ENTREGA ESPECIAL
ENTREGA ESPECIAL – ALERTA | Estafadores, abogados y pandilleros extorsionan a gente honrada haciendo demandas falsas en juzgados

Una denuncia ha llegado a diferentes medios digitales, en la que se advierte sobre una red de extorsionistas que se dedican a amenazar, chantajear y extorsionar a personas honestas y trabajadoras.
La denuncia está sostenida en documentos reales, que se adjuntan y que se comprueba su autenticidad.
Según la documentación proporcionada, esta banda de delincuentes se dedica a promover demandas falsas de diferente índole y luego buscan a la persona denunciada para que entreguen cierta suma de dinero, a cambio de retirar o no poner la demanda, pero si la víctima no acepta, comienza una guerra sucia de presiones y amenazas, que llegan incluso hasta los tribunales, aunque los casos sean falsos.
Entre los delitos más frecuentes que se inventan están, acoso, amenazas y usurpación de propiedades.
Se dijo que, en algunos casos buscan la complicidad de algunos jueces, aunque esto no sea una práctica común.
De acuerdo a la información, para judicializar los procesos, forman una alianza con algunos abogados con antecedentes penales, quienes se prestan a los chantajes a cambio de que al final; si se gana el caso, repartirse el dinero estafado en partes iguales.
En este grupo de chantaje, hay abogados que han sido suspendidos por la Corte Suprema de Justicia, cuya lista fue publicada en su momento y que revelamos en esta investigación, aclarando que no todos los aquí mencionados forman parte de esa red.

http://www.transparencia.oj.gob.sv/es/mas-descargados
Existen casos concretos de abogados, que han sido procesados por sus vínculos con pandillas, que forman parte del staff de esta mafia encubierta. Algunos de ellos con una amplia trayectoria en la defensa de mareros.
Uno de ellos, es él abogado del reconocido cabecilla de la MS , Marwin Adali Quintanilla Ramos, alias “El Piwa”, operador financiero de esa estructura criminal, quien fue detenido por la Policía Nacional Civil (PNC), durante un operativo el pasado 28 de julio de 2016 donde se desmanteló la red financiera de la MS.

Este cabecilla que manejaba las finanzas de la Mara Salvatrucha, ocultaba su rostro criminal, detrás de una biblia en una iglesia evangélica.

¿Y saben quién lo había acreditado como predicador? El licenciado Nélson Benjamín Valdéz Granados.

Esta es la Asociación Torre Fuerte, ubicada en La 12 Calle Poniente # 2514 Colonia Flor Blanca.

El mismo pastor, el “hermano Nelson” se convierte tras su captura en su “abogado personal”. Deja el templo para irse a los tribunales. Guarda la biblia y bajo el brazo lleva el código penal.

Ahora el abogado del cerebro de las finanzas de la MS13, Nélson Benjamín Valdéz Granados, según las fuentes, forma parte de la estructura en la que también se menciona a otros de apellido, Arévalo, Granados, Letona, Avelar, Flores López, y hasta una jueza de apellido Sanabria, entre otros.
Las fuentes dicen que tienen la documentación respectiva y que pronto se hará pública, con nombres completos, fotografías y lugares de residencia de los involucrados en la red.
También llaman a todas las asociaciones de profesionales del derecho a revisar los expedientes de sus socios y expulsar a quienes se vean involucradas en estos delitos, ya que muchas veces, se identifican como miembros de estas federaciones, dañando la imagen de los verdaderos profesionales del derecho.
Se conoció que algunos de estos personajes, están agremiados al Círculo de Abogados Salvadoreños.

Un jurista consultado sobre este tema, se pregunta: Si se sabe que este pastor y abogado, Nelson Efraín Valdez, estaba de la mano con “El Piwa”, si esta organización de pastores facilitó el encuentro con el Diputado Norman Quijano, por qué la justicia salvadoreña ha sido indiferente en aplicarle la ley, como se está haciendo con el Ex Ministro de Defensa, David Munguía Payés.


¿Por qué permiten, que personajes íntimamente ligados a las pandillas anden libre e impunemente?
Es tiempo ya que todos los que de una u otra forma fomentaron, toleraron, protegieron o se volvieron cómplices de estos asesinos, paguen de una vez por todas por la muerte de miles de salvadoreños, cuya sangre fue regada por sus cómplices asesinos.
Señor Fiscal, esperamos que después de Munguía Payes, caigan todos los cómplices y por fin se haga justicia en este país.
Acerca del autor
ENTREGA ESPECIAL
Relato de un niño de 9 años que cruzó 4 países para reunirse con sus padres en EE.UU.

El protagonista de «Solito», el libro de memorias del escritor y poeta Javier Zamora, es un niño de 9 años que realiza un viaje imposible, terrible, un viaje que nadie debería tener que hacer.
A esa edad, Zamora dejó su pueblo natal en El Salvador con el objetivo de llegar a Estados Unidos para a reunirse con sus padres, que habían partido antes que él: el papá huyendo de la guerra civil, la mamá unos años después para reencontrarse con su esposo y buscar nuevas oportunidades.
Su abuelo lo acompañó hasta Guatemala, pero luego Javier, alias «Chepito», tuvo que seguir solo y atravesar México y el desierto de Sonora, junto a otros migrantes que seguían su misma ruta. Muchos se quedaron en el camino. Fueron detenidos, murieron o simplemente desaparecieron.
La travesía debía durar dos semanas, pero por una traición duró nueve. «Solito» habla de lo que ocurrió en esos 49 días y de las relaciones que nacieron en ese trayecto.
Es un texto donde detalles devastadores se entrelazan con pasajes de una belleza estremecedora. Un libro que los críticos han descrito como importante, necesario, inolvidable.
«Por primera vez me sentí alone, lonely, solo, solito, solito de verdad»… Empecemos por esta frase que le da título al libro y que refleja una soledad muy desoladora. ¿Qué sentiste al escribirla por ese niño que fuiste?
Recuerdo que cuando escribí esa oración, me salió así a la primera, no le hice cambios. Creo que marcó un momento y de alguna manera encapsula lo que he sentido al trabajar en el libro, que es como un reconocimiento de lo que me ocurrió, de lo que sufrí, que es algo que me ha costado mucho tiempo aceptar.
Yo llegué a Estados Unidos a los 9 años y no comencé a escribir estas memorias hasta los 29. Tuvieron que pasar 20 años para que me atreviera a recordar y a dejar atrás ese escudo masculino, de hombre latino, tan machista, que cree que si uno no piensa en algo simplemente desaparece.
Pero sucedió. Y escribirlo me liberó, me ayudó a sanar.
Claro que el título no lo elegí yo, y cuando mi agente me lo propuso a mí no me gustaba nada.
¿Por qué?
Quizás porque estaba en medio de una terapia y aún no estaba preparado para enfrentarme a esa desolación. Que es muy grande.
En realidad, si pienso en el título, yo creo que no tuve una sino tres soledades.
La primera es haber crecido sin mis padres, sin mi papá que se va primero cuando tengo 1 año y sin mi mamá, que lo sigue cuando voy a cumplir 5.
La segunda ocurre cuando mi abuelo, que me acompañó hasta Guatemala, regresa a El Salvador, y me siento solito de verdad porque es la primera vez en la vida que no tengo a mi alrededor a alguien cercano.
Y la tercera se da cuando luego de sobrevivir junto a todos esos migrantes -sobre todo junto con Chino, Patricia y Carla, que se convirtieron en mi familia- llegamos a Estados Unidos y nos separamos. Se van, me quedo sin ellos.
De hecho, es muy paradójico que el libro termine cuando te encuentras con tus padres, y esa alegría enorme vaya acompañada de una pérdida que te duele tanto.
Sí. Probablemente esa es la soledad que me ha costado más. Es la que me oculté, la que olvidé por 20 años, hasta que comencé a escribir «Solito».
La de haber perdido a quienes literalmente me cargaron cuando ya no podía caminar, a los que me salvaron la vida.
Y al mismo tiempo que existe esa desolación tan profunda, en el libro abunda la ternura. ¿Estabas consciente de eso al escribir?
Sí, fue algo que hice conscientemente.
Me ayudó mucho que en 2017, dos años antes de empezar a escribir «Solito», yo había publicado en Estados Unidos mi primer libro, Unaccompanied (aún no traducido al español), que es un poemario.
Tenía 27 años, y al releerlo en medio de la terapia que estaba haciendo, me di cuenta de lo tristes que eran todos los poemas, que hablaban de mi papá durante la guerra civil de El Salvador, de mi vida en Estados Unidos sin papeles, y de cruzar la frontera, el borde.
Y al reconocer el enojo y el resentimiento que esos versos tenían hacia mí mismo, hacia mis padres, hacia EE.UU., entendí que me estaba engañando, que yo era mucho más que ese trauma.
Así que cuando tomé la decisión de escribir mis memorias en prosa, me propuse ser más tierno conmigo mismo y con los migrantes con los que viajé.
Es, además, mi forma de criticar lo que los periodistas escribían en esa época, cuando se produjo la crisis en la frontera y parecía que por primera vez descubrían que había niños migrantes.
Siendo yo uno de ellos, me dolía lo que leía, esos reportajes que nos reducían a una estadística o al perfil de alguien que sufre, que es un pobrecito al que hay que ayudar.
Yo sabía que eso no era todo, que no nos pasamos las 24 horas sufriendo. También hay momentos tiernos, momentos chistosos, de pura alegría, al comer por ejemplo, al probar tacos, y en tantas otras cosas que espero que hayan quedado capturadas en el libro.
De hecho, uno de los momentos más conmovedores del libro sucede cuando la policía migratoria los detiene y los obliga a tenderse en el suelo con las extremidades extendidas, y tú te imaginas que eres Superman y que estás volando. Es una imagen que rompe el corazón. ¿Es real o una licencia literaria?
Yo estoy convencido de que ocurrió.
Creo que es la técnica que usó mi cerebro para disociar, para no estar ahí tirado en el suelo con soldados apuntándonos. Preferí volar o jugar con la lagartija que apareció en ese momento y a la que llamé Paula.
Haciendo eso, trasciendo la escena, me voy.
Y sé que pasó, que es verdad, porque todavía hoy cuando estoy en una situación en la que no quiero estar, por ejemplo en una conversación que no me gusta con mi esposa, yo digo «oh, mira, mira el pájaro, mira cómo vuela».
Es algo que nunca se va, que aprendí de niño por el trauma, y que aún está conmigo.
Entiendo que la primera escena que escribiste es la del bote que toman desde Guatemala para llegar a México, que aunque contiene la dulzura de cómo te cuidan tus acompañantes, describe una situación brutal con detalles raramente mencionados en la prensa, que solo habla de los naufragios o de los que logran cruzar y quedan detenidos o atrapados…
Yo empecé a escribir el libro como una memoria tradicional, como un hombre de 29 años, poeta, que recuerda las peores nueve semanas de su vida.
Pero incluso yo como escritor me aburría con lo que escribía.
Fue en esos días cuando mi terapeuta me sugirió hacer el ejercicio de pensar qué sucedería si me conectara con ese niño con el que por 20 años no había querido hablar ni ponerme en su piel, en sus zapatos.
Estamos hablando de 2019 y en los periódicos seguía habiendo muy poco entendimiento de lo que es emigrar a Estados Unidos. Solo se hablaba de las caravanas de caminantes o de La Bestia.
Pero esa no era mi historia ni mi ruta. Y nadie escribía de estos botes, que por lo demás todavía se usan.
Era algo que me enojaba. Y cuando me puse a escribir, me salió este episodio, que redacté de forma casi compulsiva, sin frenar.
Fue una experiencia dura, pero escribirlo en presente me ayudó a recordar muchas cosas, como el olor del mar mezclado con el de la gasolina y el del sudor; o el mareo y el vómito de los que iban conmigo y cómo el viento nos devolvía lo que vomitaban y todos nos impregnábamos de ello; o el hombre que gritaba porque le temía al mar y no sabía nadar y que me dio mucho, mucho miedo, porque yo tampoco sabía nadar.
¿Tenías miedo de morirte o te asustaba más no llegar a tu destino, no reencontrarte con tus padres?
No sé si a esa edad yo entendía cognitivamente el concepto de la muerte, aunque como todo ser humano, seguro la intuía.
Pero ver a los adultos tan llenos de miedo, me causó un gran horror, un terror que no se olvida, que te marca.
Uno podría decir que en paralelo a la travesía, el libro es como un viaje inaugural en el que nombras muchas cosas que aprendes o te pasan por primera vez, desde amarrarte los cordones de los zapatos, a conocer países nuevos, comidas que no habías probado, tu atracción hacia Carla…
Sí, hay cosas lindas que me pasaron en ese viaje, pero en perspectiva me he dado cuenta de que yo no tuve niñez, que la perdí en el viaje. Y eso es triste.
Hay una escena particular que marca eso, que es cuando pruebo mi primer cigarrillo y los hombres que me acompañan me mandan a buscar gasolina en polvo. Como broma. Porque yo era ingenuo y no sabía que no existía.
Para ellos, esa fumada es lo que se necesitaba para que este niño de 9 años se sintiera como más machito o más poderoso. Que sí, funciona. Pero también ese momento marca el fin de una etapa del niño que yo era y el que hubiera sido si no hubiese pasado todo lo que ocurrió después.
Es algo muy complejo, porque al mismo tiempo, lo que pasó es lo que me ha formado, lo que me hace la persona que soy.
Quizás por eso, porque siento que no tuve niñez, el mejor elogio que alguien me puede hacer cuando entramos en confianza es decirme que parezco un niño.
Como en toda historia de migración, el coyote es un personaje importante en tu libro, pero cuentas que para la gente de tu pueblo era una figura familiar, como un «coyote bueno», lo que suena bastante contraintuitivo.
Sí, este es un punto que tal vez mucha gente no va a entender, pero en esos tiempos, en los 90, muchas de esas personas a las que llamábamos coyotes pensaban que de verdad estaban ayudando a otras personas, como yo o como otros que estaban huyendo de una guerra o una posguerra, a reunirse con sus familiares en Estados Unidos.
En sus mentes, esos coyotes estaban haciendo algo bueno.
Y, pese a que mucho de lo que a mí me ocurrió fue culpa de un coyote, yo soy del mismo pensamiento de que sí, estaban haciendo algo bueno.
Funciona un poco como en una economía. El mercado estaba ahí y alguien tenía que hacer ese trabajo.
Pero hoy el mercado se ha hecho tan rico, tan bueno, que se ha convertido en un monopolio dominado por los carteles, que han comprado y contratado a los coyotes. No hay coyotes que no pertenezcan a uno.
La infraestructura de la inmigración ha cambiado en forma exponencial hacia lo peor. Por eso es que cada vez mueren más migrantes.
Ni salvadoreño, ni estadounidense, tú prefieres que te describan como migrante, ¿no?
Sí, sí, he usado esa palabra y he pedido que la usen, pero ahora en muchas de mis charlas y entrevistas estoy tratando de usar el término sobreviviente, porque creo que la palabra inmigrante ha sido tan distorsionada que, al menos en Estados Unidos, se convierte en algo muy negativo.
Terminemos hablando del amor. Las relaciones que nacen en tu travesía están colmadas de él. Después de haber escrito tanto sobre el dolor, ¿no te dan ganas de escribir sobre el amor?
Ah, sí, es cierto que quizás mis poemas no tienen tanto amor, pero yo veo mi prosa, este libro como una gran carta de amor para los cuatro. La carta que siempre espero que lean, o escuchen de ella y volvamos a vernos.
Y lo que estoy escribiendo hoy, que es como la segunda parte, mi vida en Estados Unidos, creo que va a ser incluso más dura de leer, pero también es una carta de amor, esta vez para mis padres, que me tuvieron a los 18 años, y también han sufrido mucho.
El padre de Javier inmigró a Estados Unidos huyendo de la guerra civil de El Salvador un poco después de que se tomara esta fotografía.
Para ellos lo que pasó fue muy difícil. Mi papá dice que nunca va a olvidar el olor que yo tenía cuando nos reencontramos. Lloró mucho con eso.
Él leyó el libro, pero mi mamá no ha logrado pasar del primer capítulo.
¿Y sabes qué repercusión ha tenido en otros migrantes?
Mira, curiosamente, en los tres años que estuve de gira con mi libro de poemas, nunca hablé con algún migrante de mi trabajo.
Pero con «Solito» es diferente. Ha sido maravilloso que a las lecturas vayan niños o que se me acerquen adultos y me digan «yo también fue un niño migrante».
Llega a ser escalofriante que muchos me cuenten que cruzaron el mismo mes y año que yo, que estuvimos en el desierto de Sonora en el mismo momento. Por mucho tiempo yo sentí que estaba solito en ese trauma, que había sufrido más que nadie, y eso es muy tóxico, porque te dejan de importar los que están a tu lado.
Pero no es verdad. No estamos solitos. Somos muchos.
Ahorita mismo, mientras hablamos, seguro hay un niño de Venezuela, Cuba, Nicaragua o El Salvador que está cruzando. Ojalá ellos también lleguen a saber que no están solos, que nunca lo han estado.
Acerca del autor
ENTREGA ESPECIAL
Novedosa y efectiva forma de combatir los piojos y liendres llega a San Salvador

El Centro de Eliminación de Piojos y Liendres llega a San Salvador,.para darle solución a los problemas que generan estos insectos en los reyes de la casa y también en los adultos.
Este local ubicado en la colonia Flor Blanca, en San Salvador, brinda un servicio de primer nivel en la eliminación de estos parásitos.
Con esta forma, te ahorrarás estar toda una tarde dándole con el peine fino a los molestos piojos y liendres de tus hijos.
El costo por este servicio va desde los $28 si la plaga es leve, $32 si es moderada y $36 si la invasión de piojos es severa. (todos los tratamientos incluyen dos sesiones de desinfección)
Los horarios de atención son de 8:00 a.m. a 5:00 p.m., de lunes a sábado y solo necesita hacer su cita vía telefónica marcando al 2261-2206 o al 7623-0541.
Así que ya lo saben, si a sus hijos se le pegan los piojos y tienen muchas liendres, esta es tu solución, así cuidas de su salud y bienestar.
Acerca del autor
ENTREGA ESPECIAL
Un nuevo libro revela que la reina Isabel II podría haber muerto de cáncer

La muerte de la reina Isabel II sorprendió a muchos, debido a la descompensación de salud que tuvo la monarca en sus últimos meses de vida.
Aunque muchos lo relacionaron con la pérdida de su esposo, un nuevo libro biográfico señala que la reina pudo haber muerto de cáncer.
Según ‘The Mirror’, Gyles Brandreth, amigo cercano a la familia real, afirmó al escritor de la biografía real “Elizabeth: An Intimate Portrait” que en realidad la reina Isabel murió debido a un extraño tipo de cáncer óseo.
Brandreth escribe que “Había oído que la reina tenía una forma de mieloma, cáncer de médula ósea, lo que explicaría su cansancio y pérdida de peso y esos ‘problemas de movilidad’ de los que a menudo nos hablaron durante el último año de su vida”.
En el libro también se asegura que la reina sufrió periodos de baja energía, a pesar de que les dijo a sus asistentes que estaba decidida a mantenerse ocupada después de la muerte del príncipe Felipe en abril de 2021.
Cuando la reina se sintió más débil, llenó su tiempo viendo el drama de la BBC Line of Duty, afirma el biógrafo. “Mi esposo ciertamente no lo habría aprobado”, se dice que comentó.
Sin embargo, a pesar de las recientes declaraciones de este amigo cercano a la familia real, el palacio de Buckingham sigue sosteniendo que se tratan de mitos y especulaciones, pues aseguran que la reina Isabel II murió debido al desgaste que provoca el paso del tiempo.