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La nueva película de Scorsese y DiCaprio relata la codicia y el saqueo a los pueblos originarios

Se debe señalar que, en principio, se trata de una nueva película de Martin Scorsese. Es una sencilla y milimétrica información, pero debería bastar para que aquellas personas que aman el cine incorporen la ansiedad a la geografía natural de sus percepciones. Porque, ¿qué habrá hecho ahora el director de Taxi driver, de Casino, Toro salvaje, Cabo de miedo, La última tentación de Cristo, Buenos muchachos, El lobo de Wall Street, y El irlandés, entre otras? Es decir, ¿qué se habrá mandado esta vez el director de tantos clásicos del cine (él mismo es un cinéfilo apasionado y un preservador y restaurador de obras fílmicas de todo el mundo a través de The Film Foundation) y que nos ofrece a nos, este público que aguarda con expectativas, una película más de Marty —así le decimos los amigos—, quien ya cumplió más de ochenta de vida?
Y nos brinda esto. Los asesinos de la luna (“The killers of the flower moon”). Hay que consignar el título original, ya que desborda de poesía y misterio intraducibles al español —Borges decía que la palabra “moon” implicaba el misterio en su pronunciación y en la prolongación de esa /u/ cuando la palabra se dice, que no es aplicable a nuestro vocablo “luna”; menos serviría agregarle al título aquello de “flor lunaria” o “luna floreada”, pero que no es la exacta traducción. Una gran película, sí. Incluso si no fuera porque de verdad es una gran película, su extensión de tres horas veinte admite el adjetivo “grande”.
El argumento es así: fines de la Primera Guerra Mundial, comienzos de la segunda década del siglo 20 en los Estados Unidos. Lugar: una reserva indígena en el estado de Oklahoma. Protagonistas: los aborígenes Osage, una etnia guerrera y que había dominado durante miles de años su territorio hasta la llegada de la colonización anglofrancesa a Norteamérica, y sus matadores silenciosos. El motivo: el dinero.
Los Osage habían sido confinados —así se plantea esa combinación de preservación zoológica y a la vez de tradiciones étnicas en los Estados Unidos, en una reserva con límites geográficos, con una calidad de segundos ciudadanos (sólo una porción mínima era reconocida así, la gran mayoría necesitaba tutores caucásicos para realizar un simple trámite bancario)— en una región rocosa y áspera. Pero petróleo había. Y hubo riqueza para los Osage.
Así empieza el film de Scorsese protagonizado por Leonardo DiCaprio, Robert de Niro y Lilly Gladstone, entre otros miembros de un reparto maravilloso, y que da comienzo mediante una furibunda sucesión de imágenes que da cuenta del arribo de los Osange a su lugar de confinamiento, pero que luego lo sería de riqueza: el petróleo que se descubriría en esa región perdida de Oklahoma los haría dueños de mansiones, choferes, personal blanco, mientras tratan de preservar su identidad originaria en esa vorágine de la sed mineral del oro negro. Ernest Burkhard (DiCaprio) llega en tren a la región: había estado en la Primera Guerra, busca albergue en el hogar de su tío William Hale (De Niro), que le pide que lo llame “King” (rey), ya que así es conocido en ese lugar: “El rey de los valles Osage”. Un hombre afable, que dice amar a esa etnia y admirarla, conocer su inteligencia y sagacidad, respetarla. Y que le da conchabo a su sobrino llegado del frente, con las mejores intenciones para él. Y para sí mismo.
Se trata de una historia real. En aquellos años transcurrieron una serie de asesinatos y muertes jamás investigados seriamente por las autoridades del Estado ni del condado y que iban reduciendo el número de los Osage primitivos, la primera línea ancestral que conservaba además el peso de la historia y su tradición de pueblo guerrero. Estaban siendo asesinados y nadie sabía cómo ni por qué.
Y es que el Estado, en ese pequeño lugar de Oklahoma, estaba en manos de Hale, que controlaba médicos, policías, sacerdotes, medios de prensa y todo. Y los Osage, afortunados por el petróleo, iban siendo eliminados por la maldición del capitalismo que había caído sobre ellos.
El film es hermoso. DiCaprio ofrece una actuación memorable como ese hombre que finalmente se enamora de Mollie, que adopta su apellido Burkhard; una luminosa interpretación de una mujer en la encrucijada, que ve morir a su madre y sus hermanas, pero que no puede sospechar de la conspiración alrededor. Ernest está enamorado de ella. Pero también la envenena, literalmente, y se envenena, simbólicamente, por obra de su tío, The King.
Son tres horas veinte de un film inclasificable, porque no es un true crime story, ni un western, ni un film de horror (aunque muchas veces el espectador querrá dejar de ver la pantalla, por ejemplo, cuando se realice la autopsia a cielo abierto y ante el público de Anne, la hermana de Mollie), pero que no resultan “largas” o “pesadas”: la narración fluye de modo que el espectador se sumerge en ese mundo al que hubiera querido explorar durante más horas, incluso.
Es una película sobre el capitalismo. Sobre la extracción mineral del petróleo, su reverberación cósmica en fortuna, la codicia que lleva al crimen y a la muerte.
Y es una película sobre un amor bastardo, que es amor, pero que está condicionado por el marco del dinero. Quizás el espectador pueda recordar en la interpretación sensacional de Leo DiCaprio como Ernest Buckhard, aquel concepto de Hannah Arendt acerca de “la banalidad del mal”. No es necesario ser un monstruo para cometer crímenes monstruosos, sólo basta dejarse dominar por el mecanismo del mal.
Creo que este film no puede sino remitir a la situación de las poblaciones originarias en la Argentina, paradas sobre tesoros naturales expuestos a la extracción capitalista, sometidos a la expoliación de sus territorios, a la enajenación de aquellos pedazos de tierra que les corresponden luego del saqueo de la conquista, primero, y de la constitución de los estados nacionales, como el argentino mediante el genocidio de la Conquista del Desierto del general Roca —un presidente que habría sido modélico por no haber cometido esos crímenes indescriptibles para darle tierras a sus amigos de la oligarquía, que aún los mantienen—.
Los Osage y el petróleo, los mapuches y el petróleo y el gas; los Osage y el petróleo, los kollas de Jujuy y el litio. Todos reprimidos, apartados de la discusión y, en el mejor de los casos, sobornados para luego abandonarlos en pos de obtener la “licencia social” de los recursos naturales. Hay un entrenamiento capitalista en cómo obtener, de esos pueblos, la perdición.
Vayan a ver el film, que además muestra esa sociedad actoral entre un director y un actor de tantos años y películas. Esas cosas hermosas que pasan en el cine. Vayan a ver la película porque estamos asistiendo a la historia del cine, que será luego estudiado, entre tantas, con este film, este director, esos actores.
Y vayan porque habla de nosotros. De las riquezas naturales que quieren ser expoliadas a costa de la destrucción medioambiental y por sobre los poseedores históricos de esas riquezas. En Jujuy se mostró cómo enfrentar la ambición capitalista en las calles y en las rutas, frente a esa propuesta de que multinacionales se lleven el litio, dejando el tres por ciento de sus ganancias a la colonia sudamericana. Sobre esto también habla la película. Vayan a verla.
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Revelan los detalles del millonario patrimonio dejado por Liam Payne tras su muerte en Argentina

A casi siete meses de la trágica y repentina muerte del cantante británico Liam Payne, se han dado a conocer los detalles del significativo patrimonio que dejó a su familia. Payne, quien saltó a la fama mundial como integrante de One Direction, falleció el 24 de octubre de 2024, tras caer desde el tercer piso del hotel Casa Sur, ubicado en el barrio porteño de Palermo, Argentina.
Según documentos judiciales filtrados por medios británicos como The Sun y MailOnline, la fortuna de Payne estaba valorada en 28,5 millones de libras esterlinas, una cifra que se redujo a 24,2 millones de libras (más de 32 millones de dólares estadounidenses) después de liquidar deudas y otros gastos.
Un aspecto llamativo del caso es que el cantante no dejó un testamento, lo que ha obligado a que sea la justicia británica quien determine cómo se distribuirá su herencia. De acuerdo con las leyes de sucesión intestada del Reino Unido, los bienes de una persona que fallece sin testamento se reparten entre sus herederos legales. En este contexto, su hijo Bear, de ocho años, sería el principal beneficiario de la herencia.
Hasta que el destino legal de los bienes se defina, el tribunal ha otorgado la administración temporal de la fortuna a Cheryl, madre de Bear, y al abogado especializado en la industria musical Richard Bray.
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Pink Floyd revive con el relanzamiento de su revolucionaria película de 1972

Remasterizada digitalmente en 4K a partir del metraje original de 35 mm, con audio mejorado recién mezclado por Steven Wilson, la película revolucionaria «Pink Floyd At Pompeii – MCMLXXII», dirigida por Adrian Maben y distribuida por Sony Music Vision, ha sido relanzada en cines IMAX alrededor del mundo desde el 24 de abril de este año.
La aclamada película se posiciona en los primeros puestos de taquilla mundial, y ya está disponible en Legacy Recordings en CD, audio digital y, por primera vez, en Dolby Atmos y vinilo.
Pink Floyd At Pompeii es anterior al estreno de The Dark Side Of The Moon, y documenta lo que la icónica banda hizo antes de convertirse en gigantes de las listas de éxitos a ambos lados del Atlántico, donde su música sigue siendo celebrada hasta el día de hoy.
La película está ambientada en las inquietantemente hermosas ruinas del antiguo anfiteatro romano de Pompeya, Italia, y figura como una experiencia inmersiva que captura a Pink Floyd en un concierto íntimo sin público.
«Pink Floyd At Pompeii – MCMLXXII» fue filmada en octubre de 1971, y marcó el primer concierto en vivo en Pompeya. El largometraje incluye las imprescindibles «Echoes», «A Saucerful of Secrets» y «One of These Days», acompañadas de las impresionantes imágenes del anfiteatro, capturadas tanto de día como de noche, las cuales amplifican la magia del concierto.
Además, la película incluye imágenes exclusivas del detrás de escena de la banda comenzando a trabajar en The Dark Side of the Moon en los estudios Abbey Road.
La película se ha colado entre los diez primeros puestos de la taquilla mundial, norteamericana y de muchos otros países y entre los cinco primeros en el Reino Unido e Irlanda, Italia, Países Bajos y Uruguay.
Nick Mason comentó: «Pink Floyd: Live At Pompeii es un documento excepcional y único de la banda tocando en vivo en el período previo a The Dark Side Of The Moon».
La película ha sido meticulosamente restaurada a mano, fotograma a fotograma, a partir del negativo original de 35 mm, descubierto en cinco latas con etiquetas dudosas en los archivos de Pink Floyd. Este descubrimiento trascendental desenterró la misma película que rodó por las cámaras durante aquellos sofocantes días entre las ruinas de Pompeya hace más de 50 años.
Dirigido por Lana Topham, directora de Restauración de Pink Floyd, la misión del equipo fue preservar la integridad y la belleza de la imagen original.
La película se escaneó en 4K utilizando técnicas avanzadas para garantizar la máxima nitidez y precisión en los detalles. Se mejoraron los colores y cada fotograma se revisó y reparó meticulosamente, manteniendo una apariencia natural y vívida con mínimos ajustes de grano.
«Desde 1994, he buscado las elusivas tomas de la película Pink Floyd At Pompeii, por lo que el reciente descubrimiento del negativo original de 35 mm de 1972 fue un momento muy especial. La versión recién restaurada presenta el primer corte completo de 90 minutos, combinando la edición original de 60 minutos de la actuación con los segmentos adicionales del documental de Abbey Road Studios filmados poco después», declaró Lana Topham, Directora de Restauración de Pink Floyd.
La película también cuenta con una calidad de sonido impresionante con una nueva mezcla para cine y entretenimiento en casa a cargo de Steven Wilson en 5.1 y Dolby Atmos que realza la profundidad y la claridad de la película, preservando la autenticidad y el espíritu del estreno original de 1972. El objetivo de Wilson era mantenerse fiel a cómo habría sonado la banda en aquellos días abrasadores de 1971.
En una proyección especial en BFI IMAX el mes pasado, Steven Wilson comentó: «Creo que es muy importante, porque simboliza la transición de Pink Floyd de una banda post-psicodélica, esencialmente improvisada, a una banda de rock conceptual. Y esa transición se aprecia en la película, porque están grabando Dark Side of the Moon. El proceso se vuelve más estructurado, menos psicodélico, menos improvisado, pero las imágenes en directo siguen siendo muy libres y experimentales. Así que creo que haber documentado esa transición es casi inaudito en la historia de cualquier banda».
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Sean “Diddy” Combs enfrenta juicio por presunta red criminal de abuso sexual

La Fiscalía lo acusa de liderar una organización delictiva que habría operado durante años con violencia, drogas y coacción sexual.
El productor musical Sean Combs, conocido como Puff Daddy, P. Diddy y Diddy, enfrenta un juicio federal en Nueva York acusado de encabezar una red criminal dedicada a la explotación sexual, según la acusación presentada por la Fiscalía del Distrito Sur. El artista de 55 años está detenido desde 2024 y ha visto denegadas en reiteradas ocasiones sus solicitudes de libertad bajo fianza.
De acuerdo con la fiscalía, Combs habría obligado a múltiples víctimas a participar en orgías sexuales bajo el efecto de drogas y mediante amenazas y violencia. Los cargos que enfrenta incluyen conspiración para el crimen organizado, una figura jurídica utilizada en casos complejos de actividad delictiva continuada, como ocurrió con el cantante R. Kelly en 2021.
El productor, que ha amasado una fortuna multimillonaria gracias a su carrera musical y a su participación en la industria de bebidas alcohólicas, se declaró inocente, argumentando que todas las relaciones sexuales fueron consensuadas. Sin embargo, rechazó recientemente una oferta de culpabilidad presentada por la fiscalía.
El juicio inicia esta semana con la selección del jurado, proceso que coincide con la Met Gala de Nueva York, un evento benéfico en el que Combs solía figurar como una de las figuras más destacadas. Hace apenas dos años, posaba para las cámaras en las escalinatas del Museo Metropolitano de Arte; hoy, su destino comienza a definirse en el tribunal.
Cassie Ventura, testigo clave
La acusación penal cobró fuerza tras una serie de denuncias, iniciadas en 2023 por su expareja, la cantante Cassie Ventura. Ella presentó una demanda civil alegando haber sido víctima de coacción física y abuso sexual durante más de una década, incluyendo una presunta violación en 2018.
Aunque ese caso se resolvió fuera de los tribunales, Ventura figura como testigo clave del juicio. Un video registrado en un hotel en 2016 que muestra a Combs agrediéndola fue parcialmente admitido como prueba.
La fiscalía sostiene que estos abusos ocurrieron en el marco de orgías organizadas por el artista, donde, bajo el efecto de drogas, las víctimas eran coaccionadas a participar, en ocasiones siendo grabadas sin consentimiento. La denuncia de Ventura fue seguida por una ola de acusaciones similares presentadas por otras mujeres y hombres.
El caso contra Combs marca un posible punto de inflexión en la industria musical, históricamente al margen de movimientos como el #MeToo, que sí han remecido a otros sectores como el cine y la televisión. De ser hallado culpable, el ex ícono del hip-hop podría pasar el resto de su vida en prisión.