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«El Sirra» pide agilizar extradición para enfrentar juicio en Nueva York

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El cabecilla histórico de la ranfla nacional de la MS13, Arístides Dionisio Umanzor, alias «El Sirra», habría solicitado agilizar su extradición a Estados Unidos, donde es requerido por la justicia de esa nación por los delitos de terrorismo en Nueva York, informó el fiscal general de la República, Rodolfo Delgado.

“Es curioso que durante la audiencia este criminal solicita agilizar su salida hacia una cárcel norteamericana, pues ya no quiere enfrentar la justicia salvadoreña, ahora que ya no tiene ningún beneficio y su estadía en la cárcel se ha vuelto un verdadero castigo a sus crímenes”, indicó Delgado.

Según los datos revelados por el fiscal, la audiencia de intimación sobre la petición de extradición de “El Sirra” ocurrió el jueves 21 de abril pasado, donde se le notificó que Estados Unidos lo requiere por los delitos de entregar y ocultar apoyo material y recursos a terroristas, cometer actos de terrorismo, financiamiento de terrorismo y narcoterrorismo.

“El Sirra”, fue condenado a 33 años de prisión por homicidio, secuestro y daños agravados en el año 2000. En 2019, le sumaron 14 años de cárcel por homicidio en el proceso judicial conocido como operación Cuscatlán, donde la Fiscalía General de la República afirmó que golpeó las finanzas de la Mara Salvatrucha.

En 2009, Umanzor Osorio fue trasladado al penal de máxima seguridad en Zacatecoluca, donde estaba confinado a una celda de aislamiento, sin entradas de luz.

Durante 2012 y 2013, los años de la tregua, Umanzor fue uno de los cabecillas de la MS que apareció liderando el llamado acuerdo de pacificación entre las pandillas, y fue trasladado al penal de Ciudad Barrios.

En 2016 pidió medidas autelares ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, tras estar un año en aislamiento y condenar al Estado salvadoreño, pero las medidas fueron negadas.

El 15 de enero de 2021, la Fiscalía de Estados Unidos acusó a 14 pandilleros salvadoreños de la MS-13 por terrorismo, entre ellos, Dionisio Umanzor.

«Este pandillero, a quienes administraciones pasadas otorgaron beneficios durante la denominada ‘tregua’, es solicitado por 4 cargos penales en EEUU. Es curioso que, durante la audiencia, este criminal solicita agilizar su salida hacia una cárcel norteamericana, pues ya no quiere enfrentar la justicia salvadoreña, ahora que ya no tiene NINGÚN BENEFICIO y su estadía en la cárcel se ha vuelto un verdadero castigo a sus crímenes», escribió Delgado en su cuenta de twitter.

El fiscal en funciones del Distrito Este de Nueva York, Seth DuCharme, responsabilizó a la MS-13 de la violencia que asola a comunidades del sector de Long Island de todo el este de Nueva York.

La acusación involucra a los cabecillas de la MS-13 en asesinatos, intentos de asesinato, asaltos, secuestros, tráfico de drogas, extorsión de personas y empresas, obstrucción de la justicia, además, sostiene que la estructura envió dinero producto de actividades ilícitas en EE. UU. a cabecillas en El Salvador.

Ante este caso, el jefe parlamentario de la bancada cyan, Christian Guevara se pronunció diciendo que «el Sirra acaba de pedir implorando POR FAVOR que lo extraditen. Esos cabecillas son los responsables de cientos de muertes, de miles de casos de extorsión y de haber provocado dolor en miles de familias. ¿Por qué se quiere ir a otro país?».

Igual la diputada de Nuevas Ideas, Marcela Pineda dijo «antes los pandilleros eran los culpables que los buenos salvadoreños abandonaran el país, ahora son ellos los que ruegan por irse».

La solicitud del pandillero en sede judicial, provocó múltiples reacciones entre internautas quienes, en su mayoría se oponen a que sea extraditado, y piden que deba continuar con su condena de 47 años por diversos delitos que paga en Zacatraz.

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Opinet

Analizando el vértigo de la venganza: Irán, Israel y el mundo también

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Po: Lisandro Prieto Femenía

«No sé cómo será la Tercera Guerra Mundial, pero sí sé que la Cuarta Guerra Mundial será con palos y piedras.»
Albert Einstein

Otra vez, la sombra de una gran guerra se cierne sobre el Medio Oriente, una región que parece estar condenada a un ciclo interminable de violencia y tensión. Los recientes intercambios de ataques directos entre Israel e Irán han encendido todas las alarmas globales, llevando a la comunidad internacional al borde de un abismo cuya profundidad y consecuencias aún son incalculables. Lo que hasta hace poco se manifestaba a través de guerras subsidiarias y enfrentamientos asimétricos, ha escalado a una confrontación abierta que redefine el tablero geopolítico y exige una profunda reflexión sobre las verdaderas causas y los devastadores efectos de semejante beligerancia.

La situación actual es de una volatilidad extrema. Tras el ataque israelí a un consulado iraní en Damasco, al que siguió una represalia iraní con drones y misiles, y una posterior respuesta israelí sobre objetivos militares de inteligencia dentro de Irán, la región se encuentra en un punto de inflexión. Cada acción parece estar generando una reacción, tejiendo una red de represalias que amenaza con arrastrar a más actores a un conflicto a gran escala. Las informaciones de inteligencia y los análisis militares se centran en la capacidad de disuasión de cada parte, en la precisión de sus armamentos y en la contención- o la falta de ella- de sus aliados internacionales. Sin embargo, más allá de la fría lógica estratégica, subyace una serie de interrogantes que, desde una perspectiva filosófica y crítica, resultan ineludibles.

En este ciclo de venganza interminable, ¿a quién le sirve realmente este conflicto? ¿Quiénes son los verdaderos artífices de esta espiral de violencia y quiénes se benefician de la inestabilidad perpetua en una región tan rica en recursos y tan vital estratégicamente? En contrapartida, ¿quiénes son los grandes perdedores, aquellos que pagarán el precio más alto por decisiones tomadas en despachos y palacios lejanos o en la euforia del fervor imperial o nacionalista?

Este tipo de preguntas no circulan en ningún medio de comunicación ni salen de la boca de ningún comunicador del prime time, justamente porque nos obligan a pensar, es decir, ir más allá de la mera descripción de los eventos y a indagar en las capas más profundas de poder, interés y sufrimiento humano. La geopolítica nos ofrece un marco para entender las dinámicas de poder entre Estados, las alianzas cambiantes y la lucha por la hegemonía regional. Pero la filosofía nos interpela sobre la ética de la guerra, la responsabilidad de los líderes y el valor intrínseco de la vida humana.

La retórica del “ojo por ojo” que ha dominado estas últimas semanas de confrontación directa entre Israel e Irán ha cristalizado en acciones militares muy precisas y calculadas, pero de un riesgo incalculable. Los ataques iraníes, que incluyeron el lanzamiento de cientos de drones y misiles hacia el territorio israelí, fueron presentados como una respuesta directa al bombardeo de un anexo consular iraní en Damasco que resultó en la muerte de altos mandos de la Guardia Revolucionaria. La defensa israelí, apoyada por una coalición internacional liderada por Estados Unidos, logró interceptar la vasta mayoría de estos proyectiles, minimizando los daños materiales y, crucialmente, evitando víctimas mortales significativas. Sin embargo, la posterior respuesta de Israel sobre objetivos militares y de inteligencia en Isfahán, Irán, aunque de alcance limitado y con aparente intención de enviar un mensaje de capacidad más que de aniquilación, mantuvo viva la llama de la tensión.

Detrás de los titulares sobre interceptores y drones, la verdadera tragedia se desarrolla lejos de los cálculos estratégicos. Son los civiles, de ambos lados y en toda la región, quienes se encuentran atrapados en la encrucijada de esta peligrosa escalada. En Israel, la población vivió horas de incertidumbre bajo la amenaza de los misiles, con el trauma latente de la guerra. En Irán, la noticia de los bombardeos, aunque minimizada oficialmente, alimenta el temor a una confrontación abierta que podría devastar la infraestructura y la vida cotidiana. Como señalaba el filósofo Immanuel Kant en su ensayo titulado “Sobre la paz perpetua”, “el estado de paz entre los hombres que viven juntos no es un estado de naturaleza… el estado de paz debe ser establecido”. La realidad de hoy dista mucho de esta visión kantiana, con la seguridad de los ciudadanos constantemente en vilo, y la esperanza de una vida normal sacrificada en el altar de las ambiciones geopolíticas de dos o tres degenerados que deciden por ellos y sobre ellos. Las familias se preparan para lo peor, los niños crecen bajo la sombra de la amenaza constante, y la vida se convierte en una serie de pausas entre alarmas y ataques de noticias. Las economías locales, ya frágiles, se resienten aún más, y la inversión en armas desvía recursos que podrían destinarse a producción, salud, educación o desarrollo social.

En el tablero de este conflicto, los actores principales se encuentran impulsados por su propia percepción de seguridad existencial y ambiciones regionales. Teherán, con su teocracia y una Guardia Revolucionaria que extiende su influencia más allá de sus fronteras, busca consolidar su poder en el “eje de la resistencia”, desafiando la hegemonía regional y protegiendo sus intereses, incluyendo sus programas nucleares y de misiles.

Del otro lado, Jerusalén, con un gobierno que prioriza la protección de su población y su territorio, percibe la expansión iraní y su retórica como una amenaza directa a su supervivencia, lo que pareciera justificar sus acciones preventivas y reactivas.

Pero esta confrontación no se limita a dos capitales. Se extiende como una vasta red de intereses y alianzas, donde los actores indirectos ejercen una influencia considerable. Grupos como Hezbollah en Líbano, Hamas en Gaza o los Hutíes en Yemen operan como brazos armados de la proyección de poder iraní, capaces de abrir múltiples frentes y desestabilizar rutas comerciales vitales. Del lado israelí, el apoyo inquebrantable de los Estados Unidos ha sido un pilar fundamental en la disuasión y defensa, con Washington actuando como garante de seguridad y, a su vez, como mediador para evitar una escalada incontrolable. Sin embargo, el rol de Estados Unidos no es ajeno a sus propios intereses estratégicos en el control del flujo energético global y la contención de rivales.

Mientras tanto, potencias como Rusia y China observan con cautela, buscando proteger sus propias esferas de influencia y sus relaciones con todos los actores, a menudo utilizando su peso diplomático para oponerse a intervenciones occidentales o para abogar por una estabilidad que favorezca sus intereses económicos. Los países árabes moderados, como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, aunque comparten la preocupación por la influencia iraní, temen ser arrastrados a una guerra regional que devastaría sus economías y sociedades. Europa, por su parte, clama por la desescalada, consciente de las ramificaciones económicas, energéticas y migratorias de un conflicto ampliado.

Así, las posibilidades futuras se mueven en una cuerda floja, tensa entre el estallido total y la precaria esperanza de un cese el fuego. La doctrina actual parece ser una disuasión mutua, donde ambos bandos calibran sus golpes para enviar un mensaje de capacidad y voluntad sin provocar una guerra abierta que, dadas las consecuencias catastróficas, ninguno parece desear plenamente. Pero esta línea es peligrosamente fina. Cualquier error de cálculo, cualquier ataque no intencionado o cualquier acción percibida como una humillación insoportable, podría romper el delicado equilibrio y desencadenar un conflicto a gran escala con ramificaciones globales.

La búsqueda de un acuerdo de paz o un cese el fuego requeriría una diplomacia hoy inexistente, es decir, exhaustiva y multifacética, involucrando a potencias globales y regionales. Sería necesario abordar las causas subyacentes de la desconfianza y la hostilidad, incluyendo las ambiciones nucleares de Irán, la cuestión palestina, la seguridad de Israel y la influencia iraní en la región a través de sus proxies. Como argumenta el teórico político John Mearsheimer en su obra “La tragedia de la política de las grandes potencias”, los Estados “están condenados a competir por el poder, porque el sistema internacional es anárquico y las capacidades militares son los medios con los que los Estados pueden sobrevivir”. Superar esta lógica de suma cero requeriría un cambio paradigmático en la percepción de seguridad y una voluntad genuina de compromiso. Básicamente, un milagro.

No obstante, la historia nos enseña que, incluso en los escenarios más sombríos, la diplomacia y el diálogo pueden abrir brechas hacia la desescalada. El cese el fuego, por más precario que sea, es siempre preferible a la anarquía de la guerra, ofreciendo un respiro a los civiles y una oportunidad para la razón y la sensatez.

Más allá de las fronteras de Oriente Medio, la escalada actual entre Israel e Irán proyecta una sombra ominosa sobre el orden mundial. Como dijimos previamente, las ramificaciones económicas son inmediatas y profundas: la interrupción del suministro de petróleo a través del Estrecho de Ormuz, una arteria vital para el comercio global, disparará los precios energéticos a niveles insostenibles, desestabilizando los mercados y las economías ya fragilizadas. Las cadenas de suministro globales, aún recuperándose de crisis anteriores, se verían severamente afectadas, impactando desde la producción industrial hasta el coste de vida de millones de personas en cada rincón del planeta.

En el ámbito político, un conflicto abierto desafiaría la ya patética y erosionada arquitectura de la gobernanza actual. Las organizaciones internacionales y el derecho internacional, también en terapia intensiva hace años, se verían aún más debilitados si las potencias no logran contener la beligerancia. Se intensificarían las divisiones entre bloques, con el riesgo de acudir a una nueva Guerra Fría que polarice aún más las relaciones internacionales, desviando la atención y los recursos de desafíos globales apremiantes como las pandemias, la desigualdad y la pobreza. La proliferación nuclear, ya una preocupación latente, está cobrando una urgencia aterradora, ya que la inestabilidad puede incentivar a otros Estados a buscar capacidades atómicas como medida de seguridad.

Los grandes perdedores, en última instancia, somos todos los seres humanos que no tenemos acceso a la protección total de los jefes de Estado. La guerra, en su esencia, es un fracaso de la razón y la empatía. Cada explosión, cada vida perdida, cada desplazamiento forzado no es sólo una estadística, sino una herida en el tejido colectivo de nuestra ya vapuleada civilización. Este conflicto, como tantos otros, revela la cruda realidad de que la seguridad de una nación a menudo se persigue a expensas de la seguridad y el bienestar de otras, creando así un círculo vicioso de miedo, agresión y muerte masiva.

Frente a este panorama espantoso, nuestra postura no puede ser otra que la de una neutralidad activa en favor de la paz. No se trata de culpar a unos u otros, sino de reconocer la complejidad histórica y las múltiples capas de agravios que alimentan esta confrontación. La paz, sin embargo, no es la ausencia de conflicto, sino la capacidad de resolverlo sin recurrir a la violencia, a través del diálogo, la negociación y el respeto mutuo. Es imperativo que la comunidad internacional abandone la red social X y redoble sus esfuerzos diplomáticos. La presión concentrada sobre todos los actores, directos e indirectos, para que se abstengan de nuevas acciones militares y se sienten a la mesa de negociaciones es crucial. Se necesitan garantes confiables y marcos robustos que permitan una desescalada sostenida y el inicio de un proceso de construcción de confianza a largo plazo.

Por último, queridos lectores, es preciso indicar que el cese el fuego no es sólo una tregua militar, sino un imperativo moral. Es la única vía para romper el interminable ciclo de venganza, para sanar las heridas, para reconstruir las sociedades y para que las futuras generaciones no sigan heredando un legado de odio, resentimiento y destrucción. Es hora ya de que la razón sensata guíe la geopolítica, y que la humanidad elija el camino de la ardua concordia sobre el abismo de la exterminación.

Lisandro Prieto Femenía
Docente. Escritor. Filósofo
San Juan – Argentina

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Internacionales -deportes

Inter Miami vence al Porto con brillante actuación de Lionel Messi en el Mundial de Clubes

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El Inter Miami logró su segunda victoria en el Mundial de Clubes tras imponerse 2-1 al Porto de Portugal, en un partido marcado por otra destacada actuación de Lionel Messi, quien lideró la remontada del conjunto estadounidense.

El encuentro inició con ventaja para los portugueses, gracias a un gol de penal ejecutado por Samu Aghehowa al minuto 8. No obstante, el equipo dirigido por Javier Mascherano supo recomponerse y encontró la igualdad al comenzar la segunda mitad, cuando Telaaco Segovia concretó una jugada ofensiva que terminó en el fondo de la red.

La remontada se selló al minuto 54 con un gol de tiro libre de Messi, un disparo preciso que superó la barrera y dejó sin opciones al guardameta Cláudio Ramos, en una jugada que recordó sus mejores momentos con la selección y el Barcelona.

Con este triunfo, Inter Miami se posiciona segundo en el Grupo A con cuatro puntos, por detrás del Palmeiras de Brasil. Ambos equipos se enfrentarán el próximo lunes 23 de junio en un duelo decisivo.

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Internacionales

Esto es lo que se sabe sobre la explosión del megacohete Starship de SpaceX en Texas

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Un megacohete Starship de SpaceX, la empresa aeroespacial del multimillonario Elon Musk, explotó el miércoles por la noche durante una prueba estática rutinaria en su base de Starbase, Texas, sin que se reportaran heridos, informaron las autoridades locales.

Según el condado de Cameron, Texas, el incidente ocurrió a las 11:01 p.m. (hora local) cuando el cohete Starship 36 sufrió una «falla catastrófica». Un video oficial muestra el momento en que el vehículo espacial, conectado a su brazo de lanzamiento, es envuelto por una gran explosión.

SpaceX confirmó a través de su cuenta en la red social X que el Starship, que se preparaba para su décima prueba de vuelo, presentó una anomalía mayor durante el ensayo en banco de pruebas. La empresa aseguró que se mantuvo una zona de seguridad alrededor del sitio y que todo el personal se encuentra sano y salvo.

El fundador de SpaceX, Elon Musk, restó importancia al suceso y escribió en redes sociales: «Solo un rasguño».

Starbase, ubicada en la costa sur de Texas cerca de la frontera con México, es la sede del proyecto espacial de SpaceX. El Starship, con 123 metros de altura, es el cohete más grande y potente diseñado hasta la fecha y es fundamental para los planes de Musk de colonizar Marte. Este cohete, totalmente reutilizable, tiene capacidad para transportar hasta 150 toneladas métricas.

No es la primera vez que un Starship sufre un accidente. El 27 de mayo, otro prototipo explotó antes de completar su descenso a Tierra, y en intentos anteriores en enero y marzo, la etapa superior también sufrió explosiones durante el vuelo. Estos incidentes forman parte de la estrategia de SpaceX de lanzar múltiples prototipos para identificar y corregir fallas.

SpaceX se ha convertido en un actor clave en la exploración espacial estadounidense, realizando misiones para la NASA y el Pentágono, y jugando un papel central en el plan de retorno a la Luna. Sin embargo, la relación de Elon Musk con el gobierno estadounidense enfrenta incertidumbre tras su ruptura pública con el expresidente Donald Trump, con quien tuvo una relación cercana antes de protagonizar una disputa pública.

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