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CONFESIÓN: Le encomienda asesinar a Pablo Escobar, delata al Cártel de Cali y vive con falsa identidad por 22 años

Eran mediados de 1995 cuando un grupo del Ejército y la DEA tomó el apartamento 402 del edificio Colinas de Santa Rita, al occidente de Cali. Un informante había dado la ubicación de Miguel Rodríguez Orejuela, uno de los líderes del Cártel de Cali. «Si es necesario tumben todo», dijo. Rompieron paredes, techos, suelos, desarmaron closets, usaron interruptores de puertas secretas y no encontraron nada.
La búsqueda se canceló. Pero el informante insistía en que ahí estaba. Entonces, el equipo de inteligencia regresó. Esta vez encontraron en el suelo de un pasillo una pipeta de oxígeno con su mascarilla, una toalla blanca con manchas de sangre, un jean y una camiseta de cuadros. El capo siempre estuvo ahí, escondido en una caleta del baño auxiliar; así lo registró la revista Semana en 1997.
El objetivo se había escapado, pero algo les había quedado claro: el hombre al teléfono era de confianza. Gracias a ese registro encontraron documentos en un doble fondo de un escritorio, que permitió vincular con el narcotráfico a muchos personajes públicos. El informante -se sabría después- era Jorge Salcedo, un hijo de un condecorado militar de nombre homónimo.
Salcedo también fue un prolífero militar del Ejército de Colombia que decidió pasar de combatir las guerrillas del M-19 a ser el jefe de seguridad de los hermanos Rodríguez Orejuela, líderes del Cartel de Cali. Con ellos se empeñó en un plan para acabar a su principal enemigo, Pablo Escobar, cabecilla del Cártel de Medellín, pero terminó aliándose con la DEA para sacrificar a sus propios jefes narcos.
Hijo de militar, Jorge Salcedo realizó estudios de ingeniería y aprovechó los contactos de su padre, que trabajó para algunas compañías petroleras y químicas tras su retiro, para ofrecer servicios muy especializados a refinerías de petróleo y afines y de la experiencia en tales labores surgió la idea de fundar una empresa de seguridad.
Había estudiado ingeniería y economía en Estados Unidos. Ingresó a las filas del Ejército en 1982, en tiempos en los que los militares luchaban con los reductos del M-19 que habían quedado en Cali. Su labor era la inteligencia, contactaba informantes para conocer los desplazamientos de los guerrilleros. Trabajo que llegó hasta marzo de 1990, cuando el grupo subversivo se reincorporó a la vida civil.
Ahí también medió un fracasado plan para tomar el cuartel general de las FARC en la selva con mercenarios británicos. Para entonces ya tenía una empresa de seguridad para multinacionales petroleras con equipos de detección de comunicaciones y localizaciones de muy alto nivel. Por eso entró a la reserva del Ejército.
El Cartel de Cali ya le iba siguiendo la pista. Y ocurrió un hecho que marcaría sus posteriores decisiones. En 1984, Pablo Escobar, líder del Cartel de Medellín, enemigo de los Rodríguez Orejuela, había mandado a matar a un amigo y compañero de colegio de Salcedo, el entonces ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla.
Un viejo amigo del Ejército lo recomendó a la cúpula del Cártel alegando su especialización en «visión nocturna, detectores de calor y GPS’. En aquel entonces, el GPS estaba solamente en manos de los militares», según contó el mismo Salcedo a Entertainment Week. Necesitaban a alguien capaz de protegerlos de los atentados de Escobar y, de paso, de acabar con él.
En una cita fue encerrado en una habitación con los mismos líderes del Cártel de Cali que, sin preguntar su decisión, le enseñaron un plan a seguir. Querían sorprender a Escobar en su hacienda Nápoles, la del zoológico, la red de carreteras, las pistas clandestinas, la de sus 10 casas y seis piscinas y de la colección de autos y motocross.
El capo celebraría ahí la victoria de su equipo de fútbol, el Independiente Medellín, en la Copa Libertadores de 1989. Dos helicópteros iban hacia él cuando, por causas desconocidas, uno se estrelló y la misión se abortó. Así continuaron otras estrategias, que con la habilidad tecnológica de Salcedo, a quien le dieron el alias de ‘McGyver’, nada en Cali les pasaba inadvertido a los hermanos narcos.
Ello, y la red de sobornos que Salcedo logró armar con sus contactos militares, donde había comprado agentes en Cali, Medellín y Bogotá. Por todo este trabajo cobraba 1.000 dólares al mes, casi nada teniendo en cuenta el dinero que hacía el Cártel con el tráfico de cocaína.
Los planes contra Escobar se acabaron con su asesinato el 2 de diciembre de 1993.En ese momento -dijo al semanario estadounidense- intentó desligarse del Cártel de Cali, pero no pudo. Su labor ahora sería vigilar a políticos y otros personajes influyentes de la vida pública que pudieran afectar o favorecer los intereses del clan familiar.
«Nunca entendieron que lo mejor que debieron haber hecho era darse por vencidos y decir: ‘Hey, Pablo ha muerto, ya terminamos’, así que tuve que empezar a escanear todas las posibilidades que pudieran derribar a los hermanos Rodríguez y evitarlas», confesó Salcedo a Entertainment Week.
Tres semanas después de la muerte del cabecilla del Cartel de Medellín, Salcedo fue contactado por agentes de la DEA. Ya tenían pruebas contra él que ofreció el capturado coronel Roberto Leyva, con quien había negociado unos explosivos para otro fallido atentado contra Escobar. Estaba acorralado y le tocó aceptar ser un delator, con el riesgo que implicara.
Recibiría una jugosa recompensa, que terminó siendo de 1.665.000 dólares, y el ingreso al programa de protección de testigos de Estados Unidos. «La información de Salcedo permitió el esclarecimiento de varios asesinatos y la confiscación de materiales para la fabricación de bombas y explosivos», dice una parte del expediente de la Corte Federal de Miami conocida por Semana.
Sus informaciones se complicaron cuando se descubrieron aportes económicos a la campaña presidencial del ex mandatario Ernesto Samper Pizano, conocido como Proceso 8.000. Los hermanos estaban siendo perseguidos y ya tenían dudas de que entre sus hombres había un informante. Así que Salcedo no tuvo de otra que apresurar sus capturas.
Semanas después del primer operativo fallido en aquel lujoso edificio de Cali, nuevamente informó a la DEA el paradero de Miguel Rodríguez Orejuela, pues su hermano Gilberto ya estaba preso. Un grupo de 15 hombres del Bloque de Búsqueda se tomaron el edificio Buenos Aires y, esta vez, lo encontraron.
Jorge Salcedo les había entregado a las autoridades al último capo del Cartel de Cali. El hijo de Miguel Rodríguez Orejuela lo buscaba desesperado para matarlo. Pero la DEA cumplió su palabra. Lo sacó de Colombia, le dio otra identidad y lo ubicó en una dirección desconocida en Estados Unidos en la que hasta hoy permanece oculto. Desde su paradero fantasmal, se dio un gusto: asesoró a Netflix para la tercera temporada de la serie Narcos.
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VIDEO | Autoridades interceptan a un “gato narco” con droga en las cercanías de una cárcel en Costa Rica

Las autoridades de Seguridad Pública de Costa Rica confirmaron un insólito hallazgo: un gato doméstico fue interceptado mientras transportaba droga en las inmediaciones de la cárcel de Pococí, en la provincia de Limón. El felino llevaba adheridos a su cuerpo varios paquetes con sustancias ilícitas.
El curioso caso, que ha generado asombro en la opinión pública y ha sido ampliamente difundido por medios locales bajo el apodo de “el gato narco”, reveló que el animal portaba 235 gramos de marihuana, 67 gramos de crack, además de píldoras y papel utilizado para el consumo de estupefacientes.
Según el informe oficial, un agente del sistema penitenciario notó el comportamiento inusual del felino mientras se desplazaba por una zona verde cercana al penal. Al observar los paquetes sospechosos adheridos al cuerpo del animal, se dio la alerta a las autoridades correspondientes.
Hecho insólito: Así fue la ‘captura’ de un «gato narco», animal que fue usado para ingresar droga a una cárcel de Costa Rica. pic.twitter.com/qnbkzqFU5z
— El Diario – Manabita (@eldiarioec) May 13, 2025
El gato fue capturado y trasladado para una revisión veterinaria, quedando bajo resguardo del Servicio Nacional de Salud Animal (SENASA), donde permanece en observación.
De acuerdo con el diario La Nación, las autoridades no descartan que el felino haya sido entrenado para introducir droga en el perímetro carcelario sin levantar sospechas, una modalidad inusual pero no inédita en centros penales de la región. Las investigaciones continúan para determinar a los responsables del intento de tráfico.
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Insólito robo en Paraguay: ladrón entra como contorsionista y se va sin dejar rastro

Un insólito robo ha causado revuelo en redes sociales tras la difusión de un video captado por una cámara de seguridad, en el que se observa a un hombre ingresar a una tienda en Paraguay de manera poco convencional y llevarse objetos de valor sin hacer el menor ruido.
Lo que más ha sorprendido a los internautas es la forma en que el sujeto accede al establecimiento: la puerta es de rejilla y cuenta con una pequeña apertura destinada a despachar productos, pero el hombre logró contorsionar su cuerpo con una habilidad digna de un acróbata para colarse por el estrecho espacio.
Ya dentro del local, el individuo revisa tranquilamente el lugar y toma algunos objetos antes de salir por el mismo sitio, sin forzar cerraduras ni hacer ruido, como si se tratara de una rutina ensayada. Sin embargo, no contó con que todo el acto quedaría grabado por la cámara de seguridad.
A pesar de la viralización del video, que ha generado todo tipo de comentarios y teorías en línea, las autoridades paraguayas aún no han logrado identificar al sospechoso, quien continúa prófugo. La policía ha pedido colaboración ciudadana para dar con el paradero del responsable.
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El número 13: Un día de mala suerte según la superstición

El número 13 ha sido históricamente considerado de mala suerte, especialmente cuando coincide con un martes o un viernes. En esos días, los más supersticiosos rezan para que la jornada pase sin contratiempos, temiendo que algo negativo pueda ocurrir. En los países de habla hispana, es común escuchar el dicho: «En martes 13, ni te cases ni te embarques». Esta expresión refleja la creencia popular de que es mejor evitar cualquier actividad importante, como bodas o viajes, en una fecha tan señalada.
El origen de esta superstición se remonta a la antigüedad, con diversas referencias en la mitología, las religiones abrahámicas y algunos eventos históricos. Según National Geographic, el número 13 ha tenido connotaciones negativas en muchas culturas, sobre todo debido a su vinculación con la religión. En la Cábala judía, por ejemplo, se considera que existen 13 espíritus malignos, y el número está asociado a la figura del carnero, la víctima que Abraham debía sacrificar a Dios, lo que lo convierte en un número relacionado con la muerte.
En el cristianismo, el número 13 también tiene tres asociaciones con malos presagios. Se dice que trece fueron los comensales en la Última Cena, y se cree que Jesús fue crucificado un viernes 13. Además, en el Libro del Apocalipsis, el Anticristo aparece en el capítulo 13, lo que refuerza aún más la mala fama de este número.
Por su parte, la mitología vikinga vincula el número 13 con Loki, el dios de la traición y el caos. En este contexto, la cifra era vista como un presagio de calamidad. Incluso, se dice que la famosa confusión de lenguas de la Torre de Babel ocurrió un martes 13.
Así, el 13 continúa siendo un número temido y observado con cautela por quienes siguen estas antiguas creencias.