuvieron que pasar 20 años para que me atreviera a recordar y a dejar atrás ese escudo masculino, de hombre latino, tan machista, que cree que si uno no piensa en algo simplemente desaparece.
Pero sucedió. Y escribirlo me liberó, me ayudó a sanar.
Claro que el título no lo elegí yo, y cuando mi agente me lo propuso a mí no me gustaba nada.
¿Por qué?
Quizás porque estaba en medio de una terapia y aún no estaba preparado para enfrentarme a esa desolación. Que es muy grande.
En realidad, si pienso en el título, yo creo que no tuve una sino tres soledades.
La primera es haber crecido sin mis padres, sin mi papá que se va primero cuando tengo 1 año y sin mi mamá, que lo sigue cuando voy a cumplir 5.
La segunda ocurre cuando mi abuelo, que me acompañó hasta Guatemala, regresa a El Salvador, y me siento solito de verdad porque es la primera vez en la vida que no tengo a mi alrededor a alguien cercano.
Y la tercera se da cuando luego de sobrevivir junto a todos esos migrantes -sobre todo junto con Chino, Patricia y Carla, que se convirtieron en mi familia- llegamos a Estados Unidos y nos separamos. Se van, me quedo sin ellos.
De hecho, es muy paradójico que el libro termine cuando te encuentras con tus padres, y esa alegría enorme vaya acompañada de una pérdida que te duele tanto.
Sí. Probablemente esa es la soledad que me ha costado más. Es la que me oculté, la que olvidé por 20 años, hasta que comencé a escribir «Solito».
La de haber perdido a quienes literalmente me cargaron cuando ya no podía caminar, a los que me salvaron la vida.
Y al mismo tiempo que existe esa desolación tan profunda, en el libro abunda la ternura. ¿Estabas consciente de eso al escribir?
Sí, fue algo que hice conscientemente.
Me ayudó mucho que en 2017, dos años antes de empezar a escribir «Solito», yo había publicado en Estados Unidos mi primer libro, Unaccompanied (aún no traducido al español), que es un poemario.
Tenía 27 años, y al releerlo en medio de la terapia que estaba haciendo, me di cuenta de lo tristes que eran todos los poemas, que hablaban de mi papá durante la guerra civil de El Salvador, de mi vida en Estados Unidos sin papeles, y de cruzar la frontera, el borde.
Y al reconocer el enojo y el resentimiento que esos versos tenían hacia mí mismo, hacia mis padres, hacia EE.UU., entendí que me estaba engañando, que yo era mucho más que ese trauma.
Así que cuando tomé la decisión de escribir mis memorias en prosa, me propuse ser más tierno conmigo mismo y con los migrantes con los que viajé.
Es, además, mi forma de criticar lo que los periodistas escribían en esa época, cuando se produjo la crisis en la frontera y parecía que por primera vez descubrían que había niños migrantes.
Siendo yo uno de ellos, me dolía lo que leía, esos reportajes que nos reducían a una estadística o al perfil de alguien que sufre, que es un pobrecito al que hay que ayudar.
Yo sabía que eso no era todo, que no nos pasamos las 24 horas sufriendo. También hay momentos tiernos, momentos chistosos, de pura alegría, al comer por ejemplo, al probar tacos, y en tantas otras cosas que espero que hayan quedado capturadas en el libro.
De hecho, uno de los momentos más conmovedores del libro sucede cuando la policía migratoria los detiene y los obliga a tenderse en el suelo con las extremidades extendidas, y tú te imaginas que eres Superman y que estás volando. Es una imagen que rompe el corazón. ¿Es real o una licencia literaria?
Yo estoy convencido de que ocurrió.
Creo que es la técnica que usó mi cerebro para disociar, para no estar ahí tirado en el suelo con soldados apuntándonos. Preferí volar o jugar con la lagartija que apareció en ese momento y a la que llamé Paula.
Haciendo eso, trasciendo la escena, me voy.
Y sé que pasó, que es verdad, porque todavía hoy cuando estoy en una situación en la que no quiero estar, por ejemplo en una conversación que no me gusta con mi esposa, yo digo «oh, mira, mira el pájaro, mira cómo vuela».
Es algo que nunca se va, que aprendí de niño por el trauma, y que aún está conmigo.
Entiendo que la primera escena que escribiste es la del bote que toman desde Guatemala para llegar a México, que aunque contiene la dulzura de cómo te cuidan tus acompañantes, describe una situación brutal con detalles raramente mencionados en la prensa, que solo habla de los naufragios o de los que logran cruzar y quedan detenidos o atrapados…
Yo empecé a escribir el libro como una memoria tradicional, como un hombre de 29 años, poeta, que recuerda las peores nueve semanas de su vida.
Pero incluso yo como escritor me aburría con lo que escribía.
Fue en esos días cuando mi terapeuta me sugirió hacer el ejercicio de pensar qué sucedería si me conectara con ese niño con el que por 20 años no había querido hablar ni ponerme en su piel, en sus zapatos.
Estamos hablando de 2019 y en los periódicos seguía habiendo muy poco entendimiento de lo que es emigrar a Estados Unidos. Solo se hablaba de las caravanas de caminantes o de La Bestia.
Pero esa no era mi historia ni mi ruta. Y nadie escribía de estos botes, que por lo demás todavía se usan.
Era algo que me enojaba. Y cuando me puse a escribir, me salió este episodio, que redacté de forma casi compulsiva, sin frenar.
Fue una experiencia dura, pero escribirlo en presente me ayudó a recordar muchas cosas, como el olor del mar mezclado con el de la gasolina y el del sudor; o el mareo y el vómito de los que iban conmigo y cómo el viento nos devolvía lo que vomitaban y todos nos impregnábamos de ello; o el hombre que gritaba porque le temía al mar y no sabía nadar y que me dio mucho, mucho miedo, porque yo tampoco sabía nadar.
¿Tenías miedo de morirte o te asustaba más no llegar a tu destino, no reencontrarte con tus padres?
No sé si a esa edad yo entendía cognitivamente el concepto de la muerte, aunque como todo ser humano, seguro la intuía.
Pero ver a los adultos tan llenos de miedo, me causó un gran horror, un terror que no se olvida, que te marca.
Uno podría decir que en paralelo a la travesía, el libro es como un viaje inaugural en el que nombras muchas cosas que aprendes o te pasan por primera vez, desde amarrarte los cordones de los zapatos, a conocer países nuevos, comidas que no habías probado, tu atracción hacia Carla…
Sí, hay cosas lindas que me pasaron en ese viaje, pero en perspectiva me he dado cuenta de que yo no tuve niñez, que la perdí en el viaje. Y eso es triste.
Hay una escena particular que marca eso, que es cuando pruebo mi primer cigarrillo y los hombres que me acompañan me mandan a buscar gasolina en polvo. Como broma. Porque yo era ingenuo y no sabía que no existía.
Para ellos, esa fumada es lo que se necesitaba para que este niño de 9 años se sintiera como más machito o más poderoso. Que sí, funciona. Pero también ese momento marca el fin de una etapa del niño que yo era y el que hubiera sido si no hubiese pasado todo lo que ocurrió después.
Es algo muy complejo, porque al mismo tiempo, lo que pasó es lo que me ha formado, lo que me hace la persona que soy.
Quizás por eso, porque siento que no tuve niñez, el mejor elogio que alguien me puede hacer cuando entramos en confianza es decirme que parezco un niño.
Como en toda historia de migración, el coyote es un personaje importante en tu libro, pero cuentas que para la gente de tu pueblo era una figura familiar, como un «coyote bueno», lo que suena bastante contraintuitivo.
Sí, este es un punto que tal vez mucha gente no va a entender, pero en esos tiempos, en los 90, muchas de esas personas a las que llamábamos coyotes pensaban que de verdad estaban ayudando a otras personas, como yo o como otros que estaban huyendo de una guerra o una posguerra, a reunirse con sus familiares en Estados Unidos.
En sus mentes, esos coyotes estaban haciendo algo bueno.
Y, pese a que mucho de lo que a mí me ocurrió fue culpa de un coyote, yo soy del mismo pensamiento de que sí, estaban haciendo algo bueno.
Funciona un poco como en una economía. El mercado estaba ahí y alguien tenía que hacer ese trabajo.
Pero hoy el mercado se ha hecho tan rico, tan bueno, que se ha convertido en un monopolio dominado por los carteles, que han comprado y contratado a los coyotes. No hay coyotes que no pertenezcan a uno.
La infraestructura de la inmigración ha cambiado en forma exponencial hacia lo peor. Por eso es que cada vez mueren más migrantes.
Ni salvadoreño, ni estadounidense, tú prefieres que te describan como migrante, ¿no?
Sí, sí, he usado esa palabra y he pedido que la usen, pero ahora en muchas de mis charlas y entrevistas estoy tratando de usar el término sobreviviente, porque creo que la palabra inmigrante ha sido tan distorsionada que, al menos en Estados Unidos, se convierte en algo muy negativo.
Terminemos hablando del amor. Las relaciones que nacen en tu travesía están colmadas de él. Después de haber escrito tanto sobre el dolor, ¿no te dan ganas de escribir sobre el amor?
Ah, sí, es cierto que quizás mis poemas no tienen tanto amor, pero yo veo mi prosa, este libro como una gran carta de amor para los cuatro. La carta que siempre espero que lean, o escuchen de ella y volvamos a vernos.
Y lo que estoy escribiendo hoy, que es como la segunda parte, mi vida en Estados Unidos, creo que va a ser incluso más dura de leer, pero también es una carta de amor, esta vez para mis padres, que me tuvieron a los 18 años, y también han sufrido mucho.
El padre de Javier inmigró a Estados Unidos huyendo de la guerra civil de El Salvador un poco después de que se tomara esta fotografía.
Para ellos lo que pasó fue muy difícil. Mi papá dice que nunca va a olvidar el olor que yo tenía cuando nos reencontramos. Lloró mucho con eso.
Él leyó el libro, pero mi mamá no ha logrado pasar del primer capítulo.
¿Y sabes qué repercusión ha tenido en otros migrantes?
Mira, curiosamente, en los tres años que estuve de gira con mi libro de poemas, nunca hablé con algún migrante de mi trabajo.
Pero con «Solito» es diferente. Ha sido maravilloso que a las lecturas vayan niños o que se me acerquen adultos y me digan «yo también fue un niño migrante».
Llega a ser escalofriante que muchos me cuenten que cruzaron el mismo mes y año que yo, que estuvimos en el desierto de Sonora en el mismo momento. Por mucho tiempo yo sentí que estaba solito en ese trauma, que había sufrido más que nadie, y eso es muy tóxico, porque te dejan de importar los que están a tu lado.
Pero no es verdad. No estamos solitos. Somos muchos.
Ahorita mismo, mientras hablamos, seguro hay un niño de Venezuela, Cuba, Nicaragua o El Salvador que está cruzando. Ojalá ellos también lleguen a saber que no están solos, que nunca lo han estado.
ENTREGA ESPECIAL
VIDEOS | “Mi mamá me llamó llorando y me dijo: ‘hijo, sos un héroe’”: Elías Valladares
Convencido de haber sido usado por Dios como un instrumento para salvar decenas de vidas y con lágrimas en sus ojos y el corazón conmovido, Elías Valladares habló sobre su increíble hazaña al atravesar su rastra para detener un autobús sin frenos en el occidente de Honduras.
El conductor de equipo pesado se hizo viral en las redes sociales luego que el viernes 18 de octubre colocara su unidad frente a un autobús sin frenos que iba cargado de migrantes a la altura de El Portillo, en el departamento de Ocotepeque, muy cerca de la frontera de Honduras y Guatemala.
Su heroico gesto fue el que evitó que ocurriera una tragedia, pues el bus pudo haber chocado contra otros vehículos, contra un paredón o pudo haberse salido de la carretera. En cualquier escenario, el saldo hubiera sido mortal.
Su rápida acción quedó captada en un video que fue tomado por un tercer conductor, quien fue identificado como Roger Melgar. Él grabó el momento justo en que el conductor de la rastra salvó a los adultos y niños que iban dentro de la unidad de transporte público.
Según se conoció, Elías Valladares, de 46 años, es originario de Los Charcos, Talanga, Francisco Morazán, y desde hace 12 años conduce equipo pesado y aunque ha vivido diversas experiencias al volante, esta es, sin duda, la más inusual y peligrosa que ha experimentado.
Ni él se explica cómo logró pensar tan rápido y tomar la decisión de arriesgarse él y a su unidad de trabajo para frenar el autobús sin frenos, al mismo tiempo que evitó poner en riesgo a los demás carros que transitaban por la carretera llena de curvas.
Ante esto, varios medios hondureños han entrevistado a Elías Valladares, un día después de la hazaña, en donde narró cómo fueron esos minutos de tensión y angustia.
“Cuando venía por El Portillo yo vi el autobús, pasamos cierto tramo de carretera y al ver que el autobús venía humeando en el lado de las llantas traseras, cuando veníamos más abajo de la pendiente lo rebasé, me le puse a la par y le dije al piloto que le iba agarrando fuego una llanta, que iba humeando demasiado y me hizo señas de que ya no llevaba frenos”, comenzó narrando Valladares.
“Cuando él me dice que ya no llevaba frenos, lo primero que se me ocurre a mí es ponerme en la parte de enfrente del automotor y tratar de ayudar a detenerlo… Lo primero que hice yo fue encomendarme a Dios porque no es fácil hacer ese tipo de maniobra, eso fue gracias a Diosito que nos ayudó porque logramos detener la unidad y salvar a varias personas”, añadió.
Elías asegura que un factor importante para poder salvar tantas vidas fue que su rastra no llevaba carga, porque de lo contrario el peso no le habría permitido rebasar tan rápido al autobús. Además de la pericia al manejar, pues en la primera ocasión, cuando intentó colocarse frente al bus y frenarlo con su plataforma, una camioneta se atravesó entre ambos, impidiéndole hacerlo; afortunadamente en el segundo intentó sí lo logró.
“Muchas de las personas que iban en el autobús se bajaron y me dijeron que yo era un ángel, enviado de Dios para salvarlos a ellos. Gracias a Dios porque nos mantuvo firmes y no nos dejó caer”, dijo con lágrimas en sus ojos.
“Cuando ya estaba todo controlado, yo me tiré de mi camión y vinieron unas personas que abordaban el autobús, me abrazaron y me dijeron que había sido un ángel guardián para ellos. El piloto del autobús también me dijo: ‘gracias, nos salvaste’”, recordó.
Don Elías también aseguró que fue una sorpresa para él cuando se enteró de que el video captado por una persona que viajaba en un carro detrás del bus había trascendido en las redes sociales y que, gracias a eso, miles de personas difundieron su fotografía y le dejaban mensajes de admiración.
Es por eso que se tomó un momento para agradecer al ciudadano que grabó el video que muestra cómo salvó a los ocupantes del bus, pues asegura que sin él nadie le hubiera creído lo que ocurrió y que además, gracias a esa persona, miles de usuarios de las redes sociales comenzaron a considerarlo un héroe.
Ese video también permitió que su esposa, sus tres hijos y su madre vieran cómo ocurrió todo y le expresaran cuánto lo aman y lo admiran. “Tras que pasó eso yo les mandé la foto y me dijeron ‘que Dios te guarde en todo momento’, se quedaron asombrados, pero cuando vieron el video… Mi mamá me llamó llorando, me dijo: ‘hijo, sos un héroe’, recordó con el corazón lleno de emoción y orgullo.
Los mensajes de admiración y felicitación a través de las redes sociales siguen llegando y don Elías afirma sentirse agradecido, pues jamás imaginó que en un día más de trabajo se convertiría en un personaje reconocido dentro y fuera de Honduras.
Desde El Salvador, estos son algunos de los comentarios que han dejado a Elías Valladares por su gran valentía.
ENTREGA ESPECIAL
Thomas Girón: el polivoz salvadoreño que conquista escenarios imitando a grandes de la música
Thomas Girón comenzó cantando en la iglesia cristiana a la que pertenecía en su natal Huizúcar, en La Libertad. Simultáneamente, aprendió a tocar guitarra, el teclado y el bajo, «pero no los toco profesionalmente», dice.
No obstante, saber de ritmos, tiempos, escalas, sobre todo su pasión por escuchar música, sentaron las bases para que se convirtiera en un polivoz.
«Comencé con mi hermano mayor, él tocaba teclado en ese entonces, y él me metió a la parte de los coros. Luego, como siempre me ha gustado la música, iba a los karaokes cuando tenía más edad. Allí conocí a un amigo que ya tiene trayectoria, se llama Robert Riveira, él trabajaba en Merliot, me escuchó cantar y me dijo: “Cantás muy bien», expresa Thomas.
Riveira (también polivoz) compartía escenario con Girón y así el joven se fue adentrando más en la imitación de voces. Hacían dúo o cada quien tenía su tiempo para presentarse al público. Trabajaron juntos aproximadamente un año, durante el cual también amenizaron festividades o eventos privados en el interior del país.
Su amigo fue quién le habló de tener un repertorio de música a interpretar, además le enseñó técnicas vocales. «Somos artistas distintos, él es más alegre, yo soy un poco más serio, aunque ya trabajando uno tiene que soltarse un poquito más y así comencé», agrega el joven.
Ricardo Montaner y Sin Bandera fueron los primeros a quienes imitó Thomas. Las presentaciones en restaurantes y eventos privados las combinaba trabajando en un call center y con la administración de sitios web.
Hace seis años, aproximadamente, se presentó como solista. «Tenía muchos nervios porque no tenía mucho repertorio», recuerda.
En el 2021 dejó su trabajo en el call center para darle más empuje a su carrera universitaria y a su faceta artística. Los ahorros que tenía sirvieron para comprar un equipo de sonido y su debut fue en el restaurante La Costilla (que ya desapareció), por el bulevar de Los Héroes.
El público es quien lo orientó a ampliar sus imitaciones. A la fecha interpreta a José José, Juan Gabriel, Rudy La Scala, Leo Dan, Bronco, Camilo Sesto, José Luis Perales, por supuesto mantiene a Montaner y Sin Bandera. Más recientemente ha aprendido a cantar y caracterizar a Pedro Infante.
Divas y canciones en inglés
Debido al talento que ha desarrollado y a las peticiones de su público, Thomas decidió incluir en su repertorio a voces femeninas.
Recuerda con claridad que fue en el 2022 cuando ensayó durante 15 días para lograr la voz de una famosa mexicana. «La primera voz femenina fue Marisela, la canción fue “Sin él”», dice.
Después de Marisela se han sumado a la lista de divas a interpretar artistas como Paquita la del Barrio, Ana Gabriel y Rocío Durcal. Esta última dice que es «de las más difíciles» de imitar.
Al preguntarle ¿cómo descubrís que podés cantar como ellas? Thomas dice: «Con el tiempo se va conociendo la voz. Cuando diferentes artistas de acá me fueron conociendo, me dijeron que cantara de todo un poco. No voy a mentir, tuve temor al principio, bueno, solo con el hecho de cantar de Juan Gabriel la gente habla de más. Ahora, cuando se canta de mujeres quieren que uno se vista de mujer, era el temor aquel de que la gente se mete. Al final, el punto principal del artista es complacer a la gente».
Otro amigo suyo, el también polivoz José Hernández, le dio consejos sobre cómo mejorar su espectáculo, en especial cuando incluyó el repertorio femenino.
Desde que empezó de lleno con su carrera, la música en inglés ha estado presente en el espectáculo de Thomas; sin embargo, ha ido agregando artistas. Actualmente, interpreta lo más clásico de Elvis Presley, Michael Bolton, Bryan Adams, Bee Gees y Michael Bolton.
Por toda la habilidad que ha ido desarrollando, algunos grupos musicales le piden que los acompañe. Desde hace un año es vocalista de la agrupación Son Latino, donde canta salsa, cumbia y bachata. El grupo fue telonero de los venezolanos Los Adolescentes cuando se presentaron en el país.
Girón también suele presentar su show en el Restaurante Las Brasileñas, en el centro de San Salvador.
«A mí me encantan Los Temerarios, Bronco, la música corta venas, pero hay gente que no [..] Canto unas canciones a dúo también, por ejemplo, la que cantan juntos Alejandro Fernández y Cristina Aguilera, que es lo último que ido metiendo (al show) porque es muy solicitada, la canción es «Hoy tengo ganas de ti». Esto impacta más en el público, cuando hago las dos voces», añade.
El polivoz tiene muchos proyectos en mente, entre los que destaca presentar su espectáculo en otros países. Ya tuvo gratas experiencias en República Dominicana y Panamá.
Sobre el artista
Nació en Huizúcar el 20 de octubre de 1990, estudió allí hasta séptimo grado y luego su familia se muda a San Andrés, Ciudad Arce, en el 2005, donde continuó los estudios hasta concluir el bachillerato contador. Para esa época también cursaba una beca de tres años en inglés y computación.
A la fecha ha cursado 31 de las 46 asignaturas de la Licenciatura en Contaduría Pública.
Comenzó trabajando en un call center, pero lo dejó para dedicarse por completo a la imitación de grandes figuras del canto de diversos géneros musicales.
Para contrataciones puede llamar o escribir al 7450-4379 o al 7943-6499. En Facebook lo puede contactar con la cuenta Thomas Girón. Si el polivoz no tiene dentro de su repertorio al artista que solicita el cliente, pide al menos 15 de preparación para conocer y caracterizar a quien interpretará. El cliente también decide cuánto tiempo será de presentación o si realiza set cortos con música variada.
ENTREGA ESPECIAL
Terremoto de 1986: se cumplen 38 años de la tragedia que dejó 1,500 muertos en El Salvador
Un día como hoy, 10 de octubre, pero del año 1986, El Salvador vivió uno de los capítulos más trágicos de su historia: un devastador terremoto de 7.5 grados en la escala de Richter sacudió al país a las 11:49 de la mañana, dejando una huella imborrable en la memoria colectiva salvadoreña.
Aquel día fatídico, más de 1,500 salvadoreños perdieron la vida, mientras que al menos 10,000 resultaron heridos y cerca de 200,000 quedaron damnificados. El epicentro del movimiento telúrico se situó en Los Planes de Renderos, al sur de San Salvador, a una profundidad de 5.4 kilómetros. La onda expansiva se extendió hacia el norte de la capital, atravesando barrios como San Jacinto, Santa Anita, Candelaria y el reparto Santa Marta, dejando a su paso un rastro de destrucción.
El Centro Histórico de San Salvador se convirtió en un símbolo de la tragedia. La fuerza del terremoto provocó el colapso de varios edificios, entre ellos el emblemático edificio Rubén Darío, donde alrededor de 75 personas estaban laborando en ese momento y cuya suerte marcó el inicio de un luto nacional. Las imágenes de escombros y grupos de rescate trabajando incansablemente en la búsqueda de sobrevivientes quedaron grabadas en la memoria del país.
A pesar de los años transcurridos, el recuerdo de aquel día persiste. Hoy en día, aún podemos encontrar edificios y condominios que presentan «severos daños irreversibles» que siguen en pie, tanto por la falta de recursos como por la inacción de las autoridades. Muchos de estos inmuebles, marcados con banderas rojas, continúan siendo utilizados, recordando a todos los salvadoreños la fragilidad de la vida ante la fuerza de la naturaleza.
El aniversario de este terremoto también sirve como un llamado a la reflexión sobre la importancia de la preparación ante desastres naturales y la obligación del estado y la sociedad de garantizar la seguridad de sus ciudadanos. En medio del luto, la esperanza de un futuro más seguro sigue viva en el corazón de aquellos que sobrevivieron y en la memoria de quienes no lo lograron.